«La mayor parte de la gente quiere envejecer en casa»
Cuidados en el hogar o viviendas compartidas; la tendencia, dicen los expertos, es desinstitucionalizar la atención a los mayores

Las cifras señalan un aumento de atención a los mayores.
Dolors Comas d’ Argemir, catedrática de antropología social de la Universidad Rovira i Virgili, fue investigadora principal en un estudio en el que participaron investigadores de diez universidades españolas para ver cómo cuidamos a los mayores en la pandemia y se ha dedicado durante años a estudiar el sistema de cuidados. Es categórica: «Estamos sobrados de residencias».
Las recomendaciones europeas y estatales, explica, van hacia la desinstitucionalización. «En Suecia y Dinamarca hace tiempo que no se construyen residencias. Allí han optado por unidades de convivencia pequeñas en las que se junta a personas de características similares», cuenta a modo de ejemplo.
Lo ideal, señala, es tener una atención a domicilio de calidad, no como la actual, donde «hablamos de familias sobrecargadas, con mujeres que no tienen ni el tiempo ni la disponibilidad que tenían sus madres y abuelas», apunta.
Está demostrado, explica, que allí donde hay una buena atención a domicilio, el ingreso a una residencia, que debería ser el último recurso, se retrasa.
Reconoce, no obstante, que no todas las viviendas están preparadas, «algunas se convierten en una prisión porque no son accesibles», apunta.
En esos casos, señala, también hay alternativas, como las viviendas con servicios, en las que las personas conservan su autonomía y tienen los apoyos que necesitan como enfermería. Se trata de un nivel intermedio del que, de momento, hay contadas experiencias en el territorio.
La falta de alternativas, explica, hace que muchas personas terminen en una residencia de forma prematura: «el sistema actual conduce a la institucionalización, pero la mayor parte de las personas prefiere envejecer en casa».
Y en este punto propone una reflexión: «póngase en la piel de una persona mayor que debe marchar de su casa y compartir habitación con alguien que no conoce de nada y fuera de la ciudad donde ha vivido siempre. ¿Usted querría eso?», se pregunta. «Es una cuestión de derechos humanos», defiende.
Las residencias, además, también deberían cambiar su modelo para parecerse más a un hogar, con espacios de intimidad, en lugar de lo que define como un modelo «hotelero-hospitalario».
Hasta ahora el sistema se sustenta en el sobreesfuerzo de las familias y, sobre todo, de las mujeres, pero hay que tener en cuenta que estamos en una sociedad que apenas tiene hijos y donde se aproxima un crecimiento crítico del número de personas mayores. En el Tarragonès, según las estimaciones del Idescat, los mayores de 65 años crecerán en un 35% en un año.
Inventario de alternativas
Justamente con el fin de explorar las iniciativas de viviendas para personas mayores, se está llevando a cabo actualmente un estudio financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. En el mismo participan 20 investigadores de la URV, la Universitat de Barcelona, la de Zaragoza y la de Valencia.
Dos de las investigadoras principales son Yolanda Bodoque y Montserrat Soronellas, de la URV. Esta última explica que de lo que se trata es de hacer una especie de inventario y recopilar experiencias. La investigación de campo está en curso, explica, pero, de momento, se está constatando que apenas hay alternativas a las residencias. Ella, por ejemplo, ya ha estudiado un centenar de municipios de Valencia y todavía no ha encontrado ninguna: «es como buscar una aguja en un pajar».