Adiós a la pizzería Cal Peter del Cós del Bou de Tarragona

33 años de alegrías. El propietario, Peter Martínez, se jubila. Pero sus sueños no terminan. Su nuevo proyecto pasa por hacer objetos de regalo con maderas y hierros

09 junio 2020 18:00 | Actualizado a 10 junio 2020 17:46
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La calle del Cós del Bou ya nunca será la misma. La mítica pizzería Cal Peter ha cerrado definitivamente sus puertas. Ya no volverá a abrir. Peter, el propietario, se jubila. Pero no hay lugar para la tristeza. La calzone, la pizza de avestruz, las generosas ensaladas, el arte en sus paredes y, sobre todo, el exquisito trato que Peter tiene con los clientes, quedarán para siempre en el recuerdo. El Diari habla con él y nos explica cómo hizo grande el negocio y el motivo del cierre definitivo. Este reportaje también pretende ser un homenaje a Peter Martínez, el alma de la pizzería.

Nació en Sao Paulo hace 64 años. Cuando era pequeño, la familia al completo se trasladó a Sallent, donde su padre trabajaba de mecánico en las minas de Súria. Un tío de Peter propuso a la familia mudarse hasta Tarragona. Le ofrecían un buen trabajo al padre. El protagonista llegó a la ciudad cuando cumplía los 14 años.

Al volver de la mili, Peter decidió ir a pasar un par de temporadas de verano a Lloret de Mar. Siguiendo el oficio de su padre, el joven emprendedor montó, con algunos colegas, un taller de motos. También las alquilaba para que los turistas se recorrieran la Costa Brava. Fue entonces cuando empezó a concurrir una pizzería de un tal Giuseppe. «Nos hicimos amigos y cogimos confianza. Me enseñaba cómo hacía las masas», relata Peter, quien añade que «un día le dije que si, al volver a Tarragona, tenía que montar un negocio sería una pizzería».

Y así fue. El 7 de julio de 1987, después de mirar un par de locales sin éxito, Peter Martínez abría la pizzería en la calle Cós del Bou de Tarragona. «Recuerdo ese día con mucha ilusión. Todo lo que había dentro, la mesas y las sillas, lo hice yo con la ayuda de mi padre», explica Peter. Siempre se ha respirado un ambiente muy familiar. No era de extrañar encontrarse a la suegra de Peter fregando los platos o al suegro cocinando el osobuco. Todos remando en la misma dirección. Tanto es así que su mujer, Fina, lleva casi 30 años trabajando codo con codo con él. Pero en el local de al lado de la pizzería, donde regenta una peluquería.

Peter recuerda especialmente al primer cocinero que tuvieron. Se llamaba Antonio. Fue quien realmente enseñó al protagonista de hoy a elaborar las masas de pizza. «Trabajamos juntos desde el día que abrí hasta el fatídico 31 de diciembre de ese mismo año, cuando murió a causa de un accidente», recuerda Peter.

Sin ninguna duda, el plato estrella de su local siempre ha sido la calzone. «Yo se lo vi hacer a Giuseppe de Lloret de Mar. Cuando yo traje la calzone aquí, todavía no la hacía nadie», explica Peter, quien también ha apostado siempre por hacer pizzas con productos de temporada, como los calçots o las setas.

La decoración del local también ha tenido un papel importante. «Cuando abrí, vi que las paredes eran muy diáfanas. En lugar de decorarlas, se me ocurrió utilizarlas cómo salón de arte, para que los artistas pudieran exponer sus obras. Le comenté la idea a un amigo y le gustó», relata Peter. Desde entonces, todos aquellos que han hecho exposiciones en Cal Peter le han regalado una de sus obras como recuerdo. Eso explica el gran número de cuadros que hay en el local. «La verdad es que tengo un buen fondo artístico», añade. Además, del techo cuelgan columpios de madera que soportan cientos y cientos de cervezas. Las colecciona. En las paredes, no pueden faltar algunas hélices colgadas que muestran la pasión de Peter por la moto náutica o las imágenes de los gegants del Cós del Bou.

Por jubilación

Después de 33 años, la pizzería Cal Peter cierra sus puertas definitivamente. El propietario se jubila y, pese a que su intención era mantener abierto el negocio dos o tres meses más, el Covid-19 ha precipitado la decisión. «La idea era que alguien se lo quedara. El negocio, antes de la llegada del coronavirus, funcionaba al 100%», explica Peter, quien añade que «hace tan solo un año, hubo alguien que me daba 125.000 euros por traspasarle el negocio. Le dije que no porque todavía no podía jubilarme. Ahora, debería pedir la mitad». Peter traspasa el negocio con todo lo que hay dentro: mesas, sillas, congelador, barras y un largo etcétera.

Poco se pensaba que el pasado 14 de marzo sería el último día de actividad para su pizzería. Peter tiene previsto celebrar una gran fiesta de despedida cuando todo esto termine y las calles puedan volver a llenarse de gente y de música. «Le diremos el día de Cal Peter», explica.

El protagonista de esta historia reconoce no estar triste, sino al contrario. «Estoy tranquilo, a gusto con lo que he conseguido. Me emociona mucho pensar en toda la gente que he conocido y que he visto crecer entre estas paredes. Pese a los fracasos, que todos tenemos, a veces me digo a mi mismo que lo he hecho bien», explica Peter. Una de las cosas de las que se siente más orgulloso es de que en su pizzería se elaboró parte del actual protocolo del Seguici Popular.

A por el próximo sueño

Peter es conocido por ser un emprendedor nato, que se entusiasma con todos aquellos proyectos que inicia. Para haceros una idea, creó su propia marca de tejanos –llamada Peters–, abrió una tienda de souvenirs y otra de productos de limpieza, y fue campeón del mundo de moto náutica. A sus 64 años, aún le quedan muchos sueños por cumplir.

El siguiente lo tiene claro. Ahora, Peter se está montando un taller en su casa para elaborar objetos de regalo y de coleccionismo, con maderas y hierros. «Esto está triunfando mucho en países como Estados Unidos y Japón», explica. Su idea es que, cuando su mujer se jubile, se comprará una autocaravana con remolque y juntos se recorrerán España y el mundo vendiendo los artilugios. Soñador y emprendedor. Así es Peter Martínez, propietario de la pizzería Cal Peter. Tarragona te da las gracias por todo.

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