Clàudia Viñals: «Las relaciones sexuales y afectivas han cambiado»

Esta tarraconense se acerca a la realidad y a las inquietudes de los jóvenes desde el colectivo H2O. Como miembro de Assexora’Tgn, trata temas como el VIH o el trabajo sexual

05 marzo 2021 20:30 | Actualizado a 06 marzo 2021 07:25
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Clàudia Viñals es una activista social. Como técnica de salud de H2O, más allá del colectivo de LGTBI, esta joven tarraconense trata el ámbito de la sexualidad y el género con los jóvenes. También la prevención del consumo de drogas y de violencia dentro de la pareja. Mientras, como miembro de Assexora’Tgn, las cuestiones más prevalentes con las que lidia son el VIH y el trabajo sexual. En cualquier caso, su cometido, desde primera línea, es siempre informar, asesorar y derivar a la persona, llegado el caso, a las instituciones competentes. Todo en pos de una salud que se entiende más allá de la práctica sexual. Que atañe a la libertad, a la información consciente, a la autonomía, a la gestión de las emociones y al cuidado en sentido amplio.

A nivel emocional y afectivo, ¿qué inquietudes detectan entre los jóvenes?

En diez años de trabajo, las cosas han cambiado. Sigue habiendo perfiles muy cerrados, pero al fin y al cabo, la lluvia fina acaba mojando. Cada vez somos más sensibles y más receptivos a otras realidades. Nos cuestionamos mucho más las cosas, sobre todo a nivel de género y una parte de la población interpreta que la sexualidad es mucho más amplia que una práctica sexual.

¿Esto minimiza los problemas de identidad?

O los visibiliza un poco más. Ahora hay un cuestionamiento de la identidad de género impuesta, en relación a los genitales. La sexualidad es fluida, no es estática. Vamos aprendiendo y nos vamos descubriendo a cada momento y vemos que los roles de género muchas veces los encorsetan.

¿Cómo llegan a los jóvenes?

Trabajamos mucho de la mano con las administraciones e intervenimos a diferentes niveles. Uno de ellos es en la calle, haciendo rutas de salud con otras entidades y con el apoyo del Ayuntamiento de Tarragona por los barrios de Ponent. Vamos a verlos en sus contextos habituales, en el barrio o la plaza. Tienes que facilitar un lugar cómodo donde puedan preguntar. También tenemos espacios más privados a nivel de despacho o vamos a los centros educativos que lo solicitan.

¿De qué hablan con ellos?

Informamos y asesoramos sobre sustancias, bebidas energéticas o alcohol. Entonces, en Tarragona, si la persona tiene un problema de consumo, la derivamos al equipo de prevención de las adicciones, del ayuntamiento, con el que trabajamos de manera conjunta, con el que intervenimos en la calle. Son ellas las que tienen las competencias, las profesionales específicas de territorio. También trabajamos la sexualidad y la afectividad, la realidad LGTBI y las relaciones de pareja, entre otros. Y rompemos tópicos.

¿Por ejemplo?

El cannabis. Les exponemos lo que dice la ley. O la gestión de los placeres, tanto de sexualidad como de drogas. Son cosas que sabemos que están, que existen. No se pueden obviar ni prohibir porque no somos nadie para decirles lo que tienen que hacer con su vida. Les orientamos y ellos se tienen que gestionar.

En relación al VIH, ¿los jóvenes son conscientes de que está ahí y no se cura?

Si hacemos una comparativa a nivel de infección de transmisión sexual, podría ser que la población joven fuera más consciente de que hay personas que han podido dar positivo en el virus de papiloma humano, que se ha naturalizado mucho más. Pero en cuanto al VIH, no tanto. Quizás es algo que sí saben, pero no existe una familiarización. También a día de hoy sigue habiendo un estigma hacia las personas seropositivas.

«Hay una carencia social del cuidado de la sexualidad, no solo a nivel físico o patológico, sino de las relaciones sentimentales»

¿El virus del VIH se ve diferente al de la Covid-19?

Dependiendo del contexto. En su momento estuvo muy direccionado a un colectivo de personas en concreto. A veces es un patrón cultural, pero no tiene porqué ser así. Es decir, que alguien pueda ser portador de VIH es aplicable a cualquier persona. El tema es que hay momentos en tu vida que utilizas el preservativo y después hay muchos otros en los que no, porque tienes confianza en la otra persona y bajas la guardia. Y tampoco tenemos un rodaje de cuidar nuestra salud sexual, en el sentido de hacernos chequeos.

¿No cuidamos nuestra salud sexual?

No. Hay una carencia social del cuidado de la sexualidad, no solo a nivel físico o patológico sino emocional o de las relaciones sentimentales. En ocasiones no están basadas en la libertad o en el autocuidado, en el cuidarse uno mismo y a la pareja. A veces todavía seguimos repitiendo patrones de celos o de control. La teoría la sabemos muy bien, pero a efectos prácticos hay cosas que cuesta gestionar a nivel emocional.

En cuanto a micromachismos, ¿los jóvenes están retrocediendo?

El tema de género está mucho sobre la mesa en las relaciones heterosexuales, aunque es todo muy diverso. Te puedes encontrar con realidades muy empoderadas y con otras de patrón hegemónico de masculinidad. Y aquí entran los likes, los mensajes, las fotos que se publican... Podemos encontrar perfiles controladores y otros de personas que se moldean a las necesidades de la pareja. Y eso se puede dar en la mayoría de la población a lo largo de la vida. Pero a nivel de campañas informativas hay sensibilización. Sabes que si necesitas alguna cosa, puedes apretar el botón rojo. Si acotamos, en LGTBI, a nivel territorial se están diseñando políticas para la protección de las personas, para que puedan decidir y disfrutar de su salud sexual en todos los ámbitos. Y después también está el amor romántico.

¿Negativo?

Ser una persona tierna o romántica no tiene por qué ser negativo. Pero siempre desde la visión de cuidar, no de imponerse. Y el trasfondo de todo esto es el miedo a que les dejen.

Pero si son unos críos...

En la adolescencia se vive todo a flor de piel y ahora tenemos unos mecanismos de comunicación que pueden ser muy positivos dentro de ciertas realidades, pero también contraproducentes, de comparar el cuerpo. Ellos muestran la parte erótica y sensual para recibir más likes y hay estudios que visibilizan la realidad de autoestima según tu exposición en redes.

¿Su trabajo se ha complicado más?

Tienes que abrir un poco más el abanico. Pero las relaciones sexuales y afectivas han cambiado, nos guste o no y la parte ciber entra en juego. Entonces, de cara a los institutos, diferenciamos entre sexting y sexpreding.

¿Qué significan?

En una conversación íntima y privada, quizás en un momento determinado se entra en el juego de hablar de prácticas sexuales. El sexting sería facilitar contenido erótico siempre y cuando no haya coacción, en una relación saludable y respetuosa. Pero ese contenido no se puede compartir porque entonces se está cometiendo un delito penal. Es lo que se conoce como sexpreding. Si después la relación se acaba, se debe asumir un ‘no’ por respuesta, en estos casos y en la vida en general. Y se debe ser maduro para saber gestionar estas situaciones. Todo entra dentro de la educación sexual.

«Sigue habiendo perfiles muy cerrados, pero cada vez somos más sensibles a otras realidades. Nos cuestionamos mucho más las cosas»

También trabaja el ámbito de la prostitución.

Con Assexora’Tgn. Soy la responsable del proyecto Preserva’t y atendemos en primera línea a personas que se dedican al trabajo sexual. Una de las partes es facilitando material preventivo y tarjetas para acceder a un circuito sanitario en el caso de ginecología, de interrupción voluntaria del embarazo o de chequeos. Las trabajadoras del sexo son de las personas que más se cuidan.

¿Cómo ha cambiado la situación con la Covid-19?

Se han dado situaciones de mucha precariedad y no podíamos derivarlas a ningún lugar. Nos encontramos con personas sin padrón, sin poder justificar sus ingresos porque están completamente al margen de la ley. De cara a facilitar ayudas, no existen. Es una parte de la población que es nómada, se van moviendo, sobreviven en el sistema. Considero que son mujeres supervalientes, intentando llevar una vida lo más normal posible.

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