Sociedad
A debate en La Canonja los nuevos modelos de vivienda ante del envejecimiento de la población
Una de las ponentes aseguró que las personas mayores quieren vivir en sus domicilios y que la residencia tiene que ser el último recurso. Ello se puso a debate en una nueva sesión del ciclo Mirades Metropolitanes, organizado por la Diputació de Tarragona

El acto tuvo como escenario el Espai Mammuthus de La Canonja.
En 2022, el 19,97 por ciento de la población española tenía más de 65 años. Pero en 2035 se calcula que el porcentaje llegará al 25 por ciento. Ante esta perspectiva, la sexta sesión del ciclo Mirades Metropolitanes, que organiza la Diputació de Tarragona, se centró en Cuidar-se en comunitat: llars col·laboratives de gent gran, y que tuvo este martes como escenario La Canonja.
Durante la sesión se puso de manifiesto diferentes fórmulas e iniciativas para que las residencias sean el último eslabón, el último recurso, cuando la persona ya no se pueda valer por sí misma sino que necesita de cuidados.
«La mayor parte de las personas quieren envejecer en sus casas», decía Yolanda Bodoque, doctora en Antropologia Social i Cultural y profesora de la URV. Estas personas no quieren depender de sus hijos, sino ser lo más autónomas posibles. Y ello en un contexto en que cada vez la esperanza de vida es más alta –80,4 años en los hombres y 83,1 en las mujeres–.
Pero este alargamiento de la vida no tiene las mismas connotaciones que antes, decía la antropóloga. «Se han producido cambios en la manera de envejecer. Las personas son más autónomas, más activas y más saludables». Y añadía que actualmente existe una transición de vida adulta a vejez, circunstancia que antes no se producía.
Cuidadores en precario
Pero cuando una persona mayor quiere vivir en su domicilio, en muchos casos necesita de una persona que la cuide. Pero alertaba que «hay una tolerancia al trabajo sumergido, de contratos a personas extranjeras de forma precaria». Pero añadía que si la persona o el entorno no puede contratar a una cuidadora, entonces «la carga familiar es más alta».
Pero quedarse a vivir en casa también tiene sus inconvenientes, como problemas de accesibilidad vinculados a las condiciones socioeconómicas o muchas de las casas carecen de los estándares de vivienda digna, como falta de ascensores, humedad, etc.
El pueblo-residencia
Pero no todo tiene que ser iniciativa privada o grandes proyectos. Puso en ejemplo de Pescueza, un pueblo de Cáceres de 146 habitantes –ha ido perdiendo población con el paso de los años– que se ha adaptado a las personas mayores, que son atendidas en sus propias casas.
Una iniciativa, ideada por el propio alcalde, que incluye barandillas en las calles, un vehículo eléctrico para llevar a las personas, un carril para personas con caminador, etc. Se le denomina el pueblo-residencia o «el que hace la vida más fácil a sus mayores».
También mencionó un barrio de Castelló, Parque Lidón, donde se fundó una asociación de gente mayor con el propósito de retrasar el uso de las residencias.
Vivienda colaborativa
La segunda parte de la sesión se centró en los retos de los nuevos modelos de vivienda colaborativa. María Paula Rodríguez y Philippa Hugues, doctoras de la Càtedra Unesco de l’Habitatge de la URV, centraron su intervención en las comunidades cohousing. Se constituyen en entornos domésticos y sociales, donde la organización, gestión y planificación es de la propia comunidad.
Sus inquilinos tienen su espacio privado pero comparten otros comunes. Entre las ventajas está la ayuda mutua y la red de apoyo y es un instrumento para una mejora del contexto sociocultural. Pero también hay problemas, como la financiación, imposibilidad de conciliar diferentes estilos de vida, más conflictividad, seguridad jurídica, etc.