Alejandro y Barcelunya

Alejandro Fernández toma mañana el relevo de García Albiol como presidente del PP en Catalunya. Tendrá una gran ocasión para evitar el centralismo que él tanto ha criticado

09 noviembre 2018 09:34 | Actualizado a 09 noviembre 2018 09:38
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El tarraconense Alejandro Fernández será nombrado mañana nuevo presidente del Partit Popular Català y, en consecuencia, próximo candidato de la formación conservadora para la presidencia de la Generalitat de Catalunya. De esta forma, Alejandro –de 42 años– tomará el relevo de un Xavier García Albiol que, por su parte, se centrará en recuperar la alcaldía de Badalona después de acreditar los peores resultados del PP en Catalunya, con sólo cuatro diputados en el Parlament tras las elecciones celebradas el pasado 21 de diciembre. 
Conozco a Fernández desde hace más de una década, cuando él –con apenas treinta años– ya ejercía de concejal de Promoció Econòmica del Ayuntamiento de Tarragona en el gobierno que en ese momento estaba liderado por Joan Miquel Nadal, tras el pacto que en 1999 firmaron la extinta CiU con el PP, y que duró hasta mediados de 2007. Ahora, con el paso del tiempo, parece impensable plantearse un ejecutivo de estas características, mientras que hace poco más de diez años se consideraba como el acuerdo «natural», con PSC, ERC e ICV formando el bloque alternativo. Cómo ha cambiado el cuento...   

Desde entonces, Fernández ha sido portavoz del grupo municipal popular en Tarragona, diputado en la Diputació, diputado en el Congreso, diputado en el Parlament y primer teniente de alcalde en la Plaça de la Font, además de presidente provincial del partido. Desde 2006 le he entrevistado en numerosas ocasiones y, puedo decir con seguridad, que hemos entablado una relación de confianza y de amistad que aún dura. En alguna de las entrevistas, por ejemplo, visité su domicilio del barrio en el que creció –Sant Pere i Sant Pau– y allí comprobé que es un enamorado del rock americano y del cine, además de una enciclopedia del mundo del deporte. 
Fernández es un político de pura raza, que estudió Ciències Polítiques y que cursó un máster en Comunicació Política. También es profesor asociado de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Lleva la política en la sangre. Sus entrevistas normalmente no duran demasiado, sino que mide sus palabras al milímetro, hasta el punto que es difícil sacarle un titular. 

En 2011 –aún sin Ciutadans en primer plano– tuvo su primera gran ocasión, cuando estuvo a punto de formar gobierno con la Convergència i Unió de Victòria Forns para repartirse la alcaldía de Tarragona, tras el empate a siete concejales de las elecciones municipales de ese año que casi dejan a Ballesteros en la oposición tras su primer mandato. Me cuentan que el acuerdo estuvo muy cerca, y que sólo la visita del entonces líder convergente Oriol Pujol frenó un pacto del que se llegó a poner por escrito su columna vertebral, con objetivos y reparto de carteras incluido. Era 2011, a las puertas del Procés, por lo que se antoja que ese hipotético gobierno no hubiera tenido demasiado futuro.    
Ahora, siete años después, Alejandro sí que da el gran salto, después de ejercer desde finales de 2016 como portavoz de los populares en la cámara legislativa catalana. Como tarraconense, creo que es bueno que haya representantes de la ciudad que ocupen cargos de máxima responsabilidad, que den una visión territorial en Barcelona. Ahora, el gran reto de Alejandro no será otro que cumplir con lo que había proclamado cuando era concejal de Tarragona: evitar la Barcelunya que él tanto puso de moda. 

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