'A Tarragona le falta sombra'

Entrevista. Elvira Vidal. Concejal de Junts per Tarragona

07 septiembre 2019 07:20 | Actualizado a 12 septiembre 2019 11:01
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Elvira Vidal, ilerdense de nacimiento, vino a vivir a Tarragona cuando solo tenía cinco años. Esta apasionada del blues y del rock’n’roll –y habitual de la Traviesa de Torredembarra– pasó sus primeros tiempos en la ciudad en un ático de la calle Reding, junto a la Plaça Corsini. De esos tiempos, en los que estudiaba «con las gitanas en L’Ensenyança», recuerda con especial cariño «ir con el iaio a pescar con la caña y tener la ilusión del ha picat!». De su infancia también rememora los paseos por la Tabacalera, «que entonces estaba en las afueras de la ciudad», así como «ir a patinar al Parc de les Granotes».

A los doce años, la familia Vidal se trasladó a Solimar, ya que tanto el padre como la madre de Elvira trabajaban en el camping Les Palmeras. El primero, como cocinero, y, la segunda, como recepcionista. La nueva situación hizo que, con el paso de los años, la concejal se sienta «de la Platja Llarga», ya que «allí me di el primer beso, me fumé el primer cigarro... y conocí a la Marquesa» que da el nombre de El Bosc de la Marquesa. «Para pagarme la carrera hacía de tata de sus cinco nietos», indica.

Tras ser alumna del Turó (que en esa época se juntó con el Aura) –y después de su año en Pamplona–, Vidal se fue a estudiar Derecho a Barcelona. Hizo sus prácticas ejerciendo el Derecho Penal, pero pronto vio que esto no era lo suyo. «Lo pasé fatal, cada día llegaba a casa llorando», reconoce. Fue entonces cuando se «enamoró» del Derecho Administrativo, llegando a dar clases en la URV durante tres años. «Estaba muy mal pagado», lamenta.

En 1991, junto a Agustí Mallol, arrancó la concejalía de Medi Ambient de Tarragona, así como la Associació de Voluntaris de Protecció Civil. Después –entre 1993 y 2000– fue secretaria interventora de los ayuntamientos de Riudecanyes y Montbrió del Camp. «Fue una etapa que me curtió. Pedía subvenciones, gestionaba el área de personal y hasta iba a comprar los cohetes para la Festa Major», recuerda. También hizo de jueza de paz. En 2000 se fue al área de Promoció Econòmica de la Diputació, donde hizo un estudio sobre los polígonos industriales de la provincia. «Cuando domino mucho una cosa me aburro, y necesito cambiar. Debo tener nuevos retos a menudo», resalta. Después trabajó para el Estado, en la Encuesta de Población Activa (EPA), de la que asegura que «se hace un trabajo riguroso». También estuvo en Aigües de Reus y, ahora, en la empresa pública de Cambrils Ingesol EPEL.

Vidal, una apasionada de todo lo relacionado con la globalización y la inteligencia artificial, está muy ligada a la Associació de Veïns de Solimar, de la que destaca que «pasamos de ser un barrio dormitorio a sabernos los nombres de los vecinos y de sus hijos». El hecho de vivir desde hace décadas tan cerca del litoral le ha despertado la pasión por la vela y por todo lo relacionado con la tierra. Por ello, opta por venir a la entrevista con semillas de girasol. «Creo mucho en el grown up, en hacer crecer las cosas. Debemos cambiar la forma de trabajar, sobre todo en la administración pública. Los departamentos son compartimentos de poder independendientes los unos de los otros, y esto no puede ser. El Ayuntamiento debe dar ejemplo», asegura mientras cita una de sus frases favoritas (de su abuela): «Las cosas no se dicen, sino que se hacen; porque, si se hacen, ya se dicen por si solas».

LA ENTREVISTA

¿Qué le falta a Tarragona?
Sombra, árboles, flores, verde urbano y biodiversidad. Ya no solo por el cambio climático, sino para amabilizar el espacio urbano y facilitar puntos de encuentro donde la ciudadanía pueda sentarse, jugar o hablar. Hay demasiado cemento. 

¿Qué receta da para mejorar Tarragona? 
Planificar una ciudad más amable. Si lo es para sus ciudadanos, también lo será para los visitantes, aunque no creo que el turismo sea sostenible. Estoy en contra de la PortAventurización de la cultura romana. 

¿Qué ‘vende’ usted de Tarragona?
Tarragona se vende sola... Siempre digo a mis amigos que no se queden solo con lo romano, sino que también hay cultura medieval y revolución industrial aunque no se hable de ella. Y que no se pierdan la gastronomía.  

¿Cuál es su rincón favorito de TGN? 
La ruta hasta Sant Simplici de la Anella Verda.   

¿Con qué elemento del Seguici se queda?
Es difícil... con todos, aunque si fuera pequeña el Àliga me daría miedo (ríe). Soy muy admiradora de la época medieval en la que convivían musulmanes, cristianos y judíos.  

¿Hace la Baixada de l’Aigua de Sant Magí?
No, pero me gustaría. 

¿Qué recomienda de Santa Tecla?
Sin lugar a dudas, el Seguici Popular. Me emociona, hay mucha espiritualidad y eso me gusta. Soy religiosa. 

¿Cuánto cuesta dejar el coche un día en zona naranja?
No lo sé, pero hay pocas plazas. (Cuesta un euro al día). 

Los Juegos de 2018 fueron un...
Evento innecesario. Fue como hacer una piscina cuando se tienen goteras en casa.  

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