15 años de baile de salón

La entidad nació en 2001, cuando no existían tantas academias, como iniciativa sin ánimo de lucro Tarraco Dance fue de las primeras entidades que surgieron para fomentar este estilo de danza en Tarragona y por donde han pasado alrededor de 300

19 mayo 2017 17:47 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:28
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El baile en Tarragona está de enhorabuena. Este año la asociación Tarraco Dance cumple 15 años y lo celebra hoy por todo lo alto. Antes de que surgieran la mayoría de las escuelas de bailes de salón de la ciudad, Tarraco Dance se convirtió en un punto de encuentro entre profesionales y aficionados dispuestos a disfrutar al máximo de la danza dejando a un lado la disciplina y exigencia que suelen acompañarla. Pasodoble, rumba, foxtrot o bailes en línea son tan solo algunos de los estilos que propone esta entidad a sus socios, además de excursiones trimestrales al teatro o a la montaña. Así pues, durante este largo recorrido, la asociación ha creado una pequeña familia formada por personas de diferentes edades y profesiones pero que comparten una misma pasión: el baile.

En octubre de 2001, un grupo de amigos vinculados, de distintas maneras, al mundo de la danza decidieron reunirse y crear lo que ahora conocemos como Tarraco Dance. «Algunos de ellos eran profesionales del más alto nivel en bailes de salón, incluso competían a nivel nacional, y durante un tiempo lo compaginaron con la asociación», explica Vicente Descalzo, presidente desde hace dos años y miembro desde hace más de diez. «Al principio la organización era mucho más ligera que ahora, ahora se hacen más actividades, clases de baile entre semana, una clase abierta y una reunión para todos los socios cada viernes, más alguna excursión. Así se hace más complejo poder compatibilizarlo con el trabajo diario que exige la competición», comenta.

Una de las particularidades de Tarraco Dance es que se trata de una asociación sin ánimo de lucro que vive de las cuotas de los socios. «Nuestro objetivo no era ganar dinero, sino más de ocio, no queríamos una escuela profesional, queríamos reunirnos con aficionados a la danza pero que no tenían por qué ser expertos», asegura el presidente. Así pues, el propósito era potenciar los bailes de salón y crear un punto de referencia o de contacto para iniciarse en este mundillo, ya que en aquel momento no había tantas escuelas, y menos de bailes latinos, como en la actualidad. De esta manera, la entidad se aleja de las academias tradicionales y presenta otra manera de entender la danza y su aprendizaje. Tanto los seis miembros de la junta como los cinco profesores combinan su vida laboral y familiar con su función en la asociación.

Durante su recorrido, el colectivo ha pasado por tres locales hasta llegar a la calle Robert d’Aguiló, donde, desde en noviembre de 2014, instauró su sede. «Hemos tenido las típicas dificultades que se encuentra cualquier emprendedor a la hora de empezar un proyecto sin ningún tipo de apoyo financiero, por suerte siempre hemos contado con el apoyo de los socios», agradece Descalzo. Aproximadamente, la asociación cuenta con 50 y 75 socios anuales de pago de media, hecho que significa que ha habido una rotación de alrededor de 300 personas a lo largo de estos años. «Poco a poco, a partir del boca oreja, la gente nos ha ido conociendo, venían a probar y si les gustaba se quedaban», dice Descalzo. «Es muy difícil llevar a cabo acciones a nivel publicitario con tan poco presupuesto, además, tampoco es nuestro objetivo, estamos de manera desinteresada», añade. La entidad suele aprovechar las fiestas de pueblos o incluso las fiestas de Sant Magí para hacer actuaciones públicas.

Al principio, Tarraco Dance se centraba únicamente en las modalidades que reúnen los bailes de salón, como el merengue, el pasodoble o el foxtrot. A medida que han pasado los años, se han ido adaptando a las nuevas tendencias. «Ahora la gente joven pide más bailes latinos, está de moda aprender kizomba o salsa», reconoce. Sin embargo, la asociación acoge a aficionados de entre 45 y 60 años y sus intereses son otros. «Hay especial interés por el baile entoldado», admite. «Son bailes como el chachachá o el vals vienés adaptados a la fiesta mayor, que es muy distinto que las competiciones de baile deportivo. El ritmo es el mismo pero los pasos son más simples y las posturas son más naturales. También se adapta cada estilo para poder bailar en pistas pequeñas y con gente», explica. En cada clase suele haber un máximo de seis alumnos porque «así es más fácil que aprendan y el profesor puede estar más encima de cada pareja y adaptarse un poco al ritmo de progresión de cada uno».

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