Alarma por la explosión de artefactos en quemas agrícolas en Tarragona

Los TEDAX de los Mossos darán charlas de prevención después de que a dos de ellos les estallaran un proyectil de artillería y dos granadas durante trabajos en el campo

19 marzo 2018 21:40 | Actualizado a 21 marzo 2018 18:42
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Las recientes explosiones de artefactos mientras dos agricultores de la Terra Alta quemaban restos de poda en sus fincas ha levantado la alarma sobre la peligrosidad de estas bombas candentes ochenta años después de haber sido fabricadas y lanzadas durante la pasada Guerra Civil.

Para intentar concienciar a los payeses sobre la necesidad de no tocar estos artefactos y alertar a los Mossos d’Esquadra, artificieros de la Policía Autonómica realizarán charlas para explicar a los agricultores qué hacer ante el hallazgo de una de estas bombas para que tomen conciencia sobre su peligrosidad.

Durante el año pasado, los agentes del Àrea TEDAX-NRBQ de la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Salou –cuyo ámbito de actuación es toda la demarcación de Tarragona– desactivaron o destruyeron un total de 41 artefactos explosivos, frente a los 104 del año anterior.

«Nunca se deben tocar, hay que señalizar la zona y llamarnos», asegura Carlos, sargento el Àrea TEDAX-NRBQ de los Mossos d’Esquadra, con más de 25 años de experiencia en desactivación de explosivos.

El material utilizado hace casi un siglo es muy diferente al actual, «el hierro usado para construir artefactos durante la guerra se oxidaba y se deterioraba. Por ello, un pequeño movimiento o golpe puede hacer activar el dispositivo de detonación».

La peligrosidad de estos artefactos lo demuestra el hecho de que sigan habiendo explosiones cuando los payeses proceden a quemar restos agrícolas, como ha ocurrido hace unas semanas en la Terra Alta. Hace unos años, el alcalde de La Fatarella resultó herido al explotarle un artefacto mientras quemaba ramas.

El pasado 14 de febrero, el vicepresidente de JARC (Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya) en Tarragona, Francesc Xavier Vela, quemaba rastrojos.

«Estaba con otro hombre y nos alejamos del fuego. Al cabo de un minuto escuchamos una gran explosión. Nos asustamos», reconocía al Diari.

Al día siguiente, un equipo TEDAX-NRBQ de los Mossos y otro del  GEDEX de la Guardia Civil se trasladaron al lugar y constaron que había explotado un proyectil de artillería, que se disparaban con los cañones. El agricultor explicó a los agentes que en otra finca de su propiedad en el término de Gandesa tenía otro proyectil desde hacía tiempo. 

Amplio dispositivo

Días después, los técnicos del TEDAX se trasladaron a la finca en cuestión. Como en cada actuación de este tipo se pone en marcha un amplio dispositivo de seguridad.

Por una parte se necesita del apoyo de más agentes de los Mossos d’Esquadra para controlar que nadie esté en la zona, ya sea que se acerque por un camino o bien se encuentre en el radio de acción.

Por otra parte, se precisa también de una dotación de bomberos ya que la explosión podría provocar un incendio. Y finalmente personal del SEM –con una ambulancia– especializado en situaciones difíciles, como puede ser heridos por explosiones o en manifestaciones.

El grupo de artificieros eran tres: un sargento y dos agentes. En cada intervención siempre está el Operador 1, que toma las decisiones. Dicho responsable es rotatorio y no depende de los galones. Él es el que manda en el dispositivo.

Mientras el sargento está con el resto del dispositivo, los dos agentes se acercan al artefacto explosivo. Está en un margen de la finca.

Tras inspeccionar la zona, el Operador 1 da permiso para que el grupo se acerque porque considera que no hay peligro. Se trata de un proyectil de artillería, de 105 centímetros de largo. Tiene como mínimo 400 grados de pentrita –un tipo de explosivo–. Se trata de una bomba alemana con la espoleta oxidada en el interior. 

El técnico desaconseja el traslado del artefacto a otro punto para su destrucción por el estado de deterioramiento, que podría explotar. Los miembros de los diferentes cuerpos de seguridad observan de cerca la bomba, para seguidamente alejarse de la zona y dejar trabajar a los artificieros.

Para proceder a su destrucción se cava un agujero en el suelo para depositar el artefacto. «Minimiza la explosión y también el ruido, que puede dañar a los pájaros», recalca el sargento.

A la bomba se le añade una pequeña carga explosiva, que se conecta a un detonador, que tendrán los agentes. Estos estarán agazapados detrás de un terraplén para protegerse de la explosión.

El resto de Mossos controlan los accesos, mientras que el dispositivo de emergencia está a punto. Después de tres sirenas, el sargento da el permiso para que el Operativo 1 pueda accionar el explosivo. Y así lo hace. En unos segundos, se oye el estruendo y el levantamiento de una gran polvareda. Los trozos de proyectil llegan a más de 150 metros de distancia. 

Los bomberos revisan un trozo que ha caído dentro del bosque. No hay incendio. Tras recibirse el permiso, el grupo se acerca al lugar donde estaba el proyectil. Sólo queda un agujero y algunos restos.

El dispositivo se da por finalizado. Pero llega el aviso de que a un payés que quemaba ramas sarmientos le había explotado una granada de mano –al llegar a la zona se supo que eran dos–. Y todavía quedaba una. Los bomberos tuvieron primero que remojar la zona y, como la granada estaba inestable, se explosionó allí mismo.

Confianza o desconocimiento

La confianza –y en algunos casos el desconocimiento de lo que se tiene en la mano o del peligro que representa– provoca situaciones surrealistas. En Tivissa había un agricultor que rompía las nueces con una granada, encima de una bomba de aviación.

En otros casos el individuo acaba en el psiquiátrico, como un vecino de Ulldecona que fabricaba explosivos con mezclas de diferentes componentes en el sótano.  En cada artefacto ponía cantidades muy pequeñas pero con un alto nivel explosivo.

Ahora, cuando se hacen limpiezas en las viejas casas, se encuentra mucha dinamita. También se hallan abandonados muchos cohetes antigranizada, que se han dejado de usar.

A veces, los artefactos se encuentran en lugares poco ortodoxos, como cuando se localizó una granada incrustada en el muro del castillo de Miravet, «tuvimos que bajar con una cuerda y, con un martillo, sacarla con mucho cuidado», señala el sargento.

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