Aprender a caminar tras ganarle la partida a la Covid-19

Bonifacio (71 años, La Pobla de Montornès) ha pasado ingresado seis meses, dos en la UCI. Se recupera de las secuelas para llevar una vida normal. La pandemia obliga a reforzar los servicios de rehabilitación 

26 abril 2021 11:32 | Actualizado a 26 abril 2021 18:48
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«Me voy encontrando cada vez mejor. Camino con andador y puedo andar recto por el pasillo, con una persona delante y otra detrás, por seguridad», explica Bonifacio Rubio, de 71 años y vecino de La Pobla de Montornès (Tarragonès), que confiesa: «Yo he tenido fortuna, porque he salido adelante, pero también he peleado». Habla aún con la voz algo débil. Solo hace dos semanas que está en casa, reponiéndose con paciencia y esperanza del tremendo golpe de la Covid. 

Los tiempos hablan por sí solos de tan violento mal trago: enfermó el 24 de octubre, en plena segunda ola, fue ingresado en el Hospital de Santa Tecla, estuvo en planta, ya diagnosticado de coronavirus, durante una semana. El día 1 de noviembre ingresó en la UCI y al día siguiente fue intubado. Allí pasó casi dos meses, en estado muy grave, debatiéndose entre la vida y la muerte, hasta el 28 de diciembre. «Tengo vagos recuerdos, de cómo me lavaban los dientes, como me ponían el aspirador…», explica. De ahí, a finales de diciembre, tuvo un breve paso por planta hasta que quedó hospitalizado en el Sociosanitari Llevant, y ahí comenzó una larga estancia, marcada por la rehabilitación lenta pero segura, hasta que el 12 de abril, por fin, regresó a casa. En total, seis meses ingresado por las heridas del SARS-CoV-2.

«Voy mejorando poco a poco. Estoy bien de ánimos. He tenido suerte. Otros más jóvenes no lo cuentan»
Bonifacio Rubio. Paciente postCovid

Casos como el de Bonifacio suponen todo un desafío para los servicios sanitarios centrados en la rehabilitación. Terapeutas ocupacionales, logopedas, fisioterapeutas, masajistas y médicos en general tienen por delante meses de intenso trabajo para recuperar físicamente a los afectados graves, lastrados por las secuelas del virus o por la propia hospitalización de larga duración y sus efectos. 

Núria Serra, coordinadora de fisioterapia en la Xarxa Santa Tecla, atiende a domicilio a Bonifacio. «Llegó a casa con fragilidad, con mucha atrofia muscular por el postUCI y por tanto tiempo en cama. Los compañeros de UCI les intentan mantener la musculatura, pero no se puede hacer todo. Eso toca ahora», cuenta ella. Realizar las sesiones in situ, en sus casas, es fundamental. «Cuando llegan del hospital vemos sus carencias y necesidades, si pueden ir al lavabo, si se pueden duchar... Arranca ahí el trabajo para que las secuelas sean las mínimas y se adapten a la vida que llevaban antes», cuenta Núria. 

«Intentamos hacer que las secuelas sean mínimas y que el paciente recupere la vida que llevaba antes»
Núria Serra. Coordinadora de rehabilitación de la Xarxa Santa Tecla

A Bonifacio el virus le impactó de gravedad, en buena parte porque había tenido en el pasado afecciones respiratorias. Hace más de 30 años tuvo que ser operado de un pulmón. Su propio caso ilustra bien la incertidumbre de esta enfermedad: su madre, de más de 90 años, pasó la Covid-19 de forma mucho más leve. Pese a eso, las secuelas de Bonifacio son más motoras que pulmonares. «No es un enfermo propiamente respiratorio. A otros sí se les hace más esa terapia pulmonar, el control de la disnea, del ahogo, procurando que el pulmón esté bien ventilado, drenando las secreciones. Bonifacio tiene parálisis periféricas y mediante ejercicios de fuerza y balance articular y electroestimulaciones intentamos que se vaya recuperando», cuenta Núria Serra. 

El resultado, por el momento, es bueno. «Vamos poco a poco. Pacientes así lo han pasado muy mal y cuando vuelven a casa, están tranquilos. Eso ya es mucho. Empieza a caminar con un bastón, estamos subiendo escalones…», dice Núria. «Aprendo a vestirme, hago gimnasia con los dedos de los pies, con las piernas. Me tumbo y levanto el cuello para coger más equilibrio. Me dan corriente para fortalecer el músculo. Hago ejercicios con la mano izquierda que tengo inutilizada. Y en la pierna también tengo menos fuerza», explica él. 

Manuel Valdés, médico del servicio de rehabilitación de la Xarxa Santa Tecla, sostiene que Bonifacio padece una «debilidad adquirida en UCI, con unas secuelas típicas del paciente que ha estado en intensivos, intubado, y ahora sufre un déficit de fuerza muy severo», a pesar de que «a nivel pulmonar se ha ido recuperando bastante». 

Al menos un año de sesiones

Hay pacientes que sufren fatiga durante muchos meses pero en otros casos como el de Bonificacio lo principal es adquirir fuerza física. «Tiene la musculatura y los nervios periféricos afectados, porque al estar tanto tiempo en cama no se movía apenas. En la UCI y en planta se hacían ejercicios y electroestimulación y ahora se trata de seguir con eso», apunta Valdés, que cree que el proceso va para largo: «Nos marcamos un año para seguir progresando y hacer un balance. Puede ser que al final quede alguna secuela, como algo de menos fuerza». 

Cada paciente es un mundo. Hay que adaptar las sesiones a su estado de salud pero también a sus requerimientos. «Atendemos sobre todo a pacientes de más de 70 años, pero puede haber de todo. A esas edades quizás no se necesita tanto para hacer vida normal. El paciente mayor es más frágil pero para su día a día puede recuperarse bien porque lo que quiere es dar un paseo tranquilo, estar por casa, y no tiene una gran exigencia. Es distinto, por ejemplo, de alguien que tiene 50 años, que quizás sufre problemas respiratorios no tan discapacitantes pero que le impiden trabajar», añade Núria Serra. 

«Estamos contentos. Nos queda trabajo por delante pero lo peor ha pasado»
Vanessa Rubio. Hija y cuidadora de Bonifacio

Bonifacio, muy popular entre los vecinos, no necesitará esa rehabilitación tan exhaustiva, puesto que ya está jubilado. «Hasta los 23 años fui sastre y luego me dediqué toda la vida a la hostelería, llevando un bar», recuerda él. Subir las escaleras de su casa en La Pobla de Montornès y llevar una vida sencilla en el pueblo serán sus cometidos a medio plazo. Tanto él como su familia los afrontan con entereza y ganas. «Lo hemos pasado mal. Sabemos que queda trabajo por delante pero está en casa y ha pasado lo peor», explica Vanessa Rubio, su hija, que vive con él, y rememora el calvario: prácticamente dos meses sin verle y ese recuerdo de una videollamada el día de Navidad, justo cuando Bonifacio acababa de salir de la UCI. Toda la familia está muy agradecida a los sanitarios que les han atendido. «Estoy contento, bien de ánimos, al fin y al cabo, y pese a todo, yo he tenido bastante suerte, porque otros más jóvenes no lo cuentan», zanja Bonifacio.

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