Colldejou, el pueblo en el limbo: 'No sabemos dónde estamos'

El 1-O arrasó en Colldejou. Votó el 264% de la población, debido al censo universal. Hoy hay decepción. España les perdió hace tiempo, pero tampoco se siente la República

06 noviembre 2017 09:57 | Actualizado a 07 noviembre 2017 13:29
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No es cómodo, pasado Mont-roig del Camp, enfilar la sinuosa T-322 y adentrarse en la Serra de Llaberia. Curvas cerradas y niebla en la célebre Mola de Colldejou, atalaya de este rincón del Baix Camp algo así como un emblema del independentismo. Ese trayecto lo hizo mucha gente el 1-O, tal era la importancia de la cita, cuando no pudo votar en su colegio, y eso convirtió a Colldejou en el municipio de la provincia con más apoyo al referéndum. «Aquí vota siempre todo el mundo», dice Jordi Sierra, alcalde desde 2015, independiente pero que acudió a las urnas bajó las siglas de ERC. 

Desde 2007 gobiernan los republicanos, porque aquí se respira República, ya sea en el ayuntamiento (donde no ondean banderas pero sigue el cuadro de Puigdemont), o en clave nacional: apenas unas horas duró la alegría de la DUI, hasta que el 155 dejó al pueblo en standby. «El censo universal hizo que viniera a votar mucha gente de fuera, de Mont-roig del Camp pero también de Salou o de Vinyols», narra Marc Gibert, camarero en el casal y uno de los voluntarios en las mesas, que da fe del vigor soberanista en esta población. «A las 12 h. ya había votado el 80% de la población del pueblo», dice Marc. 

El primero, quien hacía cola desde bien temprano, fue Salvador Ferré, payés jubilado, de 88 años, que es como el patriarca de la República en el lugar. «Mi padre estuvo en la cárcel tres años. Siempre he sido catalanista y republicano», cuenta en el portal de Ca la Filomena, donde vive.

Lleva 42 años en Òmnium Cultural. Fue votante del PSUC y también de Solidaritat per la Independència, además de militante clásico de ERC. Muestra su carnet, de la «época de Heribert Barrera», y aunque se sumerje en los libros de historia, ahora tiene un ojo en la tele y otro en internet, y está al día. «Son momentos de muchos nervios. Ahora a esperar a las elecciones. Mi intención primero era boicotearlas pero ahora entiendo que hay que ir». 

En Colldejou la participación del 1-O se disparó hasta el 264,4%, algo entendible debido al censo universal que hacía que se pudiera ejercer el sufragio indistintamente en cualquier local de votación de toda Catalunya. En el municipio, el censo era de 149 personas y votaron más del doble de personas: 394. El ‘sí’, claro está, venció con un 97,7% de los apoyos. Hubo 384 votos al ‘sí’ y sólo cinco ciudadanos dijeron ‘no’. Aquí se ha respirado el Procés con, a veces, demasiada intensidad. A Joan Gaia le ha mermado la salud. «He tenido muchos nervios y lo he pasado mal», admite.

El soberanismo ha disparado la tensión, y hay quien se ha visto obligado a desconectar. Habla Pili Cuadrado, que viene de caminar: «Me he implicado mucho y soy muy realista. Ha llegado un punto en el que he tenido que dejar de mirar la tele y leer la prensa. Pienso que no depende de mí y que no me tengo que preocupar tanto».

Incluso en Colldejou cuesta pensar, realmente, que tras la DUI se está en una República. «No sabemos qué somos ni dónde estamos. Tampoco nos sentimos de España», aporta Joan Gaia. La República del viernes 27 fue un símbolo, una alegría, una fiesta. «Estamos en una república pero en standby», admite Fina Fort, otra vecina. «A nivel efectivo no somos independientes. Hay que asumirlo», tercia Salvador Ferré. 

«Fue algo más simbólico que otra cosa», admite Pilar Artigau, que tiene casa en el pueblo, aunque reside en Andorra. Lee la prensa y toma un café en el casal con su pareja, Pablo Díaz, y su hermana Yolanda. Marc Gibert, tras la barra: «No estamos en el final. Esto acaba de comenzar». 

El contrapunto lo ofrece Consuelo Martínez, un jienense que lleva 40 años en el pueblo y es el último reducto unionista. «No quiero discutir. Hablamos de fútbol. La mayoría de vecinos son independentistas. Yo no, pero no hay problemas de convivencia», dice. Su caso es de contraste: vota a Ciutadans en Catalunya y a ERC en el pueblo. «Aquí votamos a la persona, no al partido». 

Colldejou, como otras localidades, es un limbo identitario. Es Catalunya, pero ni se palpa la República ni hay, claro, el menor sentimiento de pertenencia a España. «No perdonaremos nunca lo que hicieron el 1-O», asesta Rosa Llorens. Hay más desapego que resquemor pero, en el fondo, aunque la independencia real aún no ha llegado, Colldejou ya se ha ido definitivamente de España.  

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