El Tiempo
Estado Carreteras
Whatsapp
Encuesta
Directorio Empresas
Juegos
Pese a que es un término que acuñó Artur Mas (CiU) en 2010, nadie como Pau Ricomà (ERC) había aplicado tanto la «geometría variable» en el Saló de Plens en tan poco tiempo. El líder republicano cumplió ayer 366 días al frente de la Plaça de la Font liderando el gobierno en una mayor minoría que más tiempo ha durado en Tarragona desde la recuperación de la democracia, con solo 9 de los 27 ediles del pleno. La situación es parecida a la del mandato 2011-2015, cuando gobernó el PSC sin mayoría pero –esto sí–con 12 concejales, mientras que los principales partidos de la oposición (CiU y PP) contaban con siete cada uno.
Una muestra de que los tiempos han cambiado es que Ricomà manda ahora, precisamente, con los siete concejales que tenían entonces tanto Victòria Forns (CiU) como Alejandro Fernández (PP). La actual «mayoría relativa» de nueve– siete de ERC y dos de los Comuns, y que no tiene pinta de cambiar a medio plazo– le ha ocasionado una relación de amor-odio con las dos ediles de la CUP –Laia Estrada y Eva Miguel– que, inicialmente, se perfilaban como las principales aliadas del gobierno de izquierdas. Por ello se ofrecieron casi desde el minuto cero del mandato para entrar en el gobierno, lo mismo que los postconvergentes. La oposición de los Comuns parece descartar estas posibilidades, lo que ha provocado que en más de una ocasión no se haya mantenido la mayoría de la investidura. Una muestra de ello fue la aprobación de la subida del 12% de la tasa de la basura, que Ricomà tiró hacia adelante con el apoyo de PSC y Ciutadans, la abstención de Junts y la oposición de la CUP.
En minoría en urbanismo
Asimismo, en materia urbanística es donde –de momento– el gobierno local ha sufrido más, ya que mantiene diferencias de fondo con los postconvergentes. Así, Ricomà no pudo frenar en octubre el proyecto de la Budellera porque Junts votó en contra junto a PSC, Cs y PP. Meses después, Dídac Nadal se ha alineado inicialmente con el gobierno y la CUP para descartar el plan de Mas d’en Sorder. Sin embargo, en el último pleno dejó la puerta abierta a aceptarlo, lo que dibuja una nueva ventana de discrepancia de cara al futuro. Antes se volvió a cumplir la mayoría «del cambio» para la aprobación del presupuesto, con un pacto in extremis con la CUP.
Tabacalera y Ciutat de Repòs
El político tarraconense se mostró ayer «ilusionado» por comandar «un cambio sin estridencias pero indispensable» tras doce años del PSC de Ballesteros, enviado a juicio por el caso Inipro.
A lo largo de los últimos doce meses, el ejecutivo ha vivido al límite, en un «equilibrio inestable» que le ha llevado a gestionar el año más intenso que ni el cronista más veterano recuerda, con los disturbios post sentencia, el Gloria, Iqoxe y la Covid-19. «Ha sido un año ilusionante, la Tarragona de ahora ya es diferente de la de hace un año. El cambio se ha materializado desde el minuto uno con las maneras de hacer», enfatizó ayer Ricomà, en una comparecencia en la que acudieron siete de sus concejales (solo faltó la aún edil Laura Castel).
La oposición de los Comuns frena la ampliación del ejecutivo con Junts o la CUPLa gestión del postCovid –que provocará que el Ayuntamiento deje de ingresar diez millones– será la protagonista de un segundo curso en el que Ricomà tiene puestas las esperanzas en dos proyectos para impulsar el avance hacia una ciudad «cohesionada, sostenible y con la cultura como elemento transformador»: el desbloqueo de la Ciutat de Repòs –en la que el Govern invertirá 12 millones– y la reactivación de la Tabacalera para situar allí una parte del Centre d’Art y la gran biblioteca, y retirar de una vez el emblema del gobierno del PSC: el jardín vertical.
