Al otro lado de la autovía: La Floresta, La Albada y Parc Riu Clar

La Albada es un barrio reciente con viviendas unifamiliares y pisos nuevos. La flanquean La Floresta y Parc Riu Clar, con inmuebles envejecidos. A los tres les une su gente y su ubicación al otro lado de la autovía

19 mayo 2017 15:38 | Actualizado a 29 junio 2017 17:51
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Temas:

«Los tres barrios –La Floresta, La Albada y Parc Riu Clar– estamos muy unidos. Por ejemplo, organizamos los Reyes juntos. La Floresta es un barrio humilde, trabajador, luchador, emprendedor y solidario», presume el presidente de la asociación de vecinos, Miguel Cruz. Ese orgullo se repite en los tres barrios.

La Floresta y Parc Riu Clar tienen ya medio siglo de vida. La Albada, en medio de ambos, es uno de los barrios más jóvenes de Tarragona. Las primeras viviendas se estrenaron en el año 2001. El contraste entre los tres salta a la vida. La Floresta y Parc Riu Clar cuentan con inmuebles más envejecidos mientras que en La Albada hay 233 viviendas nuevas, 72 de ellas chalets unifamiliares.

Los tres barrios tienen un triple nexo en común. Uno: estar situados los tres solos a un lado de la autovía T-11, mientras que en el otro lado se ubican Torreforta, Campclar, Bonavista... Dos:que la mayoría de los vecinos de La Albada vivían en La Floresta o Parc Riu Clar y se han mudado al nuevo barrio cuando ha mejorado su poder adquisitivo. Y tres:la falta de pequeño comercio.

En La Floresta sólo hay cuatro bares y una peluquería. La cercanía de Les Gavarres y la zona comercial del Carrefour impide la rentabilidad de la tienda de toda la vida. «Con la llegada del Carrefour cerró todo», explica Miguel Cruz.

«Antes éramos una gran familia –sigue Miguel–. Ahora hay mucha inmigración, pero la convivencia es buena». «Los niños juegan de pequeños con los hijos de los que han llegado de fuera –interviene una vecina, Carmen López–, y viven con normalidad la diversidad cultural y racial. Los inmigrantes que viven en el barrio no son gente problemática».

Miguel y Carmen, como los vecinos de La Albada y Parc Riu Clar, aseguran que sus barrios son sobre todo «tranquilos», pero también plantean reivindicaciones. «Nos hace falta una cancha de baloncesto –defiende Cruz–. Los niños jugaban antes en el patio del colegio, pero instalaron barracones y ya no pueden. Ahora juegan aquí –señala la Rambla principal del barrio, peatonal– y molestan a los vecinos».

Carmen cree que «debería venir más la Guàrdia Urbana y vigilar a los incívicos. La gente deja la basura en cualquier lado. No recoge las cacas de los perros».

Ambos aseguran, al igual que los representantes vecinales de La Albada y Parc Riu Clar, que su situación ha mejorado desde que el PP entró en el gobierno municipal. «José Luis –en alusión al edil del PP José Luis Martín– es el que más ha hecho», sostiene Miguel. «Los del PP serán como son, pero no han fallado», coincide Kathy Maestre, de la asociación de vecinos de La Albada.

Una crítica común en La Flores, La Albada y Parc Riu Clar es la desaparición del concejal de barrio. Cada zona de Tarragona tenía un edil como referente, lo que facilitaba la interlocución. «No es que no hagan nada, pero tienes que hablar con unos u otros en función del tema. Antes venían a la asociación de vecinos y había más contacto», relata Miguel, que reclama también que se mejore el alumbrado.

En La Floresta residen unos 1.500 vecinos. Entre ellos, Montse Hernández y su hija, Gisela Gomera. Para Montse, La Floresta «no es un barrio conflictivo, pero tampoco es una balsa de aceite todo el tiempo. No hay ninguna tienda. Los mayores lo tienen difícil para ir a comprar. El barrio ha mejorado en los últimos meses. Han arreglado los jardines, por ejemplo».

Montse, Gisela, Miguel, Carmen y otros vecinos se enorgullecen de la zona de pistas de petanca. Primero, porque consiguieron que Fomento limpiase el solar. Y segundo, porque fueron los propios jubilados del barrio los que se encargaron de habilitar la zona. «La gente mayor se lo ha currado. Aquí la gente colabora», sentencia Gisela.

Barrios dormitorio

También se implican en la vida de barrio los jóvenes de La Albada, según asegura el presidente de la asociación de vecinos, Toni Chacón. «En las actividades que organizamos –aerobic, sevillanas, el Carnaval, clases de repasos de inglés para niños...– participan 180 familias», dice Toni.

El dirigente vecinal define La Albada como «un barrio supertranquilo, un barrio dormitorio». La única actividad se desarrolla en los concesionarios del barrio y en el único establecimiento abierto: el bar Can Joan.

Sus dueños son Juan Pérez y María del Pilar Ortega. María del Pilar considera que La Albada «no es un barrio de los que la gente sale a la calle o a comer. No se implican demasiado». El motivo –especifica Juan– es que sus vecinos han de afrontar la hipoteca de las casas nuevas mientras que en La Floresta o Parc Riu Clar ya han pagado el inmueble. La consecuencia es que en estos dos últimos barrios la gente dispone de más dinero de bolsillo para gastar en restauración.

María del Pilar recuerda que muchos de sus vecinos son «gente muy currita, gente de barrio (de La Floresta y Parc Riu Clar) que ha querido mejorar». Y cifra con exactitud en 519 las personas con derecho a voto. «Lo sé porque a mi hijo le tocó en una mesa. Eran 520 pero un vecino falleció». En total residen en La Albada un millar de personas.

Juan y María del Pilar creen que no se abrirán más negocios en el barrio. «La gente coge el coche para todo. Además, como tienen casas con todas las comodidades –como barbacoa– no salen», lamentan.

Can Joan está situado en la esquina de la principal Rambla de La Albada. Se respira tranquilidad, tal como cuentan los vecinos. En un extremo de la Rambla hay una pequeña zona infantil de juegos. En el otro, la parada del bus. Un poco más allá, una amplia zona boscosa, con otro parque infantil. Enfrente, el local de la asociación de jubilados, que comparten La Albada y Parc Riu Clar.

Durante la tarde, sólo se oye de fondo el rumor de los coches y las risas de los chavales que juegan a pelota. La hilera de concesionarios sirve también de aislamiento acústico del tráfico.

Una pasarela por barrio

La autovía tiene una presencia clave en los tres barrios. Hasta hace unos años, suponía una cicatriz que dificultaba el acceso a Camp Clar o Torreforta. Hasta que se construyeron tres pasarelas. Una por barrio. También les mejoró considerablemente la vida las rotondas de acceso y salida de la T-11.

Tres pasarelas que, para Toni Chacón, son «un exceso. Hay tres pasarelas en 700 metros. Nosotros propusimos que sólo construyeran la del medio y el dinero que se ahorraran lo invirtieran en mejoras para los tres barrios. No nos hicieron caso».

Chacón y otros miembros de la asociación de vecinos se muestran críticos con el Ayuntamiento y en concreto con el alcalde, Josep Fèlix Ballesteros. «El Ayuntamiento debería mejorar el mantenimiento. Las cosas se van estropeando... Llevo ya dos años de presidente y aún no conozco al alcalde», se queja Chacón. «Invierten en los Juegos del Mediterráneo pero los barrios estamos olvidados... Ballesteros es el hombre del ‘sí, sí’, pero no hace nada», asegura José Magán. «Ballesteros no aparece por aquí», reitera Kathy Maestre.

Un problema común a los tres barrios es el vertedero ubicado tras Les Gavarres. «Antes era una zona lúdica. La gente iba a correr o a pasear. Protestamos pero todo el mundo echa balones fuera. En esa zona echan carreras por la noche. ¿Por qué el Ayuntamiento no pone pilares de hormigón para que no puedan acceder los volquetes o los coches», pregunta Toni Chacón. Pese a las quejas, presumen de barrio y de accesos. «Somos el mejor barrio de Tarragona. Estamos a dos minutos del centro y del Joan XXIII», presume Magán.

Un pequeño descampado, con una pista de baloncesto, separa La Albada de Parc Riu Clar. La presidenta de la asociación de vecinos, Josefa Rodríguez, califica su barrio como «muy tranquilo y familiar». «Los niños pueden jugar en la calle sin ningún problema», explica otro vecino, Abilio Alarcón. Ambos coinciden en que la población autóctona del barrio es mayoritariamente de avanzada edad, mientras que la inmigración que se ha instalado está poblando poco a poco el barrio de niños.

Según Josefa, la apertura del Mercat Central ha supuesto también una mejora para su barrio: «La gente coge el bus en el mismo barrio y les deja en la puerta del Mercat. Compran en el Mercadona y de vuelta a casa».

Entre sus reivindicaciones, que se reparen las aceras, una mejor iluminación, marquesinas en las paradas del bus y que se arregle la pequeña ermita del barrio, «que se está cayendo a trozos», denuncia Josefa.

Aunque apenas cuenta con 400 vecinos, el barrio es muy activo. Los vecinos organizan un concurso de arroces, una calçotada, la castañada, la entrega de la rosa y el libro por Sant Jordi...

Josefa y Abilio alertan de que una pandilla de Campclar y Riuclar cruza la pasarela desde esos barrios y rompen cristales o cometen actos incívicos en Parc Riu Clar. Pese a todo, Abilio concluye: «No cambiaría Parc Riu Clar por ningún otro barrio».

Comentarios
Multimedia Diari