Adolescentes: «Ahora toda mi vida pasa por el móvil»

Confinamiento. Pegados a las pantallas, añorando a los amigos y sintiéndose ignorados por los políticos. Así lo viven los más jóvenes

21 abril 2020 18:50 | Actualizado a 22 abril 2020 09:19
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La semana pasada, cuando el presidente Pedro Sánchez comunicó que los niños menores de 12 años podrían salir a la calle acompañados de sus padres, Ainara estaba viendo las noticias de reojo (en ese momento estaba más pendiente del móvil). Recuerda que en el primero que pensó fue en su primo, que tiene siete años y vive en un piso pequeñísimo. Se alegró por él, pero enseguida la pregunta fue :«¿Y yo?, ¿y nosotros?».

Ainara tiene 14 años y ese ‘nosotros’ se refiere a sus amigos, también adolescentes, un grupo de edad que está viviendo su particular calvario en medio del confinamiento. La OMS calcula que la adolescencia va de los 10 a los 19 años, lo que en la demarcación de Tarragona supone 90.504 chicos y chicas, el 11% del total de la población.

Ainara no pisa la calle desde aquel jueves 12 de marzo, que ahora se antoja lejanísimo, en que salió del instituto sabiendo que al día siguiente no habría clases. Todo un cambio de vida para alguien que, como ella, no para entre el instituto, la academia de idiomas, los entrenamientos y los partidos de baloncesto.

Lo que peor está llevando, sin duda, es no poder estar personalmente con los amigos. Así que, después de las noticias de ayer a mediodía donde decían que podría ir a alguna de las salidas permitidas, como ir a la compra o a la farmacia (donde de normal no va nunca), dice que será «un poco de aire, pero estemos claros, lo que yo quiero es ‘quedar’». En las noticias de la noche, donde se rectificó y se anunció que los niños podrían hacer paseos, una vez más, no quedó claro lo que está previsto para los chicos y chicas de 14 a 18.

En casa reconoce que no le ha ido mal. Ahora comparte más con su hermana, «hacemos mucho el tonto», y con sus padres se lleva bastante bien hasta que comienzan a discutir por el móvil. Justo a ella, que se le dañó el aparato el mismo día que se decretó el confinamiento y que ha tenido que apañarse con uno viejo. «Ahora mismo toda mi vida está en el móvil», reconoce. Y no solo porque allí están sus amigas, conectadas las 24 horas, sino la música, los juegos y el humor: «Los memes me ayudan muchísimo», cuenta.

Pegados al móvil

Así pues, no son de extrañar los resultados de la encuesta del portal adolescents.cat realizada a más de 10.000 jóvenes. En la misma se encontró que un 70% de los adolescentes catalanes destina un mínimo de 4 horas al día al móvil durante el confinamiento, mientras que sólo un 1,7% lo hace menos de una hora.

El portal reveló también que las videollamadas son, entre los adolescentes, «menos habituales de lo que sería esperable», con casi un 60% de los jóvenes realizando una o ninguna videoconferencia; y menos del 8% haciendo cuatro o más.

En cuanto al estado de ánimo, la encuesta desvela que, tras un mes de confinamiento, casi un 47% manifestaba estar bien o muy bien; mientras que un 42% admitía un estado de ánimo regular y poco más del 10% reconocía estar mal o muy mal.

Carla, de 18 años, lo resume con sus palabras: «Tengo dos tipos de amigos, los que durante el confinamiento han comenzado a pintar, tocar el ukelele, cocinar... y todavía dicen que se aburren, y los que están hundidos en la miseria, que solo lloran y duermen... Además están las relaciones de pareja, que se llevan muy mal: hoy él no me habla, mañana no le hablo yo... Tenemos -100 puntos en comunicación», admite.

Extremos emocionales

Estos extremos emocionales no sorprenden a la doctora en neuropediatría y divulgadora científica María José Mas. «En el adolescentes sano las emociones están por delante del raciocinio. Las emociones adolescentes son muy intensas, por eso se enamoran mucho, salvan el planeta, y todo lo que les pasa personalmente es lo más importante... Estar todo este tiempo sin dar un beso a tu primer amor puede ser un dramón», ejemplifica.

Pero las certezas en estas circunstancias son pocas, «no podemos saber lo que pasa en la cabeza de un adolescente confinado porque no tenemos estudios científicos, nunca habíamos vivido una situación así», reconoce.

Eso sí, lanza un mensaje tranquilizador: esta situación, si es temporal, va a causar malestar a los niños y adolescentes, como a todos, pero opina que no comprometerá su desarrollo y cree que es exagerado hablar de secuelas. Siempre haciendo la excepción de los que están teniendo que vivir estos días la preocupación y el duelo por tener familiares enfermos o fallecidos.

En el aspecto positivo también responde a la preocupación de muchos padres sobre el comportamiento de sus hijos durante la pandemia: ¿por qué los adolescentes están durmiendo tanto? Mas apunta que, en circunstancias habituales, muchos duermen menos horas de las que necesitan. Recuerda que durante la adolescencia, igual que en los niños de 0 a 3 años, se producen grandes cambios biológicos en el organismo, especialmente en el cerebro, por lo que lo suyo debería ser poder dormir de 10 a 11 horas.

Esencia egocéntrica

Gentzane Carbajo, doctora en psicología del Centre MQ Reus y miembro de la Delegación de Tarragona del COPC, también recuerda que los adolescentes son, en esencia, egocéntricos, lo que les da, pese a todo, cierta ventaja a la hora de centrarse en sí mismos. «Aunque tampoco estamos hablando de que se atrincheren en su habitación sin salir», advierte.

Y destaca que «también son solidarios y muchos han asumido resignadamente la situación excepcional y se muestran, en general, colaboradores con sus familias».

En estos días reconoce que es prácticamente inevitable que pasen demasiadas horas delante de las pantallas porque las usan para estudiar, para divertirse y para conectarse con los amigos.

Esta sobreexposición a las pantallas y la luz que emiten puede causar trastornos en el sueño, dolores de cabeza, de espalda, e irritabilidad, entre otros. Por ello recomienda llegar a pactos sobre el tiempo de uso y convencerles, por ejemplo, de sustituir algunas comunicaciones con los amigos por llamadas de teléfono, en lugar de chats o videollamadas.

Apunta, eso sí, que el confinamiento no es el momento para resolver conflictos previos y que cuando se quiere negociar hay que buscar el mejor momento, cuando el o la adolescente está más receptivo, que no siempre coincide con el momento que quieren los padres, «hay que ser oportunos», recalca.

Para mejorar la convivencia recuerda que «el mejor padre o madre es aquel que no ha olvidado su infancia, hay que empatizar».

El reto de estudiar online

Pero, sin duda, más allá del confinamiento en sí, la otra circunstancia que más estresa a los adolescentes confinados es estudiar a distancia, algo en lo que no tenían experiencia. Algunos se levantan a las siete y arrancan a las ocho de la mañana a hacer clases online como si todavía fueran al instituto, mientras que otros solo hacen ‘deberes’ del libro.

Joaquim Biendicho, profesor en un instituto de Tarragona, recuerda que cuando se decretó el cierre de los centros educativos muchos de sus alumnos salieron con una mezcla de sentimientos que iban de la alegría de unas vacaciones adelantadas a la incertidumbre de una situación inesperada.

En el contacto posterior que ha tenido con ellos hay algunos que van ‘saturados’ y otros, ‘sobrados’. También los hay que están angustiados por las evaluaciones. A él le preocupa, cómo no, saber que no todos están en las mismas condiciones, que la brecha digital es real y que algunos están pasando por momentos emocionalmente complicados.

Pero si hay un grupo de adolescentes a los que les está afectando la situación son los alumnos de segundo de bachillerato. Sin saber cómo las calificaciones del tercer trimestre les afectarán la nota global y, sobre todo, cómo y cuando será la selectividad. Biendicho comenta que, a sus alumnos de segundo, «no hago más que tratar de calmarles».

Alba, que pudo celebrar sus 18 años antes del encierro y está en esta situación, reconoce que «no hemos parado de hacer cosas, pero tengo mucha incertidumbre y estoy muy estresada». Ella también echa de menos a sus amigas, «antes quedábamos todas las tardes para estudiar, pero ahora hacerlo sola es mucho más duro».

Y, aunque reconoce que, en estas circunstancias eso no es lo más importante, sí que le da pena saber que no habrá fiesta de graduación para despedirse de los compañeros y los profesores. «Y saber que no vamos a tener ese verano que estábamos esperando después de un año tan duro».

A ella poder salir le supondrá «un soplo de aire fresco», pero poco más, «lo que necesito es ver a mis amistades».

Sin salir de la habitación

Mientras, los padres lo llevan como pueden, especialmente los estallidos emocionales. Estos días muchos han desempolvado juegos de mesa, pero también hay de los que están preocupados porque sus hijos pasan todo el día en la habitación. «Si por él fuera preferiría que le pasáramos la comida debajo de la puerta», dice una.

La preocupación por el tiempo que se pasan pegados a las pantallas es universal: «Es probable que mi hija, que tiene 13, ya estuviera enganchada antes del confinamiento, pero es que ahora estoy en casa y la veo», reconoce otra.

En muchas casas se han tenido que poner horarios y llegar a pactos para utilizar los espacios comunes, tanto en el caso de los que teletrabajan como los que no.

Hay padres que ‘arrastran’ a sus hijos a hacer ‘cosas’, aunque también hay chicos que no paran con la repostería o las manualidades.

Silvia, madre de dos adolescentes, reconoce que «afortunadamente para mí salgo a trabajar en días alternos». Ana, también madre de dos, resume: «Todos estamos deseando salir y volver a la normalidad, habrá que tener paciencia».

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