Advertencia de biólogo:«Nos estamos cargando lo que nos da de comer»

Medioambiente. Jaume Folch, buzo e investigador, dice que el litoral tarraconense está gravemente amenazado y que nuestra generación esta presenciando su debacle

17 julio 2021 06:20 | Actualizado a 17 julio 2021 06:30
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Si se pasa estos días por la playa del Miracle se puede ser testigo de como, de día y de noche, un grupo de voluntarios se encarga de cuidar de que nadie se acerque a un perímetro vallado. Están cuidando de los huevos que una tortuga ‘boba’ ha enterrado en la arena.

Pero si viajamos en el tiempo hasta dentro de treinta años es probable que acontecimientos esperanzadores como este no se repitan, y no solo por las amenazas a las que está sometida la especie, sino porque, si se cumplen las predicciones científicas, tal vez no haya ni arena donde venir a desovar, porque el nivel del mar subiría entre un metro y metro y medio. «Si desaparece la mitad de la playa, ¿dónde van a poner los huevos? ¿en las vías del tren?».

Quien se hace la pregunta es Jaume Folch (Tarragona, 1965), doctor en biología, investigador del grupo TecnATox de la URV e instructor de buceo. Folch acaba de publicar el libro ‘La mar de Tarragona’, donde intenta hacer una aproximación a la biodiversidad de nuestro litoral y sus amenazas. Basta ver las fotos que nos envía para acompañar el reportaje para hacernos una idea de todo el territorio desconocido que tenemos nada más sumergirnos.

Pero Folch no permite que nos llamemos a engaño: el mar cambia continuamente. «El mar que vieron mis abuelos ya no existe y el del libro ya es un retrato del pasado».

Conocer para proteger

Una de las motivaciones de Folch para escribir este libro (la cuarta guía de divulgación científica que escribe) fue interesar a la población sobre un litoral muy desconocido. «Porque sobre algo que desconocemos, que no protegemos, hacemos descansar la economía, la pesca, la gastronomía...».

En esta oportunidad se centra en recorrer el litoral que va desde el norte de la demarcación hasta l’Ampolla. En concreto, la zona que comprende la arena de la playa y la franja marina hasta llegar a los 20 o 30 metros de profundidad.

Aunque es un libro accesible para todos los públicos, todas las afirmaciones se basan en investigaciones, especialmente del grupo TecnATox. «El libro ha sido un esfuerzo colaborativo tanto en lo que tiene que ver con el contenido como con las fotografías, yo lo que he hecho ha sido aglutinar», dice.

Entre los fotógrafos que colaboran hay nombres tan destacados como Rafael Pérez, Sergi Matilla, Jordi Benítez, Javier Medina, Raimundo Fernández, Jordi López, ‘Peri’ Gamo, Albert Otazu, Enrique Carrasco, Gabriel Quiroga y el mismo Folch, autor de muchas de las fotos.

Recueda el autor que «el mar Mediterráneo representa el 1% del océano, pero contiene el 10% de todas las especies marinas del planeta». Y la verdad es que viendo las imágenes submarinas del libro es casi imposible no sorprenderse.

Pero, una vez más nos recuerda: no es una foto fija. Y nos propone recordar, por ejemplo, las nacras, moluscos de impresionante tamaño ahora prácticamente desaparecidos de nuestra costa. «Antes podías verlas adornando la barra de cualquier bar», recuerda.

Y, por contra, allí donde desaparecen especies autóctonas están apareciendo especies invasoras. «En el litoral de Tarragona ya tenemos el alga asesina (Caulerpa taxifolia) que devasta y es tóxica». Esta alga coloniza las praderas de Posidonia oceánica.

Señala que «también están llamando a la puerta medusas que son atlánticas... Y nosotros estamos contribuyendo no haciendo nada por proteger las especies de posidonia y las poblaciones de peces de la costa», advierte.

Más que un sitio para chapotear

Pero si algo consigue Folch con su tono contundente es que no volvamos a bañarnos en la playa sin cambiar la forma como miramos ese espacio que algunos confunden con una simple piscina de agua salada.

«Cuando vas al mercado a comprar pescado de Tarragona gran parte de ese pescado, cuando es pequeño, vive en la playa, desde las sardinas hasta los peces planos. Muchos de esos peces que se pescan a más de 50 metros por el arrastre o con otras técnicas viven sus primeras fases en el espacio de las praderas de posidonia a poca profundidad, que es donde se reproducen. Por eso es tan importante cuidar este espacio... Al final no es una cuestión de romanticismo, es una cuestión de dinero, de economía».

Relata que durante el confinamiento del año pasado «quienes estamos acostumbrados a nadar vimos que había especies de peces como meros, dentones o doradas en muchísima más cantidad de lo habitual. Era como si hubiésemos hecho de golpe y porrazo una reserva marina de seis mese de duración. Esto nos enseña que el mar tiene una capacidad de regeneración extraordinaria... Pero no sirve de nada si luego pasa la pesca deportiva y se lo llevan todo», dice.

«Invierten solo en arena»

El biólogo lamenta que, pese a la dependencia que tenemos del mar en todos los sentidos, «en Tarragona en 20 años ha sido prácticamente imposible generar una sola zona de protección para ayudar a que las especies marinas puedan recuperarse». Señala que el Estado solo contempla como zonas protegidas una reserva de pesca delante de la costa de El Vendrell, el parque subacuático de Tarragona, «que son como dos campos de fútbol», y una franja delante de la central nuclear de Vandellòs por cuestiones de seguridad».

Señala que en la costa de Tarragona ya hay niveles de contaminación marina muy elevados a los que hay que sumar nuevas contaminaciones, como los plásticos, «que van a parar a lo que comemos».

Insiste en que estamos «en un sistema muy estresado y no estamos haciendo nada». Por ello cree que hay tres actores claves que tienen que ponerse ya manos a la obra. El primero, señala, «somos los que estudiamos y analizamos los datos y estamos levantando la voz».

En segundo lugar interpela a la ciudadanía que, asegura, «no puede permanecer ignorante de todo» porque, recuerda, la inmensa mayoría de la población vive de la costa.

Y, en tercer lugar, cita a los gestores, «que son los que pueden generar nuevas leyes, nuevas regulaciones y hacer bien su trabajo». Porque, de normal, «solo invierten en arena para poner la toalla».

No obstante, asegura, hay ejemplos que demuestran que hay otras maneras de hacer las cosas y cita las Islas Medas en la Costa Brava. Inicialmente se creó una zona de protección «y los pescadores pusieron el grito en el cielo, y hubo protestas...». Pero al cabo de los años han conseguido no solo ampliar la zona de protección y recuperar el ecosistema, sino hacer una oferta de turismo integrado.

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