Acercar a los más pequeños al tesoro que es la Catedral de Tarragona

Abuelos con niños participaron en una de las actividades que ya se ha convertido en todo un clásico de las fiestas navideñas

04 enero 2019 09:24 | Actualizado a 27 febrero 2019 19:11
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En el Parc de Nadal, paseando por la Rambla o en el parque. En estos días la estampa se repite. Abuelos con niños y niños con abuelos. Son jornadas en las que ambas generaciones comparten largas horas y en las que hay tiempo para jugar, cantar y armarse de paciencia. La jornada laboral de los padres también da para que pequeños y mayores puedan aprender los unos de los otros o de forma conjunta. Y un ejemplo de ello lo encontramos en la Basílica Metropolitana de Tarragona, en la que ayer se celebró la actividad Els avis ensenyen la Catedral als néts. Más de una sesentena de familias asistieron a una sesión que ya se ha convertido en un clásico del calendario navideño.

La actividad empezaba a las once en la puerta principal del templo que cabalga entre el románico y el gótico. Con un estilo pedagógico único para centrar la atención de los más pequeños, la maestra Maria Joana Virgili se encargaba de conducir la sesión. 

En el Pla de la Seu, los niños se enfrentaban al primer reto de la mañana. Tenían que identificar a los apóstoles de la portalada principal del templo y familiarizarse con el nombre de algunos de los principales personajes históricos del mundo cristiano. San Juan Bautisa, con su poblada barba, era uno de los más sencillos. San Pedro, el de las llaves, acostumbra a ser el más conocido. Los problemas llegaron con San Matías, San Andrés o Santo Tomás. Aunque ayer ninguno de los niños se marchó sin saber que una de las figuras es la de Daniel, que ayer celebraba su santo, lo que daba pie a una felicitación conjunta para uno de los participantes.

¿Y los gigantes?

Abuelos y nietos iban resolviendo el rompecabezas. Algunos totalmente puestos en la descubierta, los otros con ganas de un poco más de marcha. «¿Y los gigantes cuándo salen?», preguntaba una niña deseosa de emociones. «No, hoy no es el día», le advertía el padre. «¿Y el Home dels Nassos?», insistía. Al final, comprendió que ayer no tocaba y empezó a abrirse paso hacia el interior del recinto religioso.

Sentados sobre el frío suelo, los niños atendían a las desventuras del arzobispo Pere de Clasquerí. Hace 660 años éste tuvo que aguantar la picaresca del maestro Aloy, durante la construcción del Retaule dels Sastres. El ángel con una túnica roja, un Melchor sin corona ni regalo y la Virgen encima de la borriquita con su criada cargando en la cabeza la cuna, cuando salían hacia Egipto, fueron algunas de las concesiones que se permitió el arquitecto. Unas desventuras que los más pequeños iban conociendo mientras los voluntarios se enfundaban el traje de protagonistas, y que después quedaron plasmadas en un retablo que reconstruyeron en forma de rompecabezas.

El resultado final de la obra inaugurada en 1371 pudieron verlo en una de las naves laterales de la Catedral. Allí empezó un pequeño recorrido hasta el altar mayor. Allí, los más pequeños reprodujeron una alfombra de colores.

Maria del Carme, con sus nietos de seis y doce años, no era la primera ocasión en la que participaba en la actividad. «La Catedral es muy nuestra y queremos que la conozcan. Es una gran oportunidad para que se conciencien del gran tesoro que tenemos», argumentaba. Que sus descendientes conozcan la cultura de la ciudad es una de las misiones que se ha autoimpuesto la mujer. «Somos tarraconenses de raíz y los niños ya saben que antes también subía mi padre y el abuelo», seguía explicando.   

Lleno de secretos

Hilari Alfaro, presidente de los Amics de la Catedral, conoce todos los rincones del templo. Sin embargo, seguía la ruta con gran interés. «Es inabarcable. Está llena de secretos por todas partes», decía. La de ayer era la cuarta edición de esta actividad y cada año se cambian por completo los contenidos y las experiencias para seguir desvelando los secretos del monumento más visitado de la ciudad. «Podemos seguir cambiándolo todo y los nietos de los niños que hoy están aquí continuarán aprendiendo cosas nuevas», decía orgulloso Alfaro.

Tras casi una hora y media de recorrido, los niños acababan cantando un villancico en el altar mayor. Clara, de nueve años, tenía sed y ganas de ir al baño. Sin embargo, estaba más que satisfecha con la mañana. «La abuela siempre me habla de estas cosas y ahora he entendido mucho de lo que me contaba», concluía.

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