Chon Gómez-Monche: 'Los tarraconenses no saben lo que tienen'

Un café con Chon Gómez-Monche Reclama una mayor ambición colectiva para aprovechar los activos y las potencialidades de la ciudad

20 septiembre 2019 17:40 | Actualizado a 20 septiembre 2019 18:44
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No le apetecía nada hacer la entrevista, pero finalmente terminó accediendo. «Me espanta salir en los medios, porque lo mejor en este país es que no te conozca nadie. Tuve una época en la que tuve que aparecer mucho por motivos profesionales, pero cuando terminó aquello decidí que se acabó».

Sin embargo, su relación con la prensa es muy estrecha. Lee cinco periódicos diarios y entre sus amigos más íntimos se encuentran conocidos periodistas como Pilar Cernuda, y sobre todo, Raúl del Pozo, quien aparece recurrentemente en la conversación: «Tiene grandes defectos, como todo el mundo, pero es una de las personas más buenas que te puedes imaginar. Conoce las debilidades humanas y las perdona. Y es uno de los hombres más leales que he conocido en mi vida». Efectivamente, otra de sus referencias constantes es la exaltación de la lealtad, una virtud que considera prioritaria en cualquier tipo de relación humana.

Una familia liberal

Lo que más llama la atención de su discurso es una libertad casi provocativa. Creció en una familia de mentalidad progresista y ha abierto su casa a invitados que escandalizarían a los sectores más tradicionalistas de la Villa y Corte. «Yo tuve unos padres muy liberales y nos educaron fuera de España. Cuando Franco salía por la radio, mi padre la apagaba inmediatamente. Era un antifranquista absoluto». Sin embargo, tampoco tiene el menor reparo en criticar algunos lugares comunes del progresismo al uso, como determinada forma de entender el ecologismo.

«A mí me encantan los toros. Hace poco pude ver a José Tomas, y te quedas helado en la plaza. En cambio, no me gusta el boxeo, pero el que quiera ir que vaya. Sin embargo, en el caso de los toros, ‘como a mí no me gusta, tú no lo ves’. Yo antes era de izquierdas, pero a mí ya no me engañan más». Genio y figura.

Mientras presidió las bodegas González Byass vivió a caballo entre Madrid y Jerez. «Fue un trabajo interesantísimo, que me permitió conocer y hablar ampliamente con el emperador de Japón, con Margaret Thatcher, con los reyes de España…». La agenda de Chon Gómez sería la envidia de muchos poderosos, y mantiene línea directa con algunas de las personalidades más relevantes del país, que frecuentemente le consultan cuestiones de primer orden.

Sus primeros veraneos en Tarragona se remontan a su infancia. «Esta casa la hizo mi abuelo, que intervino en la construcción del puerto. En la familia se cuenta que hacía falta piedra y la sacó de esta finca, usándola como cantera. Por eso existe este corte en la pequeña montaña que hay junto al barrio de los Músicos».

Pese a sus reticencias iniciales, finalmente terminó vendiendo los terrenos donde se construyó una de las urbanizaciones más exclusivas de la ciudad. «Hace años yo solía veranear en California, pero un día tuve que volver a Tarragona, recordé estas vistas y me dije, ¿pero qué hago yo en Malibú? Reformé la casa, con grandes ventanales para disfrutar del paisaje, y desde entonces paso aquí tres meses al año. Me baño todos los días en la playa, y vuelvo a Madrid cuando el agua del mar empieza a estar fría».

Esta veterana empresaria no tiene reparos para hablar sobre la situación política en Catalunya. «Siempre ha habido independentistas, pero eran una proporción muy pequeña. Creo que desde Madrid no han sabido ver lo que estaba pasando. La derecha española vio siempre a Convergència como otra derecha, catalana pero también española. Y se equivocó. Aunque creo que la gente está empezando a asumir que no va a haber independencia. Aquí va a pasar lo mismo que en Venezuela con Guaidó. Se autoproclamó presidente y la gente estaba entusiasmada con él: un chico joven, guapo, preparado, amparado por los americanos… Pero llevamos un año y sigue ahí. Y cuando la gente ve que algo no lleva a ningún sitio pierde la ilusión. Ahora empiezan a reírse de Guaidó».

Una ciudad desaprovechada

Después de tantos años, su aprecio por Tarragona le lleva a mostrarse muy crítica con algunas actitudes que detecta en la ciudad. «Creo que los tarraconenses no saben lo que tienen, ni le sacan partido. Cada vez que veo eso…». Deja la frase inacabada, observando el preventorio de la Savinosa. Lo mira sin querer mirarlo, con un gesto entre la tristeza y la indignación. «Tarragona tiene unas playas maravillosas, una cultura increíble, un clima fantástico… Pero es una gran desconocida.

No se sabe vender fuera. Además, habría que hacer un reportaje sobre por qué no se arreglan ciertas cosas y quiénes son los responsables. Por ejemplo, la capilla de Santa Tecla de la Catedral es una joya y está que se cae. Da igual si vas a misa o si no vas a misa. Si estuviese en Reus seguro que estaría mejor. Para echar adelante estas cosas habría que hablar con las instituciones y con las personas que pudieran aportar algo, pero los ricos de aquí son un desastre».

Nuestro encuentro termina con una reflexión que resume fielmente las constantes que se suceden durante la conversación: la actitud positiva, la mentalidad activa y el elogio de la amistad. «La vida me ha dado muchos palos. Por ejemplo, perdí un hijo hace dos años y eso es una cosa horrorosa. Pero la vida es preciosa. Sobre todo si tienes vivencias y las compartes con gente. La vida es una cosa fantástica».

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