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La lucha de una madre de Tarragona tras una agresión sexual a su hija: "Tuve suerte de que me lo contara"

Mercè explica todo el proceso que ha experimentado después de vivir el proceso en noviembre de 2023. Dos años después, todavía sigue esperando una sentencia. Valora especialmente el acompañamiento en el centro Barnahus

Una de las salas del centro Barnahus, ubicado en Tarragona

Una de las salas del centro Barnahus, ubicado en TarragonaDepartament de Drets Socials i Inclusió

Joel Medina

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Durante tres años, Mercè y su familia compartieron amistad y confianza con otra pareja de Tarragona. Tenían mucho contacto: los hijos jugaban al fútbol, dormían en casa del otro, celebraban cumpleaños y compartían vacaciones. 

Hasta fueron invitados a la boda del matrimonio, apenas un mes antes de que todo se rompiera. "Era una relación normal, de amistad. Su hijo jugaba con mi hija [de 14 años], mi marido era su entrenador. Todo parecía natural", recuerda hoy, todavía con incredulidad, esta madre coraje.

El martes antes de que pasara, Mercè se encontró con una situación que a posteriori cobró todo el sentido: "Me llamó diciéndome que mi marido le había pedido a él el favor de que llevara a mi hija al fútbol". "Yo hablé con mi marido y me dijo que era mentira, que él no le había pedido nada", afirma.

La narración explota un domingo de noviembre de 2023. La menor había ido a ver un partido por la mañana y quería ver otro por la tarde. "Él me llamó y me dijo, así en broma: ‘Mira, que te has quedado sin hija, que me la quedo a comer’. Y yo, confiada, le dije que sí, que no había problema, así ya estaba allí para el partido", relata Mercè, sin sospechar que esa tarde cambiaría el resto de sus vidas. "Más tarde, la llamé para decirle que iba a recogerla a las siete, y ya me extrañó, porque ella nunca dice que sí, siempre quiere más", explica.

Instalaciones de la Barnahus de Tarragona

Instalaciones de la Barnahus de TarragonaAlba Mariné

El silencio antes de la confesión

Cuando llegó al campo de fútbol, notó algo distinto: "Me dijo que estaba sola. Le pregunté por sus amigas y me contestó que se habían ido. La noté rara, seria. En el coche me preguntó si su padre no la quería. Entonces pensé: ‘Aquí ha pasado algo’".

Esa noche, rompió a llorar. "No sabía cómo decírmelo. Me repetía: ‘No sé si me vas a creer’. Y entonces me contó que él se había tumbado detrás de ella en el sofá, que la abrazaba, le hacía masajes y le preguntaba si le gustaba. Luego le tocó los pechos y le cogió la mano para ponerla sobre sus partes íntimas". 

Andrea Guzmán: "Suelen ser delitos sin testigos, más allá de la víctima" 

"Cuando se levantó para irse, la sujetó y le pidió un beso, diciéndole que tenía los labios muy bonitos", añade. Logró marcharse, pero quedó bloqueada: "Para ella, él era como un padre. Por eso no reaccionó. No entendía lo que pasaba".

De la denuncia al proceso judicial

Al día siguiente, una profesora notó que la menor estaba muy rara. Ella terminó contándole lo sucedido y el centro activó el protocolo y llamó a los servicios sociales. En pocas horas, los Mossos d’Esquadra ya estaban avisados.

Al principio, no quería denunciar. "Sentía vergüenza, miedo. Pero luego decidió enfrentarlo", cuenta Mercè. Con una madurez inesperada, quiso mirar al agresor a la cara. Fue a su casa, grabó la conversación y le exigió que reconociera lo que había hecho

En la grabación, él lo admitió parcialmente: "Yo no sabía que había puesto la grabadora. Se plantó delante de él y ella lo explicó todo; su mujer lo negaba y él no hablaba, hasta que al final reconoció que le había dado un pico y lo de los masajes, y negó lo de los pechos", cuenta su madre. Aquellas palabras bastaron.

El caso derivó en una causa por agresión sexual sin penetración a una menor de 16 años

El caso derivó en una causa por agresión sexual sin penetración a una menor de 16 años. El acusado fue detenido, se acogió a su derecho a no declarar y quedó en libertad provisional sin fianza, con obligación de comparecer ante el juez. Inmediatamente, se activó el protocolo establecido para hacer seguimiento de las víctimas.

La lentitud judicial y el Barnahus

Casi dos años después, la familia sigue esperando al juicio. "No lo encuentro lógico porque, además, nos hemos seguido cruzando", expone esta madre. La abogada de la menor, Andrea Guzmán, del despacho tarraconense 8Penal Advocats, señala que este tipo de casos "suelen ser delitos sin testigos, más allá de la víctima, y, desde la ley del solo sí es sí, su declaración cobra mucha más fuerza y la horquilla de condenas ha crecido tanto para arriba como para abajo".

Si algo funcionó, según Mercè, fue el acompañamiento en el centro Barnahus de Tarragona. Allí se aplica el modelo escandinavo de atención integral a menores víctimas, y la ciudad ha sido pionera. "Fue espectacular. Todo rápido y bien organizado. A mi hija la trataron de maravilla. Hacían incluso terapia con perros, y le encantaba. Me decía: ‘Mamá, ¿puedo volver a verlas?’", cuenta. 

Gracias a ese modelo, la menor solo tuvo que declarar una vez, en una sala adaptada a su edad, con la sesión grabada para el juicio. "Eso fue lo mejor: no tuvo que repetir su historia mil veces", afirma su madre.

Mercè: "Tuve mucha suerte de que ella decidiera contármelo"

El valor de hablar

Mercè sabe que su hija tuvo algo que muchas no: la oportunidad de contarlo. "Tuve muchísima suerte", dice. "Hay muchas niñas que no lo cuentan". Hoy, la menor continúa intentando cerrar una herida que aún duele. Su testimonio se ha convertido en prueba de un sistema que, aunque lento e imperfecto, parece que empieza a escuchar mejor a las víctimas.

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