Baños de barro que alivian dolores y regresan a la infancia en Tarragona

Los mayores que participan en los programas de Creu Roja tienen la oportunidad de ir a un spa natural para mejorar su salud

29 julio 2018 14:55 | Actualizado a 02 agosto 2018 12:02
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La imagen final es la de un grupo de señores sonrientes en bañador embadurnados de barro de arriba abajo. Son participantes de los programas para mayores que lleva a cabo Creu Roja de Tarragona y aunque parecen niños en plena travesura, en esta piscina de barro han encontrado mucho más que diversión.

La escena tiene lugar en el Espai de Benestar, el spa natural del Hort de la Sínia, en La Móra-Tamarit. La intención, cuenta Beatriz Torredemer, técnica de Gent Gran de Creu Roja, es que los usuarios, algunos de los programas de atención a domicilio y otros de los de envejecimiento activo, mejoren su movilidad. Se busca, además, que aprendan más sobre como cuidar de su propia salud.

Explica Núria Cosialls, coordinadora del spa, que antes del baño de barro se realiza una charla para explicar las propiedades del material, como por ejemplo la capacidad que tiene de bajar la temperatura corporal, lo que, a su vez, ayuda a mejorar la inflamación. 

Venciendo prejuicios

En esa primera parte se les explica cómo hacer una cataplasma de arcilla y como se utiliza. También cómo hacer una mascarilla facial o como usar el barro en las picaduras de insectos.

Después llega el momento de comenzar a ensuciarse un poco. Con las cataplasmas se experimenta cómo es la textura y la temperatura. Cosialls reconoce que si es la primera vez puede que haya un poco de reparo, aunque no es algo que le suceda exclusivamente a las personas mayores.

Pero una vez en la piscina la mayoría termina metiéndose en el barro y ayudando a los compañeros a embadurnarse. Eso sí, se respetan los ritmos y límites de cada uno. Además de ayudar a aliviar dolores, apunta, se trata de una actividad grupal y lúdica. «Este momento les saca de su historia personal donde probablemente hay dolores, preocupaciones familiares, problemas de soledad...».

Han tenido usuarios de hasta 92 años, y uno de los comentarios que les hacen con frecuencia es:   «Nunca pensé que con mis años probaría una cosa nueva».

El taller con el barro se hace en los días de más calor, pero también realizan otros de plantas medicinales y con agua a diferentes temperaturas a lo largo del año. Justo en uno de estos últimos tuvo lugar uno de los momentos que Torredemer más recuerda, el de un usuario que llevaba cinco años sin poder cerrar la mano para coger objetos. Después de una sesión pudo volver a hacer el movimiento. «Se nos puso a llorar, fue muy emocionante», relata.

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