Chinchilla, el fotógrafo de leyenda de Tarragona

Los Chinchilla han plasmado la vida de TGN. Ramón, el último de la estirpe, está jubilado, pero sigue al pie del cañón

25 agosto 2021 17:20 | Actualizado a 30 agosto 2021 05:40
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A sus 72 años, Ramón Segú Chinchilla ya está retirado, pero aún mantiene vivo el olfato de fotoperiodista de raza. Cada mañana sale a pasear por la Rambla, en muchas ocasiones con su perro Jimmy, siempre pendiente de captar un detalle, un suceso, una nueva luz, con la lente de su móvil. «El fotógrafo nunca se jubila. Su cámara siempre está alerta», advierte Ramón.

Es el último de una legendaria saga familiar de fotógrafos: su abuelo, Gerardo Chinchilla; y su padre, Ramón Segú, (que se casó con Paquita, hija de Gerardo). Y también el último de un elenco de fotógrafos que, con diferentes enfoques, plasmaron la vida de la Tarragona del siglo XX. Por citar solo dos: Hermenegild y Ramon Vallvé, otros dos significativos fotoperiodistas.

Los fondos Vallvé y Chinchilla permanecen en el Centre d’Imatges de Tarragona, ubicado en el Arxiu Municipal de la antigua Tabacalera. De vez en cuando Ramón se acerca al Arxiu para colaborar en las tareas de digitalización del cerca del millón de imágenes que Chinchilla entregó al Arxiu, entre papel, negativos y placas. Hasta la cesión, las fotos estaban en la tienda que los Chinchilla tenían en la Rambla Nova. El local es ahora una peluquería.

«A veces cuando voy en autobús o estoy sentado en una terraza, se acerca alguien y me saluda. Recuerda una foto que le hice a él o ella o a un familiar y se emociona. Hay un cariño compartido», explica Ramon. No es de extrañar ese cariño. Segú Chinchilla, casado con Berta y con dos hijos, Gerard y Maurici, siempre tiene una palabra amable y es historia viva de Tarragona.

Entre las miles de fotos que ha hecho en su larga vida profesional, Ramón destaca tres. La más dura fue la de las víctimas del camping de los Alfacs. El 11 de julio de 1978, un camión cisterna sobrecargado de propileno que circulaba por la carretera N-340 estalló muy cerca del camping y provocó una pavorosa bola de fuego. Murieron 243 personas, entre ellos numerosos turistas alemanes, franceses y belgas. 

Ramón fue el primero fotógrafo en llegar al lugar y, con el estómago encogido, captó la tragedia. Volvió a Tarragona y estuvo toda la noche revelando las fotos en la tienda de la Rambla. Periódicos de medio mundo se las pidieron para poder publicarlas.

La visita de Dalí

Una imagen muy diferente le valió el Premio Nacional de Fotografía. Fue un momento de la visita de Salvador Dalí a Tarragona el 17 de agosto de 1973. El artista vino invitado por el Ayuntamiento de la época para que pintase el cartel conmemorativo del bimilenario de la estancia en Tarragona del emperador romano Augusto.

Dalí exigió pasearse por la ciudad a lomos de un elefante para recordar la travesía del general cartaginés Aníbal desde Cartago Nova (ahora Cartagena) hasta Italia cruzando los Pirineos y los Alpes. Tras un tira y afloja, el consistorio diseñó para Dalí una carroza con un elefante de cartón. 

Dalí llegó en barco al Moll de Costa y fue recibido en la Plaça dels Carros. Como de si una cabalgata se tratase, desfiló por toda la ciudad hasta la Plaça de la Font. Al pasar bajo la estatua de Roger de Llúria, en el Balcó del Mediterrani, Dalí alzó su bastón para imitar al almirante. Segú Chinchilla cazó ese instante con un espectacular contrapicado.

El regreso de Tarradellas

También fue emotiva otra visita, la del president de la Generalitat Josep Tarradellas el 23 de septiembre de 1978. Tarradellas había vuelto a Catalunya desde el exilio un año  antes. El 23 de octubre de 1977 había pronunciado, desde el balcón del Palau de la Generalitat, aquella famosa frase de «Ciutadans de Catalunya... Ja sóc aquí».  
Tarragona invitó a Tarradellas a presidir el acto de hermanamiento con Orleans (Francia). Los Xiquets de Tarragona completaron un tres de set, un quatre de set y un pilar de cinc. El enxaneta y otros dos castellers del pilar fueron alzados desde el balcón del Ayuntamiento, en la Plaça de la Font. Tarradellas abrazó al chiquillo, Antonio Avilés, apodado ‘Noño’, mientras ondeaba una Senyera. Y surgió una foto que lo tiene todo: tradición castellera, catalanidad, movimiento, emoción... «Le envié una copia a Tarradellas. Me respondió con una carta muy amable. Me decía que había colocado la foto en su casa», recuerda Ramón casi 43 años después. 

Ramón aprendió la profesión prácticamente desde la cuna. Su abuelo, Gerardo Chinchilla i Berenguer, nació en Barcelona en 1890, pero venía con frecuencia a Tarragona. En uno de esos viajes captó una de las imágenes de estas páginas: la de un par de señoras paseando junto al Arc de Berà mientras su chófer mira al fotógrafo y las espera paciente.

En 1913 Gerardo abrió un estudio en la calle Sant Francesc y ejerció de retratista pero también de corresponsal para medios como ‘El Día Gráfico’, ‘La Vanguardia’ y ‘ABC’. En la Guerra Civil, un bombardeo dañó el estudio. Gerardo lo trasladó a la Rambla Nova acabado el conflicto.

En 1935 se incorporaron al estudio las dos hijas de Gerardo, Paquita y Merçé. El marido de la primera, Ramón Segú, asumió años después la dirección y continuó la colaboración con la prensa de la época, como haría el hijo de Paquita y Ramón, Ramón Segú Chinchilla. El abuelo falleció en 1971 y el padre en 2009.

Las tres generaciones tomaron históricas instantáneas como la de un enorme torpedo convertido en atractivo ‘turístico’ para decenas de tarraconenses en plena Guerra Civil o la de un grupo de chicos saliendo del preventorio de la Savinosa, ahora en ruinas y víctima de la incapacidad de los políticos tarraconenses para ponerse de acuerdo en el destino de la multitud de edificios que agonizan abandonados en la ciudad.

Entre Franco y el ministro

Entre las múltiples anécdotas de los Chinchilla, la de que el padre dejó completamente deslumbrado a un gerifalte franquista. El ministro de Marina, Pedro Nieto Antúnez, vino en tren en junio de 1966 para inaugurar el monumento a Jaume I en Salou. Al bajarse en la estación, Ramon Segú le hizo una foto con flash que le cegó temporalmente. La mirada de la comitiva del ministro a Ramón fue de las que se cortan con cuchillo. 
O la del hijo, durante la visita del propio dictador a Tortosa para inaugurar el polémico monumento a la Batalla del Ebre. Ramón Segú Chinchilla intentó acercarse a la tribuna de autoridades para fotografiar a Franco, pero un guardaespaldas se lo impidió de malos modos hasta que medió el director general de Prensa y dejó que Ramón hijo cumpliese con su labor de fotoperiodista.

Imagen tras imagen, los Chinchilla narraron durante 90 años la vida de la ciudad. Fotógrafos de leyenda de una Tarragona que siempre quedará en el recuerdo. 

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