Carmen Marte: «Salieron costureras de debajo de las piedras»

Desde que levantó de nuevo la persiana, esta modista de Tarragona no para de hacer arreglos y de confeccionar mascarillas. «Vimos lo que pasa si todo se fabrica fuera»

24 mayo 2020 18:40 | Actualizado a 25 mayo 2020 07:45
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Carmen Marte todavía no había reabierto su mercería en la Rambla Francesc Macià cuando ya le estaban llamando de todas partes para comprar elásticos e hilo para hacer mascarillas. Quienes tenían una máquina de coser se pusieron manos a la obra y, quienes no, también tiraron de aguja y dedal. «Salieron costureras de debajo de las piedras», cuenta sonriente.

Y es que, tal como sucedió con la gente que se lanzó a elaborar pan en casa, muchos fueron los que se pusieron a coser mascarillas domésticas ante la escasez de este elemento de protección en las farmacias.

Carmen, como muchas otras costureras, también se lanzó a hacer mascarillas altruistamente para el personal que debía estar esos días trabajando de cara al público. Hizo 200 en una semana. «Yo creo que una de las cosas buenas que nos ha dejado esta crisis es el habernos dado cuenta de lo que pasa si dependemos de que todo lo que necesitamos se fabrique fuera», señala.

El furor de los arreglos

Una de las peculiaridades del confinamiento fue que pilló en pleno cambio de estación. Además, el hecho de tener más tiempo libre, animó a a la gente a hacer el cambio de armario y a ver qué prendas necesitaban un arreglo. «Además, cuando nos quitamos el pijama, nos dimos cuenta de que teníamos unos kilitos de mas», explica.

Así, apenas pudo abrir, en la fase 1, ya habían clientes esperando para los arreglos. Eso sí, ahora el funcionamiento ha cambiado por completo. Desde que volvieron a subir la persiana piden a los clientes que entren al local con mascarilla y, como máximo, de dos en dos. Además tienen a mano el gel hidroalcohólico.

También piden que traigan las prendas lavadas de casa y, a ser posible, marcadas. En los casos en que los clientes se las tengan que probar para tomar medidas pasan al probador que es desinfectado cada vez. Todas las prendas se dejan dentro de una bolsa durante 24 horas y luego se desinfectan con una máquina de vapor industrial.

Igual que pasó en 2008, Carmen cree que la crisis económica que seguirá a la sanitaria hará que muchas personas se lo piensen más antes de tirar una prenda.

Lo que sí ha cambiado desde la crisis anterior, explica, es que ha aumentado la cantidad de gente que decide reparar o remodelar su ropa por conciencia ambiental, para consumir menos y reciclar más. «Y también habrá los que reciclan no por convencimiento sino porque no tienen los medios para comprarse una prenda nueva», reconoce.

No obstante, Carmen no se engaña, la gran mayoría de quienes acuden a comprar lanas, botones y material de costura, son personas mayores. «La gente cada vez tiene menos tiempo para coser», señala.

Ella misma, antes de abrir la mercería, regentaba un taller que estuvo en funcionamiento durante doce años y que fue el puro reflejo de la evolución del mundo de la moda. Primero se dedicaban principalmente a la confección de prendas para empresas locales, pero, poco a poco, toda la producción comenzó a trasladarse fuera de España. Al final hacían sobre todo arreglos, tanto para particulares como para tiendas, pero tuvo que echar el cierre porque sus trabajadoras se fueron jubilando y se hacía muy difícil encontrar personal calificado.

Pero, con todo, de vez en cuando le sorprenden algunos niños y jóvenes interesados por la costura. Ella, de hecho, dicta cursos y talleres que no sabe, dadas las circunstancias, cuando podrá retomar. En ellos ha enseñado a coser a niñas y niños de 8 y 9 años que aprenden, por ejemplo, a hacerse sus propios disfraces.

También reconoce que igual que el programa ‘Master chef’ ha hecho que mucha gente se ponga a experimentar en la cocina, el concurso ‘Maestros de la costura’ también ha conseguido que muchos se animen a probar con las telas, «aunque se dan cuenta de que no es tan fácil como hacerse un vestido en una hora».

Mascarillas que combinen

Pero, más allá de los arreglos, Carmen está saliendo adelante gracias a las mascarillas que hace por encargo. «Soy autónoma, necesitaba pagar el alquiler y los gastos», dice. También tiene un pack de tela homologada para que la gente pueda hacerlas en sus casas, aunque reconoce que los clientes prefieren comprarlas ya hechas. Hay telas y tamaños para elegir, y también las bordan al gusto. Están teniendo especial éxito las de niños, porque en las farmacias no es fácil encontrar de su talla.

A la necesidad de protegerse, apunta, enseguida seguirán las ganas de que las mascarillas se conviertan en un accesorio de moda más. Una clienta, sin ir más lejos, ya le ha traído telas para que le haga mascarillas que le combinen con toda la ropa.

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