Aumenta la presencia de mendigos en las calles de Tarragona después de la crisis

Cada cien metros se puede encontrar una persona pidiendo dinero en el centro de la ciudad. Los principales puntos son la Rambla Nova, la calle Ramón y Cajal y la Plaça Corsini

19 mayo 2017 15:26 | Actualizado a 23 mayo 2017 10:33
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No solamente es una percepción; también es una realidad: el número de personas que piden dinero se ha incrementado notablemente en el centro de la ciudad de Tarragona. Cada cien metros aproximadamente se puede encontrar a una persona sentada en el suelo o en la repisa de cualquier tienda, acompañada de un cartel y de un gorro donde dejar las monedas. Es un fenómeno extraño, ya que todo parece indicar que la crisis económica está desapareciendo. Según fuentes de la Guàrdia Urbana, no es fácil saber cuántas personas se encuentran en esta situación, ya que, en muchos casos, se trata de transeúntes que están de paso por la ciudad. En un recorrido llevado a cabo ayer se pudo ubicar al menos a una docena de personas pidiendo limosna, repartidas por distintos puntos de la ciudad, como por ejemplo la Rambla Nova, la calle Ramón y Cajal, Canyelles, la Plaça Corsini y la calle Unión.

Según fuentes de la Guàrdia Urbana, hay distintos tipos de mendigos. Existen los llamados crónicos, que llevan años pidiendo limosna en la misma zona. Estos tienen una buena relación con los vecinos que, en alguna ocasión, también les ayudan dándoles comida, ropa o dinero. De los mendigos llamados crónicos, la Guàrdia Urbana tiene ubicados unos cuatro o cinco en la ciudad. También se pueden encontrar personas extranjeras que practican la mendicidad en Tarragona y que se encuentran de paso. Por último, están las mafias, que es la tipología de mendigos que más preocupa a la policía y que empiezan a notarse en la ciudad durante la Semana Santa y en la temporada de verano.

Se trata de grupos organizados que transportan en coche a personas con necesidades económicas –mayormente de nacionalidad rumana y que viven en Constantí– y las reparten por distintos puntos de la ciudad. Al final de la jornada, cuando han conseguido el dinero suficiente, les recogen y les devuelven a casa. Estos grupos organizados tienen más presencia durante los meses de verano y la intención es conseguir la limosna de los turistas. Hace unos años, estos grupos se encargaban de traer personas al centro de la ciudad para que vendieran pañuelos o limpiaran cristales en los semáforos.

Una práctica ‘molesta’

Entre los tarraconenses se puede percibir que la mendicidad molesta y crea una sensación de inseguridad. «No entiendo por qué la policía no actúa ante las acciones de los mendigos. Hay algunos que son agresivos y que da miedo encontrarse con ellos», explica Rosa Pérez, vecina de la Rambla Nova. Pero también existe la otra cara de la moneda: aquellos vecinos que se encariñan con el mendigo crónico y le ayudan a subsistir.

Lo cierto es que la mendicidad no es una actividad legal en Tarragona; se considera una falta leve, que se contempla en la ordenanza de convivencia ciudadana. Pero, por el momento, no hay una ordenanza específica para la mendicidad. La Guàrdia Urbana, por su parte, solo actúa cuando el indigente es agresivo, cuando hay muchas quejas ciudadanas o cuando los propios agentes se percatan de que existe una situación que podría ser delito. «Hay una especie de vacío legal que solo nos permite tenerlos controlados», explica un agente de la Guàrdia Urbana.

Según fuentes de la policía, actualmente en Tarragona existen algunas personas que practican la mendicidad para poder hacer frente su adicción a la heroína. El modus vivendi de estos jóvenes pasa por dormir en unos terrenos situados cerca de Campclar. Cuando se levantan, andan en dirección al centro de la ciudad. Si por el camino se encuentran algo de chatarra para vender, lo aprovechan, y si no, llegan hasta Tarragona, donde empieza su ruta. Cuando consiguen un poco de dinero vuelven otra vez al solar de Campclar, donde consumen su dosis de heroína. Y así tres o cuatro veces al día, según explican fuentes policiales.

En las terrazas

Desde hace unos años, la mendicidad en las terrazas de bares y restaurantes también va en aumento. «Son siempre los mismos y no son muy insistentes, aunque a veces tenemos que decirles que no molesten más a los clientes porque se ponen delante de las mesas a pedir», explica la propietaria de un restaurante de la Plaça Corsini, quien destaca que «nos hemos dado cuenta de que hay indigentes que tienen exclusividad en la zona. Nos da la sensación de que se organizan para no coincidir en los lugares».

El joven Antonio –nombre ficticio, ya que quiere mantenerse en el anonimato– es una de las personas que ejerce la mendicidad en las terrazas de los bares y restaurantes del centro de la ciudad. «Pido desde hace seis años y ya se ha transformado en mi estilo de vida», comenta. Por problemas familiares, el joven tuvo que irse de su pueblo y ha estado pidiendo limosna en Valls, Reus, Barcelona y, ahora, en Tarragona.

«No me hubiera imaginado nunca acabar así. Yo tenía mi trabajo y mi familia. Me gustaría dar un giro a mi vida, pero es muy complicado», explica.

Antonio tiene problemas con las drogas. «En las terrazas me encuentro gente muy agradable. Supongo que prefieren que pida dinero a que robe. También me encuentro con personas que no entienden mi situación», explica Antonio.

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