«¿Y las sirenas pa cuándo?»

Más de 500 personas de La Canonja y Tarragona cortaron la N-340 para pedir seguridad. Hubo cacerolada a las 18.41 h. y tensión final

28 enero 2020 17:20 | Actualizado a 29 enero 2020 15:58
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Amancio Nieto, vecino de la calle cuatro de Bonavista, trabajó 35 años en la química y dice conocerse el polígono sur, donde explotó Iqoxe, como la palma de su mano. «Yo me he recorrido todas estas fábricas de punta a punta. La gente tiene que saber que lo que hay ahí no es un juguete, que estamos encima de un polvorín», afirma, ilustrando bien ese equilibrio en el que palpita Ponent pero también toda Tarragona, entre el bienestar por un sector próspero y el desvelo por los riesgos. «Trabajé en BASF, y ahí sí que hay bastante seguridad, pero no siempre es así, no siempre se cumple como se debería. En algunos sitios hay más seguridad que en otros». Él, que se ha ganado la vida con esa industria ahora en la picota, participa en la manifestación vecinal para reclamar más seguridad y exigir más a las empresas. La doble marcha parte desde el Castell de Masricart de La Canonja y de la Plaça de la Constitució de Bonavista. «Los vecinos tienen que salir a la calle», espolea Amancio. 

Cayetano Úbeda, sevillano con seis décadas viviendo en Bonavista, también es un ‘ex’. Él fue empleado en Repsol, en el polígono norte, y arremete contra los protocolos, el otro factor que ha levantado a parte de la población tras la tragedia en Iqoxe: «Llevamos muchos años igual. El Plaseqcat no se cumple, la seguridad es mínima. Estamos mal informados y falta comunicación». «No tenemos salida, ni plan de evacuación. Hay muchas cosas que tenemos que mejorar porque la gente está preocupada», asesta Antonio Fernández, nacido en Zamora, aunque ha vivido en Bonavista prácticamente toda su vida. 

Iqoxe: el punto de encuentro
La concentración, la segunda desde la explosión, cita a unas 300 personas en Bonavista, que se añadirán luego a unas 200 que proceden de La Canonja para reunirse en el punto de encuentro que es la entrada a Iqoxe y al resto de químicas, en la N-340, frente al campo de fútbol. En la cita se palpa el hartazgo, la rabia y la indignación, la sensación de que se tiene que acabar la impunidad. Suenan silbatos y sirenas en una marcha encabezada con la pancarta con el lema ‘Exigimos más seguridad. Queremos respuestas’. Como ya pasó en la primera convocatoria, manda el cántico ‘¿Dónde está la seguridad?’ mientras las alarmas que la tarde del día 14 no alertaron se convierten en la metáfora para exponer el agravio. 

Unos asistentes portan pancartas con la consigna ‘¿Las sirenas pa cuándo?’, en alusión al estribillo de la canción El anillo, de Jennifer Lopez, popularizada ya hasta el acervo. Alguien, más sucinto, reclama en su cartel: ‘Más protección, más seguridad’. La marcha abandona Bonavista y se adentra en la cercana N-340, con las luminarias del skyline del polígono sur de fondo. Los vecinos pasan muy cerca de los edificios afectados. Se ven las grietas desde el exterior, unos desperfectos que, según algunos, se han ido haciendo más evidentes e incluso agravando con el paso de los días. Delante de Iqoxe ya aguarda la comitiva de manifestantes llegada desde La Canonja, que espera a la otra con aplausos.

A las 18.41 horas, exactamente dos semanas después del siniestro, llega el atronador acto de denuncia: suenan con contundencia silbatos y cacerolas y zumba la megafonía simulada de alarmas, esas controvertidas «sirenas que no sonaron», como denuncian los convocantes, entre ellos la asociación de vecinos de Bonavista y otras entidades de los barrios de Ponent, desde hace medio siglo la zona más expuesta al riesgo químico. 

El manifiesto de La Canonja 3
Por entonces siguen saliendo voces críticas, algunas contra el papel de la empresa, en el punto de mira por las condiciones laborales de la plantilla. Se escuchan comentarios como «solo miran por el dinero» o «el dueño de la fábrica está en Cáceres», en relación a Ricardo Leal, el fundador de la firma joyera Cristian Lay, que a través de CL Grupo Industrial es el propietario de Iqoxe. 

Desde La Canonja, se alude a la necesidad de respirar aire limpio, otra de las batallas resurgidas estos días de revueltas, mientras que Marta Arjona, miembro del colectivo ‘La Canonja 3-Poble, Paisatge i Sostenibilitat’, lee un manifiesto. Denuncia que dos semanas después «la desinformación se mantiene» y se resigna: «Aún no sabemos qué ha pasado y quizás no lo sepamos nunca». Arjona denuncia que «Iqoxe no es un accidente aislado, sino el resultado de años de irresponsabilidades y dejadez» y reclama seguridad: «Queremos a la industria en nuestra vida, pero no a cualquier precio». También menciona el episodio de la fuga de Nitricomax («aún no sabemos qué pasó») y la conveniencia de apostar por la industria que genera valor «pero sin que genere perjuicio para los vecinos». Arjona resume también de forma ilustrativa uno de los debates de las últimas semanas y que tiene que ver con los beneficios de la petroquímica y el dinero que se destina a diferentes estamentos: «Nos tapan los ojos con una venda y los ojos con canapés». Acaba concluyendo con aplomo: «Merecemos vivir seguros». 

Cuando se acerca el final del acto, el ambiente se caldea y se crispa por momentos. Hay quien reprocha que Roc Muñoz, el alcalde de La Canonja, no haya venido a la manifestación ni tampoco asistiera a la que se celebró el día 19 y que terminó en el campo de fútbol de Bonavista. Otros le defienden y se enzarzan en discusiones con un final algo amargo. «Estamos aquí por las fábricas, no hay que mezclar esto con la política», se queja uno.

Esta vez hay bastantes menos representantes públicos que en la anterior convocatoria, que reunió a concejales de Tarragona, además de a diputados en el Parlament y en el Congreso. Un vecino de Bonavista lamenta que tenía que haber asistido más gente. Más allá de las críticas, la manifestación se disuelve entre reproches y con el susto aún en el cuerpo en parte de una ciudadanía que se siente desamparada. «Están jugando con nuestras vidas. A mí me da igual, pero yo quiero que mis hijos vivan bien y estén seguros», denuncia una madre muy preocupada, de vuelta al barrio, mientras el polígono del que ahora desconfían más que nunca queda atrás, iluminando la noche.

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