Allognathus: El patrimonio natural de la Muralla de Tarragona

Unos 1.300 ejemplares protegen la fortificación romana. Es originario de Mallorca y ahora se estudiará su genética y biología

06 marzo 2020 16:40 | Actualizado a 06 marzo 2020 17:03
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Mide entre dos y tres centímetros y el dibujo de la concha le da la apariencia de una serpiente enrollada. Esto explica que el nombre común con el que se conoce el allognathus campanyonii sea caracol serpiente. Esta variedad autóctona de Mallorca se ha afincado en Tarragona y lo ha hecho en las paredes de la muralla, donde ha encontrado un hábitat que parece que le resulta favorable. ¿Desde cuándo? ¿Cómo llegó? Hay muchos interrogantes alrededor de su presencia, que se espera que en los próximos meses puedan irse despejando y que pueden ayudar a descubrir el patrimonio natural que rodea los sillares de la muralla.

Ferran Aguilar es el «culpable» del descubrimiento. Este profesional de la fotografía y apasionado de la naturaleza andaba paseando por el Casc Antic cuando se encontró con tres ejemplares. «Como naturalista piensas que es algo interesante», afirma. La inquietud que le generó este hallazgo, hace más de 25 años, no le ha dejado.

Aguilar ha compartido horas de observación e investigación con Txiqui López. Aunque poco a poco el círculo fue ampliándose e iniciaron los primeros contactos con historiadores y arqueólogos, que les proporcionaron una de las principales hipótesis que explicarían la presencia de este ejemplar en Tarragona. La base romana de la muralla es del modelo talayótico y los Escipiones, durante la Guerra Púnica, traían a especialistas e incluso materiales de las Islas Baleares. «A lo mejor estos caracoles pueden explicarnos muchas cosas sobre la historia y el intercambio comercial entre Tarraco y Mallorca. Sabemos que el tráfico era constante y que se habría introducido vía marítima», dice Aguilar.

Tarragona es la única localización peninsular en la que se ha detectado la presencia de estos animales, que forman parte del grupo de los moluscos. Tan solo los hay en la Bahía de Mallorca y en Cabrera y sus islotes. «Son localizaciones muy expuestas, por lo que realmente podemos decir que desde nuestra óptica corre riesgo», explica Txiqui López. Antiguamente también se detectó su presencia en la Catedral del Mar de Barcelona, en Sitges y en el sur de Francia. Allí han desaparecido por completo.

Espacios «muy limitados»

Aguilar y López se pusieron en contacto con el Ayuntamiento de Tarragona y en septiembre del año pasado se inició una primera fase de investigación. A través de esta, se ha podido conocer más sobre a dónde están y cuántos hay. A pesar de que se ha buscado su presencia en los otros monumentos romanos, solamente los hay en espacioso muy limitados y restringidos, como son la muralla y una parte de la Catedral. Por otro lado, se estima que la población sería de entre 1.200 y 1.300 ejemplares.

«Uno de los elementos que hemos podido constatar es que hay un enorme desconocimiento sobre la biología de estos animales», dice Aguilar. Se adaptan a los espacios muy secos y son rupícolas (viven en las rocas). Esto significa que se comen los líquenes de las piedras y que pueden estar meses, incluso hasta tres años, sin beber o alimentarse. «Se ha podido constatar que su presencia allí no afecta a la muralla, sino que, en todo caso, lo hace de forma positiva, ya que se come los líquenes», apunta Txiqui López.

El allognathus campanyonii Vivende dos a tres años y a diferencia de otras variedades, es una especie que no hace una gran cantidad de huevos para reproducirse. Pese a ello, la población no está eliminada. «Podríamos estar delante de un reservorio genético, en la que los ejemplares viven distribuidos de una forma muy colonial», explican estos investigadores.

Tras culminar la primera parte del trabajo de campo, Txiqui López y Ferran Aguilar se reunieron con el concejal de Patrimoni, Hermán Pinedo, quien en seguida se apasionó para seguir conociendo más sobre la presencia de este caracol en la muralla y daba luz verde a la segunda fase del proyecto. «Es muy importante, en primer lugar, para saber la relación del caracol con el legado romano, pero también es muy interesante a nivel medioambiental, ya que requiere unas condiciones de vida muy especiales y, por tanto, es un medidor ecológico», argumenta el responsable en materia de patrimonio del Ayuntamiento de Tarragona.

Así es que está a punto de iniciarse la segunda parte del proyecto de investigación. En esta va a profundizarse para dar una respuesta a las incógnitas que aún rodean la presencia de esta especie en la ciudad. «Hay que profundizar en aquellos aspectos biológicos y genéticos», avanza López.

El siguiente paso es la creación de una mesa multisectorial con malacólogos (especialistas en moluscos), biólogos, historiadores y arqueólogos. También está previsto que se sume el Govern Balear, ya que es un tema que ha despertado gran interés también en las islas.

¿Más especies?

Uno de los elementos que se va a comprobar es si en la argamasa hay restos de conchas de este caracol, lo que va a ser clave para determinar si realmente los caracoles llegaron en la época romana o lo hicieron posteriormente. A partir de la investigación podrían encontrarse nuevos indicios que permitan saber más datos sobre este vínculo entre Tarragona y Mallorca. Y es que, junto a la Muralla se encuentra también la alcaparra, un arbusto espinoso que también es autóctono de las Islas.

Ambos especialistas sopesan una tercera línea de investigación. En la Part Alta habita un escorpión «totalmente inofensivo» que habita entre las piedras. «Hay dos especies distintas, una de peninsular y la otra insular. ¿Otra casualidad?», se pregunta Aguilar.

El concejal de Patrimoni pone en valor que «las instituciones públicas y, en este caso el Ayuntamiento, puedan contribuir en la investigación». Defiende que, cuando se conozca el estudio, el siguiente paso debe ser «poner la información para que la gente lo conozca y lo respete».

El caracol mallorquín ha vivido protegido durante muchos años cobijado por las paredes de la muralla de Tarraco. Allí se ha reproducido y ha encontrado un hábitat que ha favorecido su reproducción. Su presencia contribuye a dar un nuevo valor al patrimonio arquitectónico. «Nos aporta una nueva visión que no existía ya que incorporamos un animal vivo que puede explicar muchas cosas», avanza Txiqui López. Por el momento, algunas escuelas ya han solicitado que les expliquen a los alumnos la información que se conoce hasta el momento. A partir de ahí, y con la información que se obtenga en la siguiente fase deberá estudiarse si hay que plantear una protección adecuada para que los caracoles puedan seguir reproduciéndose en los muros de Tarraco.

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