'... el resultado nos da igual'

Vilafranca se lleva el Torneig Casteller de Futbol, una competición donde ganar no es lo más importante

19 mayo 2017 20:07 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:36
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Nada tiene de novedoso que en Tarragona se celebre una competición entre colles castelleres y acaben ganando los Castellers de Vilafranca. Sólo que en esta ocasión, la cosa iba de fútbol sala. Pero también en eso parece que los verds están al frente. Su victoria (2-1), la quinta en las 15 ediciones que se llevan de torneo, se rubricó en una emocionante final, que ayer a mediodía llenó a rebosar el Pavelló del Serrallo, ante los ganadores del año pasado, la Colla Vella de Valls.

Viendo esa final, viendo incluso las semifinales, cualquiera diría que el Torneig Casteller de Futbol, que en esta 15ª edición se ha encargado de organizar la Colla Jove Xiquets de Tarragona, es una realidad ultracompetitiva en la que a las 32 colles y a los 2.000 castellers que han invadido la ciudad estos dos días –entre jugadores y aficionados– les preocupa obsesivamente el resultado.

Pero echar una mirada a otros partidos sin la pompa del pabellón del Serrallo lleno, sin miles de personas de público, sin ese grado de profesionalización de los favoritos (a algunos les acusan incluso de alinear a cracks que en su vida han llevado camisa de la colla), lo desmiente. No es que nadie vaya al Intercasteller –que así se le conoce popularmente en el mundillo– a perder sus partidos, pero si eso sucede a la mayoría no le parece ningún drama.

 

Berga trajo la Patum

Un torneo que incluye un premio a la mejor afición ya está lanzando un mensaje para nada sutil:divertirse y contribuir al buen ambiente es tan importante como saber pegarle de rabona al esférico. Ese galardón, por cierto, se lo ha llevado la numerosísima afición de los Castellers de la Vila de Gràcia. Pero para el recuerdo quedarán también las mascotas (animales, frutas...) de algunas colles, las pancartas hooligans de otras como Capgrossos o Minyons, las cabelleras verde chillón de las cheerleaders de Sagrada Família, o esa maravilla que se trajeron los Castellers de Berga ante la que sólo cabía arrodillarse: se presentaron en Tarragona con una bestia de fuego que escupía pirotecnia al más puro estilo Patum. Respect.

Un torneo que, pese a haber partidos el domingo a las 9 de la mañana, organiza una verbena hasta las tantas el sábado, está enviando de nuevo un mensaje nada sutil. Cuentan que todo un éxito, por cierto, la fiesta nocturna en el Refugi 1 del Moll de Costa.

En realidad, un éxito el torneo en general. Las cosas como son. 32 equipos participantes. Dos millares de asistentes (que durmieron en el Recinte Firal). 112 partidos en nueve pistas. Una verbena. Una cena y una comida populares. Y encima lloviendo. «Tanto internamente como externamente, todo el mundo está muy satisfecho», explicaba el coordinador general del evento, Marc Bertran, quien destacó que buena parte de ese éxito se debió a los «mas de 200 voluntarios» que colaboraron. Más allá de la valoración interna, lo cierto es que el elogio externo a la tarea de la Jove fue unánime.

 

Derbis y semifinales

En lo deportivo, los anfitriones fueron décimos tras una última jornada que iniciaron imponiéndose en el derbi a los Xiquets (a la postre undécimos). Un duelo tarraconense algo desangelado: dado que ya sólo luchaban por las plazas de la 9 a la 12, se disputó en el colegio El Serrallo, al aire libre y lejos del foco mediático;y fue además a las 9.50 de la mañana, por lo que tampoco la asistencia de público fue masiva. Ganó la Jove 5-2, sí, pero conste –modo objetividad off– que a poco del final el resultado era de 3-2 y con los matalassers apretando –modo objetividad on–.

Tampoco faltó morbo en la primera semifinal, que enfrentó a Minyons de Terrassa y Castellers de Vilafranca. Minyons, por cierto, esta vez no rechazaron la invitación a competir ni pusieron objeción a que se puntuasen los goles. El partido se resolvió en la tanda de penaltis y el decisivo lo fue a fallar el flamante nuevo cap de colla de los malvas, Albert Pérez. Menuda manera de comenzar.

Aunque, volviendo al principio, el resultado era lo de menos. En un torneo que tiene a espectadores durmiendo en las gradas durante la tanda de penaltis de una semifinal; o en el que grupos de aficionados conducen carros de la compra (ya imaginan con qué carga) con bafles y generador eléctrico incorporados; no parece que ganar sea lo fundamental. Pasarlo bien, crear buen ambiente... y si puede ser marcar gol (también en la pista). De eso se trataba.

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