460 viseras hechas con impresoras 3-D llegan a los hospitales

Una red de unas 150 personas en la provincia fabrica en casa material sanitario que se reparte por los centros tarraconenses. Los llamados ‘coronavirus makers’ producen día y noche y continúan creciendo

23 marzo 2020 08:40 | Actualizado a 23 marzo 2020 19:19
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La red logística funciona bien en esta enésima muestra de solidaridad contra la pandemia: alrededor de 150 personas en Tarragona preparan material sanitario con impresoras 3-D, cada uno en su casa; luego repartidores lo recogen con las medidas de protección oportunas, se ensamblan en una empresa de Reus y después se suministran a hospitales de la provincia, que ya disfrutan de viseras protectoras y que quizás pronto puedan disponer también de mascarillas, un proceso algo más complejo que se está estudiando.

Todo ello, gestionado a través de la red Telegram y con el centro neurálgico en la Associació Adela, pel Desenvolupament Local i Alternatiu, en Valls. «Hay un grupo general llamado ‘coronavirus makers’. Aquí hemos iniciado la coordinación de toda la red de Tarragona. Hemos hecho un llamamiento», explica Pere Vidal, uno de los impulsores de esta iniciativa que reúne a un perfil variado de voluntarios, desde profesores de tecnología a aficionados al mundo de la informática, entre otros.

La guía técnica

Todos ellos han puesto a trabajar a todo trapo a las impresoras 3-D que tienen en casa. Un ejemplo es Lluís Reverté, responsable de la empresa Flyequant, centrada en drones, que se ha sumado a la iniciativa desde La Canonja. Él, además de fabricar, da apoyo técnico, asesora y realiza seguimiento de los diseños: «Procuramos ayudar y dar ánimos o guiar cuando falta algo de conocimientos para hacer impresiones. No todas las impresoras requieren el mismo tipo de apoyo, hay algunas más sofisticadas, hay diseños más sencillos y otros más complejos».

Existe, por encima de todo, un requisito principal. «Lo más importante es que sea funcional, aunque estéticamente no sea bonita. Tiene que cumplir su objetivo y, si se puede, que se haga en el mínimo tiempo posible», dice Reverté. Imprimir todas las piezas que forman una visera tarda alrededor de tres o cuatro horas, aunque depende de la máquina que se utilice.

«Yo hago unas seis al día, pero voy a empezar con un nuevo modelo para acortar el tiempo y dejarlo en una hora y media», explica Enric Bolaño, profesor de tecnología en el Institut El Morell, además de embajador del programa de innovación STEAMcat y un experto en el fomento de vocaciones científicas y tecnológicas: «Es algo que se hace de forma desinteresada. Somos personas que ponemos nuestras máquinas de forma voluntaria para surtir a los hospitales de la zona».

Esta impresión en tres dimensiones se hace con la supervisión técnica de la sanidad. «Aquí nadie cobra ni paga nada, pero el producto es 100% profesional. Hay una supervisión de metodología de los hospitales, que van revisando el protocolo para que lo que hacemos sirva», indica Pere Vidal.

Establecer prioridades

En unos días, la red ha despachado más de 460 viseras, ya repartidas a centros como el Hospital de Amposta, el Verge de la Cinta, el Sant Joan de Reus o el Pius de Valls. También se está en contacto con Joan XXIII y Santa Tecla para que reciban el material en unos días. «Priorizamos hospitales y, en concreto, que lleguen a las UCI, a los que están trabajando en urgencias y también a anestesistas. Luego también intentaremos abastecer a policía local o a los servicios de emergencias. El objetivo es poder distribuir a todos», dice Vidal.

También se prioriza para aquellas plantas que albergan a más afectados de COVID-19, siempre teniendo en cuenta cuáles son los lugares con un mayor número de pacientes ingresados. Centros de atención primaria o residencias pueden ser otros destinos, a medida en que la producción siga aumentando esta semana.

Los impulsores aplauden la entrega de esta comunidad que produce día y noche. «La respuesta ha sido brutal. La gente se ha volcado, con impresoras de todo tipo, más amateur y más profesional. Hay que tener en cuenta que esto no es una carrera de 100 metros, sino una maratón. Quien pueda hacer cuatro en un día, perfecto. El que hace una, pues una, bienvenida sea», narra Lluís Reverté, un ejemplo de dedicación máxima: «El otro día me fui a dormir a las dos, dejé conectada la impresora, me levanté a las seis ya tenía varias hechas».

El visto bueno de enfermería

Lourdes Vidal, supervisora de metodología de enfermería en el Hospital Sant Joan, es otra de las promotoras, que además certifica siempre la idoneidad del producto: «Estamos trabajando las 24 horas del día, así que a veces se hace difícil decir cuándo empezamos a tener la idea, porque pierdes la noción del tiempo. Estas viseras impiden que el virus, que se desplaza por gotas, pueda entrar en el cuerpo. La pantalla detiene esa secreción e incluso te protege de que te llegue a la mascarilla. Además, es un producto que se puede desinfectar». Lourdes agradece «el esfuerzo de todos, que permite a los sanitarios trabajar con mucha más tranquilidad» y asegura «un reparto equitativo en función de las necesidades de cada centro».

Ricard Belda es la última pieza del engranaje. Este joven, de la empresa reusense ServiGràfics Group, de artes gráficas y rotulación, se encarga de recoger el material –ya confeccionado e imprimido en cada una de las casas–, ensamblarlo con sus diferentes piezas y entregarlo a los diferentes centros sanitarios. «Montamos la visera con velcro y la dejamos preparada para llevarla yo mismo a los hospitales y residencias. Para evitar riesgos de contagio, soy la única persona que se encarga de toda esta logística. Hay que dejar claro para el que lo necesite que es algo sin coste, altruista», aclara Belda, un voluntario más en este entramado montado a contrarreloj pero que carbura a la perfección espoleado por un lema usado habitualmente por Pere Vidal, el alma del proyecto, y atribuida al escritor Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

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