Medioambiente
Tarragona entra en la canícula con temperaturas que agravan el efecto 'isla de calor'
Superficies que acumulan calor, actividad industrial, tráfico rodado y pocas zonas verdes hacen difícil que baje la temperatura. Ni la brisa marina será alivio porque el mar se calienta

Distribución superficial de temperaturas (ºC) en el entorno de Tarragona, elaborado con propósito divulgativo e ilustrativo a partir de imágenes Landsat 8 correspondientes a julio y agosto de 2024
Acabamos de entrar en la ‘canícula’, el período más cálido del año, comprendido entre el 15 de julio y el 15 de agosto. De momento, para lo que queda de semana, en la ciudad no se alcanzarán los extremos de una ola de calor (que varían según el municipio y que, en el caso de Tarragona, se establecen a partir de los 34,2 °C durante el día). Aun así, las temperaturas serán lo suficientemente elevadas como para empeorar nuestra calidad de vida. No es un asunto menor si se tiene en cuenta que, según estimaciones del Instituto de Salud Carlos III, el mes pasado murieron 18 personas en la demarcación de Tarragona por causas atribuibles al calor.
Para remate, la afectación del calor es peor en las ciudades y el fenómeno tiene un nombre: isla de calor urbana. Tarragona no es una excepción, como explica Caterina Cimolai, licenciada en Ciencias Ambientales e investigadora predoctoral del Center for Climate Change (C3) y del Institut Universitari de Recerca en Sostenibilitat, Canvi Climàtic i Transició Energètica (IU-RESCAT) de la URV.
Los puntos de calor
Una de las claves principales, señala la investigadora, está en la temperatura de las superficies. Durante el día, materiales como el asfalto, el cemento y el ladrillo —omnipresentes en las ciudades— absorben el calor, que se libera progresivamente durante la noche, impidiendo que desciendan las temperaturas.
Para entenderlo mejor, Cimolai ha elaborado un mapa de temperatura superficial de la ciudad de Tarragona a partir de imágenes del satélite Landsat 8, correspondientes a julio y agosto de 2024. Aunque el material tiene carácter ilustrativo (pues para obtener datos con valor científico se requieren observaciones más prolongadas en las que ya están trabajando), permite visualizar diferencias importantes. Aclara, además, que se trata de la temperatura de las superficies, no de la ambiental, que es de la que habitualmente informan los servicios meteorológicos.
Con todo, la imagen es elocuente. Las zonas con superficies más calientes aparecen coloreadas en negro, y las más frescas, en verde claro. Entre unas y otras hay hasta 10 grados de diferencia. Lo primero que salta a la vista es la elevada temperatura de los polígonos industriales, algo muy relacionado con el tipo de materiales en las cubiertas de las naves y la actividad portuaria.
Pero no son los únicos focos de calor. También se detectan puntos negros en el aparcamiento del Mercat de Bonavista, en la zona de Battestini o cerca de la estación de Renfe. Curiosamente, algunas de las áreas más oscuras se sitúan junto a zonas más frescas, como en Torreforta, donde una pequeña isla térmica más clara coincide con una zona de huertas.
Destaca también el contraste entre el centro comercial Parc Central, más cálido, y su vecino, el Parc de la Ciutat, claramente más fresco. La zona más amplia con temperaturas más bajas está en el área boscosa de Sant Pere i Sant Pau. No obstante, Cimolai resalta especialmente el papel regulador del río Francolí y su entorno, que —asegura— va más allá de la temperatura superficial.
Un puzle complejo
Aunque la temperatura de las superficies es un factor clave, la isla de calor urbana es un fenómeno complejo. También influye el ‘metabolismo urbano’, donde intervienen el tráfico rodado (que emite gases) y la actividad industrial. A esto se suma el efecto de los llamados «cañones de viento»: en las calles estrechas se dificulta la circulación del aire. En Tarragona, además, la brisa marina será cada vez menos eficaz como alivio, dado el aumento constante de la temperatura del mar.
Según el ránking que elabora Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) de 917 ciudades europeas, en Tarragona el 46,78% de la población vive en zonas donde hay menos de un 25% de superficies verdes (el mínimo que recomienda la OMS). Esto se traduce en 6 muertes evitables al año.
¿La solución? Tener en cuenta todos estos factores en la planificación urbana, ante un futuro donde las olas de calor serán más frecuentes e intensas. Entre las medidas aplicadas en otras ciudades, Cimolai destaca el uso de materiales más claros que absorben menos calor y, sobre todo, el aumento de la cobertura vegetal. En este sentido, cita el ejemplo de Medellín (Colombia), donde se han reducido en dos grados las temperaturas gracias a la creación de corredores verdes.
Más allá del entorno, Cimolai advierte que también habrá que replantear las actividades humanas. Da por hecho que habrá momentos del día en los que no será posible trabajar al aire libre, y que el turismo también se verá afectado por el incremento de las temperaturas extremas.