Demografía
Tarragona alcanzará el millón de habitantes antes de 2050 gracias a la inmigración
Javier y su familia cambiaron la turbulenta Venezuela por Valls. Aquí viven felices. Su caso es un signo de los tiempos. Los flujos del extranjero y la longevidad llevarán a la provincia a cifras récord de población, todo un desafío

Javier Figueroa (centro), con su mujer, Jackeline (izquierda), y su suegra, Griselda Marval. Tuvieron que irse de Venezuela tras sufrir extorsión. Ahora toda la familia reside en Valls.
La situación para Javier Figueroa y toda su familia en Venezuela se volvió insostenible. Sufrieron una extorsión. «Allí todo está corrompido, empresas, instituciones públicas, todo… Han surgido bandas delictivas con acuerdos con la policía y nosotros fuimos víctimas de eso», reconoce. Previamente conseguían información personal de ellos: dónde vivían, adónde iban, dónde trabajaban.
«Empezamos a recibir llamadas en las que nos decían que para garantizar nuestra seguridad teníamos que colaborar. Al principio te niegas y luego te envían fotos de tu familia, de mis niños o de mi mujer, en la vida diaria. Empezó una guerra psicológica. Robaron en mi casa. Luego la policía me dijo que si pagaba un dinero me devolvían todas mis cosas», relata Javier. A eso se añadía una situación socioeconómica muy complicada en todo el país. «Éramos opositores al régimen pero siempre con discreción, nunca hicimos un activismo militante por temor», explica.
No les quedó otra finalmente a los Figueroa que hacer las maletas. Primero vino su esposa. Después Javier, con sus tres hijos, y una sobrina. Hace tres años recalaron en Valls y allí emprendieron una nueva vida. «Aquí podemos vivir tranquilos y sin preocupaciones. En mi país tener agua y electricidad en casa era un lujo. Aquí yo estoy trabajando y mis hijos estudian. Me siento agradecido a esta tierra que nos ha acogido. Nos encanta la cultura que hay, tenemos muy buenos amigos y ya no nos vemos viviendo en otro sitio», cuenta Javier, que con su sueldo mantiene a este hogar de seis.
«En Venezuela extorsionaron a mi familia. Por eso nos fuimos. Aquí somos felices», confiesa Javier, venezolano afincado en Valls
Su caso es uno de tantos éxodos recientes. La población venezolana en Tarragona se ha disparado un 65% en tres años, de 2021 a 2024. Y es solo un ejemplo. Los ciudadanos de Colombia –otro país en plena diáspora– afincados en Tarragona casi se han doblado en cuestión de tres años. Han pasado de 6.033 a prácticamente 11.000, según los balances del Idescat.
Luis Suárez, de la Asociación de Residentes Latinoamericanos en Tarragona (Arlet), vino aquí desde Bolivia hace 20 años. Hoy es testigo de cómo llega el nuevo flujo: «En algunos países la situación no es buena. Hay inseguridad y muy pocas oportunidades de progreso económico. Normalmente viene un miembro de la familia antes y al cabo del tiempo se reúnen todos».
Ni el transporte ni la sanidad ni la vivienda están preparados para estos aumentos de población
Esa misma inercia sucede desde hace años con otros países latinoamericanos y también con Marruecos, que históricamente han sido emisores de ciudadanos hacia el Camp de Tarragona y las Terres de l’Ebre. «Continúa llegando migración, especialmente en zonas industriales como el Camp. Es una migración económica porque hay factores de expulsión entre las poblaciones latinoamericanas, por afinidad, y magrebí, por proximidad geográfica, no tanto entre la subsahariana. Son zonas que no acaban de despegar y tienen crisis socioeconómicas importantes», desgrana Pau Miret, investigador del Centre d’Estudis Demogràfics, en la UAB. También es notorio el movimiento que llega de Ucrania, refugiados incluidos.
El resultado de todo ello es un incremento de la población sostenido y sin previsión de que acabe. Nunca había habido tanta gente viviendo en Tarragona. Con una natalidad bajo mínimos, la clave está en los que vienen, esos nuevos tarraconenses que recalan en busca de una vida mejor. «Cada vez hay más población debido a la longevidad y la inmigración. Mientras continúe este contexto económico, será así, aunque algunos economistas señalan que estamos en un momento de precrisis, similar al de 2008», apunta Miret. También son estos recién llegados los que impulsan las tasas de natalidad.
Las proyecciones del Idescat son claras. El punto de partida son los actuales 861.744 habitantes. La previsión es que por primera vez se alcance el millón de personas. Así lo establecen dos de los tres escenarios futuros diseñados por el instituto catalán.
El pronóstico medio indica que de aquí a 16 años, en 2041, se alcanzará ese millón. El escenario alto, el más arriesgado, anticipa superar ese umbral mucho antes, en 2031. La estimación más modesta pronostica crecimientos menores y llegar a la mitad de siglo sin superar ese listón.
Venezuela, Colombia o Marruecos son los países que más inmigración aportan a Tarragona
Es clave el buen comportamiento del mercado laboral, a pesar de su precariedad y de obstáculos tan globales como el acceso a la vivienda. «El llamamiento hacia fuera es el de los puestos de trabajo. Muchos no se cubrirían con la gente de aquí. Mucha inmigración está accediendo al sector servicios, muy relacionado con el turismo», señala Miret.
¿Es bueno o malo ser tanta gente en poco espacio? «El crecimiento demográfico no es positivo ni negativo. Crecer en el caso de Lleida es bueno, porque la densidad de población es baja. Pero en Tarragona los habitantes están concentrados en el litoral y en la zona de costa, y se sigue creciendo. Tampoco es que sea negativo, pero supone un desafío», aclara Miret.
Los retos de ser tanta gente
El impacto ya se está viendo, como reconoce el experto: «No tenemos ni los trenes adecuados ni tampoco las carreteras o la educación correspondiente. Todo esto, con más población, se complicará. Las soluciones tendrían que haberse implantado hace 10 o 20 años».
El propio Govern de la Generalitat admite este desfase. «Estamos en una Catalunya de ocho millones pensada para seis. Eso se nota en el transporte público y en la vivienda», explica Sílvia Paneque, consellera de Territori, Habitatge i Transició Ecològica. Paneque reconoce que «proyectamos crecimientos que nos hacen caminar hacia una Catalunya de 10, que es el punto de sostenibilidad».
«Mientras haya este contexto económico, seguirá viniendo inmigración», explica Pau Miret,
investigador del Centre d’Estudis d’Opinió en la UAB
Una cuestión especialmente delicada será la gestión de la sanidad, que deberá adecuarse para asumir la llegada de más gente pero también para dar cobertura a una población cada vez más envejecida. La presión se ve con especial claridad en comarcas como el Baix Penedès, en buena parte receptora de población del área metropolitana de Barcelona.
¿Cambiarán estos flujos migratorios la sociedad tarraconense? Pau Miret cree que sí. «Hay un porcentaje de gente que cuando acaba los estudios obligatorios deja de estudiar –incide el investigador–. Eso tiene que ver con el mercado de trabajo. Si este crece en ocupaciones elementales, tenemos un problema. No estamos para crecer en ese nivel inferior del mercado de trabajo. Por eso es importante ver las características, en cuanto a instrucción, de esta gente que está llegando. Si eso se combina con una cierta fuga de cerebros, puede ser que nos falten médicos o profesores y ahí tengamos un problema».