Alt Camp. La cuna de los castells y el calçot

Envuelto en una esencia llena de tradición reúne una gran diversidad de montañas, llanuras, valles, ríos, ermitas, masías, aldeas perdidos, pueblos y villas

06 junio 2018 16:07 | Actualizado a 06 junio 2018 16:19
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El Alt Camp es tierra de castells y calçots. Existe un gran corriente turístico motivado sobre todo por la calçotada, cocina típica y tradicional de la comarca. También por la atracción del espectacular monasterio de Santes Creus el cual forma parte de la reconocida Ruta del Cister. Pero este territorio, y sobre todo Valls, es conocido por ser la cuna de los castells, una tradición que mueve masas por toda Catalunya.

Los castells

Valls, la capital del Alt Camp se caracteriza por estar vinculada con los castells. El origen está en el antiguo ‘Ball dels Valencians’, uno de los que se realizaban en torno de las procesiones religiosas. Estos bailes finalizaban con una figura constituida por el levantamiento de una construcción humana, que con el tiempo fue alcanzando importancia, hasta independizarse del baile.

La evolución de este primitivo castell hasta la manifestación popular que hoy conocemos tuvo lugar en Valls, donde desde principios del siglo pasado se documenta la existencia de dos grupos de castellers rivales. Es por eso que esta ciudad es considerada cuna de los castells y la plaza del Blat, donde actúan la Colla Joves y la Colla Vella de los Xiquets de Valls, ‘kilómetro 0’ del mundo casteller.

Poco a poco, la fuerza de los castells se fue imponiendo y pasó a ser el protagonista indiscutible en las fiestas del Camp de Tarragona y del Penedès durante la segunda mitad del siglo XIX. Es en esta época cuando se consiguen las metas castelleras más importantes y por eso es conocida como la primera época de oro de los castells.

Monasterio de Santes Creus

A orillas del río Gaià encontramos el monasterio de Santes Creus, que fue el epicentro de una de las señorías monásticas más extensas e influyentes de la Corona de Aragón. Con una arquitectura sólida, grave y austera, la abadía refleja el modelo canónico de los monasterios del Cister.

Visitar Santes Creus es revivir un tiempo en que la pureza y el alejamiento del mundo se concretaban en un punto bien anclado en la tierra. Fundado en 1160, el momento álgido de Santes Creus fue entre los siglos XIII y XIV, por su estrecha relación con la nobleza y el linaje real. Los reyes Pedro III de Aragón y Jaime II el Justo y su esposa Blanca de Anjou fueron mecenas del monasterio y escogieron ser enterrados aquí, en dos mausoleos góticos junto al altar mayor.

Santuario de la Mare de Déu de Montferri

El pueblo de Montferri tardó más de setenta años en tener terminado el Santuari de la Mare de Déu de Montserrat. Tan solo seis años después de empezar con las tareas de construcción del santuario, las obras se tuvieron que detener por falta de financiamiento.

La obra es del arquitecto modernista Josep Maria Jujol, discípulo de Antoni Gaudí, que pudo ver cómo su proyecto se iniciaba en 1925 y quedaba suspendido durante décadas. Durante la Guerra Civil se dañó parte de la estructura y cayó al suelo a causa de una ráfaga de viento. En 1984 se retomó la restauración y consolidación del santuario, inaugurado en 1999.

Siguiendo la estela modernista, Jujol quiso establecer una conexión directa entre la ermita y la tierra, de manera que decidió optar por una textura que sugiriera los elementos del entorno natural que la rodeaban: las formas redondeadas de las rocas de la montaña de Montserrat .

Niu de l’Àliga

El Niu de l’Àliga y las Fonts del Glorieta son unos de los lugares más emblemáticos de las montañas de Prades. La excursión puede iniciarse desde distintos pueblos, ya sea desde Alcover, Mont-ral o L’Albiol. Es un lugar ideal para refrescarnos en verano, ya que es una ruta excepcional que sigue el cauce del río Glorieta, que ha formado distintas balsas y preciosas zonas de agua que hacen que este rincón sea uno de los más bonitos del entorno.

Campanar de Sant Joan

El campanario de la iglesia de San Joan es todo un símbolo de Valls. Su espectacular altura, 74 metros, lo convierte en el campanario más alto de todas las iglesias parroquiales de Catalunya y en un privilegiado mirador del Camp de Tarragona.

Desde el rellano de las campanas se pueden vislumbrar los pueblos y campos de hasta 5 comarcas diferentes. Las obras de construcción comenzaron en 1896. El autor del proyecto fue el arquitecto barcelonés Francisco Villar y de la ejecución de las obras se encargó el maestro Joan Oller. Durante la festividad de Santa Úrsula de 1897, el campanario nuevo fue bendecido en un acto que supuso un gran acontecimiento para la ciudad.

A lo largo de los años, la piedra caliza utilizada en la obra fue causante de un grave proceso de degradación de la estructura. Los trabajos realizados por la Comisión ciudadana y las aportaciones económicas permitió la restauración de toda la piedra de la parte superior de la edificación, mediante un trabajo laborioso que comenzó en 1984.

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