«Busco piso para ocupar. Me da igual cómo esté, lo puedo arreglar, mantener, pintar, lo que sea. Urgente. Pago. Coma-ruga, El Vendrell, Calafell, Segur, Cunit». Es solo una muestra. Internet se ha convertido en un hervidero de personas desesperadas que buscan, sin remilgos, en el mercado de las mafias, que a su vez se aprovechan de esas situaciones límites para hacer negocio.
El reclamo es directo y se ve en un simple y rápido rastreo en internet: «Hola, compro llave de casa de ocupa. Somos una pareja con dos hijos en Coma-ruga o alrededor de Calafell. Propiedad de banco. Pago 1.000 euros y un poco más. Me urge. Anuncio serio». La chica reconoce, al otro lado del teléfono, la situación: «Pagamos 700 euros de alquiler. Se nos acaba el contrato ahora. Queremos uno más barato pero hasta que no nos salga, queremos irnos de ocupas, aunque también buscamos por inmobiliaria desde hace tiempo. Todo está muy caro».
Buscan, aunque sea temporalmente, un piso de banco vacío, cuyo acceso puedan comprar o al menos, lograr mediante un alquiler, pagado a un intermediario, siempre en negro, por supuesto.
«Busco piso de ocupa en Reus». Es otro ejemplo de las barbaridades inmobiliarias actuales, al amparo del mercadeo de casa vacías, generalmente de entidades financieras. Proliferan anuncios como este: «Busco piso de ocupa en Reus por algún precio aceptable, urgente, aunque sea pequeño. Es sólo para mí. Tengo 22 años».
Este interés vecinal por tener un techo existe, así que también la otra parte, la que suministra estas viviendas, saca tajada. Ya no se trata de una ocupación por necesidad. Ahora intervienen intermediarios, cazadores de pisos vacíos, que son bandas organizadas o buscadores solitarios que ofertan un lugar barato en el que vivir durante unos dos años, aproximadamente el tiempo en que suele demorarse una sentencia para ejecutar un desahucio.
Los precios son variables. Se sitúan entre los 200 y los 300 euros de alquiler, siempre en negro, o los 1.500 por entregar las llaves de forma definitiva. Cada caso es un mundo en el colmo del delirio inmobiliario más oscuro: pagar a terceros una cantidad por vivir en un piso que es del banco.