(Casi) nadie vuelve a casa por Navidad

Los tarraconenses en el exterior viven una odisea para regresar. El precio y los plazos de las PCR, las cuarentenas o las limitaciones hacen desistir a muchos, que se ven «abandonados»

04 diciembre 2020 17:52 | Actualizado a 06 diciembre 2020 10:27
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Sílvia Font, natural de Riudoms y residente desde hace siete años en Nijmegen (Holanda), cuenta con no venir este año a casa por Navidad. «Lo decidiremos a última hora, pero ahora mismo nos inclinamos por no ir», confiesa. Son demasiadas las restricciones de este año para hacer las maletas y ver a la familia. «No tendremos libertad para ver a todos o para hacer las cosas que hacíamos antes y por eso no le vemos sentido», cuenta.

A eso se añade el peaje necesario de las PCR, una incomodidad evidente pero también un obstáculo económico. «La PCR es algo bastante clave a la hora de tomar la decisión, no tanto por mí y mi pareja, sino por las hijas. Tengo dos niñas, una de cuatro años y otra de nueve meses. No queremos hacerles pasar por eso». 

Además influirá inevitablemente ese desembolso que puede costar de asumir. En ese punto de los Países Bajos hay que pagar 100 euros por cada test; esa tarifa, en un hogar de cuatro personas, incluyendo otra prueba a la vuelta, puede disparar la factura de la visita familiar navideña más allá de los 800 euros. «Todo influye y ahora estamos más cerca de no ir y de retrasar el viaje a la primavera. Cogimos los billetes de avión con la opción de poder cancelar o cambiarlos. Dejamos la puerta abierta pero no creo que viajemos. Y eso que tenemos muchas ganas, porque gran parte de mi familia no conoce a mi hija pequeña», explica Sílvia, que le pone voz a la complicada situación que viven los miles de tarraconenses que residen en el extranjero. 

Este año, ese célebre eslogan del imaginario popular del familiar que vuelve a casa por Navidad no se va a cumplir en buena medida. En tiempos de pandemia, el reencuentro familiar –emocionalmente quizás más necesario que nunca– va a ser un lujo, porque las trabas son diversas. Una PCR, imprescindible para la ida, ronda en muchos lugares de Europa los 130 euros, que se doblarían en el caso de tenerla que hacer al regreso y que suele superar el coste del vuelo en avión. 

Los plazos de tiempo también complican la logística. La prueba estrella del diagnóstico de Covid-19 tiene que hacerse dentro de las 72 horas previas al viaje en avión, una misión casi imposible en algunos lugares, con los laboratorios clínicos saturados. En ocasiones, los interesados tienen que hacer más de 40 kilómetros hasta encontrar un lugar donde den cita. La cuarentena a la vuelta es otro hándicap, porque supone que, según el empleo, tengan que perder dinero en el caso de que no puedan hacer teletrabajo. 

Las escasas libertades en España para ver a familiares y amigos, las limitaciones de reunión en las comidas de Navidad o las eventuales cancelaciones de vuelos convierten en una odisea el retorno. Algunos tarraconenses expatriados lamentan sentirse olvidados porque consideran que el regreso a casa debe ser un derecho, y se quejan de las dificultades. Otros se resignan y buscan alternativa con amigos para pasar lo mejor que puedan estas fechas señaladas y postergar unos meses la visita. 

«Los laboratorios para las PCR están colapsados»

 

Su tuit se viralizó: «Somos muchos los que estamos colgados en países sin poder hacernos la PCR para volar y que sea justo 72 horas antes. No hay citas previas, en el Reino Unido-Manchester al menos. Además, tenemos que pagar 120-150 libras por las pruebas». Mar Olivella (27 años, Montbrió del Camp), licenciada en Publicitat i Relacions Públiques por la URV, vio cómo su denuncia empezó a ser compartida: «Gracias a todo el revuelo, hay gente que me está ayudando y he podido encontrar un laboratorio pequeño de un pueblo en el que tenían citas previas disponibles. En principio, garantizan tener el resultado el día antes, pero tienes la duda de que la prueba no sea concluyente, o la tengas que repetir y entonces te quedes en tierra». 

«Hay una inseguridad total»

Mar, que trabajaba en una multinacional de turismo, tiene previsto volver a casa por Navidad para ya establecerse definitivamente, porque se quedó sin trabajo. Ello no quita la tremenda odisea que viven los que, como ella, quieren volar por estas fechas: «Hay una inseguridad total. Buscas laboratorios para hacerte las pruebas pero no sabes si son fiables. Algunos te hacen pagar antes. Alrededor de las grandes capitales como Manchester o Londres todas las citas previas están agotadas. Yo tengo que ir a hacerme la PCR a 40 kilómetros y no tengo coche. Suerte que tengo un amigo que me puede llevar». A eso se añade la competencia brutal por los test –saturación en los laboratorios y precios que rondan las 300 libras por un resultado rápido–, además de la incertidumbre para volar, ya que las aerolíneas son propensas durante estas semanas a cambiar los vuelos de día.  

«Si viajo, al volver tengo que hacer cuarentena y mi trabajo es presencial»

 

«He decidido no volver. Soy profesora. Me podría hacer el test con algún laboratorio o compañía aérea y llegar a España sin problema, pero al volver tendría que hacer cuarentena y no podría porque mi trabajo es presencial», explica Míriam Magre, una vallense de 36 años que lleva uno en La Haya. Ella, licenciada en Biología y con un máster en educación, declina regresar durante esta época por ese impedimento logístico pero también hay una razón de fondo, que tiene que ver con su propia manera de actuar: «No he vuelto a casa desde hace un año porque quiero ser responsable y sigo con esa misma filosofía. Pienso que la Navidad es un día más, que cuando vuelva lo celebraré igual con la familia».

Míriam prefiere resguardarse, tanto para no poner en peligro a su familia como a su entorno educativo. «Si vuelvo de visita a Catalunya, querré ver a amigos, a familia... Luego volveré y yo doy clase a 40 alumnos, con lo que eso comporta. Creo que es asumir demasiados riesgos. Prefiero ser cauta y actuar más en global, que no ser egoísta y pensar en volver a toda costa porque deseo ver a la gente que quiero», cuenta ella, que antes de emprender su aventura en los Países Bajos estuvo cinco años trabajando en Estados Unidos. «Tenía ganas de salir fuera y de probar un sistema educativo diferente», explica, al tiempo en que diseña ya una Navidad lejos de casa, bien acompañada de amigos pero igualmente con muchas precauciones: «Me quedo aquí pero también con restricciones en las relaciones y en las reuniones. Iré con cuidado... ¡Ah! ¡Y mi padre me enviará una caja con turrones! Eso también ayudará». 

«Emocionalmente necesito regresar pero no me lo puedo permitir»

 

Cèlia Carmona (32 años, Reus), diplomada en ingeniería química en la URV, baraja estos días si cancelar su vuelo previsto. No le salen las cuentas. «Tengo que hacerme una PCR. El problema es el coste, 130 euros, pero no es solo eso. Al volver, Alemania me obliga a hacer cuarentena, y puedo elegir entre cinco días más una PCR o diez días. Yo trabajo presencialmente y no puedo hacer ‘home office’. Ya he mirado y he visto que yo no cobraría durante esta cuarentena, así que me encuentro en una situación muy complicada, estoy entre la espada y la pared. Yo quiero volver a casa porque lo necesito emocionalmente pero me supone un gran gasto económico».

La normativa dice que ella habrá ido a un país de riesgo y, por tanto, se ha expuesto a las consecuencias, con lo que no cobraría ese periodo de tiempo. «No encuentro lógico que para ir tenga que hacerme la PCR y al volver la cuarentena. ¿Por qué Alemania y España no tienen las mismas leyes? ¿No son dos países de la UE?». El dispendio en PCR supera a los 120 euros del vuelo, ida y vuelta. Cèlia se decanta más bien por quedarse en Mainz, donde vive. «No sé qué hacer, me esperaré para tomar la decisión», cuenta, resignada: «En mi entorno, la mayoría se irá a otros puntos de Alemania con su familia. Los de fuera nos reuniremos todos juntos, dentro de las limitaciones, para intentar pasar la Navidad lo mejor posible». 

«Nos sentimos ninguneados. Volver al país debería ser un derecho»

«Creemos que estamos ninguneados y hay gente que está muy quemada. Nos sentimos prácticamente exiliados, cuando en muchas ocasiones no estamos fuera por gusto, sino para trabajar, para necesidades básicas. Volver al país debería ser un derecho y vemos que no se nos tiene en cuenta», se queja Jaume Mulé (29 años, Reus), ingeniero de software que lleva cinco años en Amsterdam (Holanda). Allí vive junto a su pareja, Oihane Vázquez (26). Ambos están entre las voces más críticas de este tipo de situaciones.

Denuncian las dificultades con las que se encuentran a la hora de planificar el regreso: «Aquí las PCR son gratuitas pero no incluyen el certificado para viajar, así que no funciona para coger un avión. Te tienes que buscar la vida, ir a laboratorios privados. No sabemos si todos son fiables, si te garantizan los resultados en el plazo que toca… Además, algunos vuelos se cancelan y se mueven. Conozco a mucha gente que no puede hacer eso, que no se puede arriesgar porque todo es una gran incertidumbre. Nos da rabia, porque realmente no se facilitan las cosas a la gente que, simplemente, quiere volver unos días a su casa, con su familia. No es viajar por viajar».

A eso se añade un coste económico no siempre asumible. «El vuelo de ida y vuelta me cuesta 150 euros, más la autopista, desde El Prat hasta Reus. Y, además, los 130 euros que te vale la PCR». Para el viaje y para el propio test hay que moverse con antelación. Jaume y Oihane prevén poder viajar finalmente, pero admiten que van a estar en la incertidumbre hasta el último momento. 

«He decidido no moverme por la situación. Será una Navidad 2.0»

«He decidido no moverme porque la situación está muy complicada, con las restricciones, las PCR, tener que estar en cuarentena, no poder disfrutar de tiempo de calidad con la familia... Prefiero verles de otra manera, en otro momento, aunque sea más adelante, y hacerlo mucho mejor. Además, tendría pocos días libres y no me gusta moverme en avión, con lo que el viaje se haría más complicado», reconoce Jordi Pros (31 años, Sant Jaume dels Domenys). 

Licenciado en periodismo por la URV, vive actualmente en Leiden, a una hora en tren de Amsterdam, en Holanda. En su caso, la decisión ya tomada viene provocada por la pandemia pero también por su propia labor y circunstancias en el extranjero. «Volver a casa sería interrumpir un poco el proyecto en el que estoy. En enero, antes de que explotara la pandemia, decidí ir en busca de la aventura, visitando diferentes países de Europa, viviendo en sitios donde me dan alojamiento a cambio de colaborar, por ejemplo», cuenta. La Covid-19 se convirtió entonces en una oportunidad para este freelance de fotografía y vídeo. «En un momento dado me planteé retratar las calles de la Europa del coronavirus, en aquellas ciudades por las que pasaba», relata Jordi. Antes de recalar en Holanda, pasó por Andorra, Francia o Luxemburgo, donde estuvo tres meses confinado en un pueblo de 15 habitantes. «Ya tengo asumido que esta será para mí una Navidad 2.0», zanja Jordi. 

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