Un verano para reivindicar a los escoltas

Sociedad. La pandemia se lo ha puesto difícil, pero este año más de mil niños y adolescentes de la demarcación están de campamento

17 agosto 2021 05:30 | Actualizado a 17 agosto 2021 09:49
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Marina Aldave tiene 22 años y está en el Agrupament Escolta i Guia Alverna desde que contaba siete. Es monitora desde hace tres años porque «quería devolverle al cau lo que me ha dado durante toda mi infancia... Llevo toda la vida pensando en que los sábados tengo el cau a las cuatro y media; el día que eso se acabe va a ser muy raro», explica esta estudiante de diseño de moda.

Como en todos los grupos escolta, el motor es el trabajo voluntario. «Todos lo hacemos por amor al arte... Y convencidos», explica Marina.

Pero la pandemia no se lo ha puesto fácil a los escoltas. Este mismo curso ha sido muy difícil reanudar la actividad. «Nos hemos hecho un máster en protocolos y medidas sanitarias», explica Albert Villarroya, secretario y cap del mismo grupo.

Como otros grupos, mientras no ha sido posible reunirse, han estado haciendo el cau de manera virtual. Pero a los pequeños les costaba y a los más mayores les fallaba la motivación. Luego optaron por retomar las actividades pero al aire libre.

Ganas de verano

Así pues, no es de extrañar que estuvieran esperando como agua de mayo la oportunidad, por fin, de irse de campamento, como cada verano. De hecho, Minyons Escoltes i Guies de Catalunya (MEG) calcula que en los cerca de 600 campamentos que se están llevando a cabo este verano en Catalunya participan más de 14.000 niños y jóvenes. Son datos similares a los de una temporada de antes de la Covid. De ellos más de mil son de la demarcación de Tarragona.

Ester Andrés, secretaria y Monitora de Fent Camí, cuenta que a ellos les coincidió, además, el comienzo de este año con la noticia de que se quedaban sin local para su actividad porque en el sitio donde hacían el cau hasta entonces, el Centre Cívic de la Part Alta, no se podrían cumplir las medidas sanitarias. El Ayuntamiento les cederá un local en la calle Civadería pero todavía hay que hacer obras.

Para ellos el momento de reencontrarse, aunque fuera en la calle, fue emocionante. «Los niños tenían muchas ganas y enseguida dieron un cambio», recuerda.

Igual que Albert, cree que las autoridades no tenían en cuenta el tipo de actividad que hacen cuando dictaban las medidas. «No estaban pensando en nosotros, había restricciones que tenían sentido en la escuela pero no en la educación no formal», dice él. Ella cree, en general, que «no hay conciencia social de lo que hacemos, se ve como una parte muy hippie y no se piensa el valor que tiene en la educación y el desarrollo personal».

El único respiro para algunos

Desde ambos grupos escoltas cuentan que, aunque acogen a niños de diferente condición social y económica, hay algunos para quienes el campamento será el único momento de salir de su municipio en todas las vacaciones escolares debido a que sus familias no se lo pueden permitir.

Además, desde el punto de vista emocional también reconocen que será un respiro para los adolescentes que «lo han pasado mal y necesitan un espacio de actividad social», reconoce Albert.

Muchos de los grupos ya han hecho las salidas previstas adaptándose a las restricciones sanitarias. A la pregunta de ¿qué se aprende en un campamento? Ester dice que: «Gestión de las emociones, un contacto con la naturaleza que de normal no tienes...». Albert cuenta que estas experiencias «me han servido mucho para la vida, porque al final tomas perspectiva de las cosas, tienes espíritu crítico y conciencia social».Marina pone la guinda: «Se nota mucho cuando tienes que trabajar en equipo. Sabes quién es de cau porque tienes que espabilar y aceptar otras opiniones». En resumen, la Covid ha tocado a los escoltas, pero no los ha hundido.

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