¿Congelados de por vida?

Sociedad. En España hay más de 450.000 embriones humanos congelados y las clínicas de fertilidad denuncian que más de la mitad no tiene un destino

16 octubre 2017 18:43 | Actualizado a 07 noviembre 2017 10:51
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En la clínica Embriogyn de Tarragona están preparándose para poner en marcha una ‘nevera’ de nitrógeno líquido más grande, con varios pisos. Es, en esencia, una buena noticia; quiere decir que las nuevas técnicas de criopreservación (congelación ultrarrápida) de los últimos cinco años han conseguido conservar óvulos, espermatozoides y embriones de una forma como no se podía soñar hace unas décadas.

Ahora la pregunta comienza a ser: ¿hasta cuándo conservarlos? Una cuestión difícil de resolver, especialmente en el caso de los embriones. Sólo en esta clínica hay unos 1.400 que llevan en la nevera más de dos años, fecha a partir de la cual está comprobado que tienen más posibilidades de quedarse en el limbo.

Pere Feliu, director del centro, y miembro de Top Doctors, explica que no se crean embriones con el fin expreso de congelarlos, sino que son los que sobran después de un proceso ‘en fresco’. La cifra varía, pero valga como referencia que generalmente a las mujeres que son estimuladas se les extraen entre 8 y 14 óvulos, aunque no de todos se consigue un embrión.

El principal fin que se da a los embriones que se guardan congelados es fecundar a la misma mujer. En algunos casos se hace porque el primer embarazo no prosperó o porque se busca tener un hermanito/a.

Y es que, aunque parezca paradójico, con los embriones congelados se consiguen más embarazos (en este centro, en torno al 62%) que con los frescos (47%). Feliu explica que hay varios factores, como que la mujer está más receptiva en un ciclo menstrual normal que cuando se ha sometido a estimulación hormonal o que estos embriones congelados se dejan evolucionar más días, con lo que los que quedan son más viables, entre otros aspectos.

Indestructibles

Pero las dificultades vienen con los embriones que, a pesar de todo, siguen sobrando. La ley actual sólo permite destruirlos si se confirma que la mujer no podrá recibirlos por problemas médicos (algo que deben certificar profesionales ajenos a la clínica) o porque ha acabado su edad fértil, «el consenso general es que esto se produce a los 50 años», explica el doctor Agustín Ballesteros, presidente de la Sociedad Española de Fertilidad y director de IVI Barcelona. Ni siquiera el divorcio de la pareja es motivo para la descongelación. En ese caso la custodia sigue siendo de ambos.

La mujer o la pareja reciben cada año de la clínica de reproducción asistida una carta recordándoles que los embriones están allí, que deben abonar una cantidad por conservarlos y que, si no los van a utilizar, tienen dos opciones: darlos en adopción para que sean implantados en otra mujer u ofrecerlos a la ciencia.

El problema, reconoce Imma Saumell, bióloga y directora del laboratorio de Embriogyn, es que cerca del 90% de las parejas, pasados los dos años, «se desentienden». Calcula que apenas el 10% se atreve a darlos en adopción. Lo hacen, sobre todo, parejas que están sensibilizadas porque ya han recibido una donación de óvulo o de esperma.

Aunque hay ‘peros’, sólo se pueden donar embriones conseguidos en madres que en el momento tenían menos de 35 años y de padres de menos de 50, y es común que quienes recurran a estas técnicas superen esta edad.

También hay muchos prejuicios, como el miedo a ver por la calle a niños que parezcan hijos propios, aunque la ley limita a 6 los posibles nacidos de una misma persona. Además, explica Feliu, se suelen hacer convenios con clínicas de otras localidades y se intenta que el embrión adoptado sea lo más parecido, físicamente, a los futuros padres. Todo el proceso siempre es anónimo.

La otra vía que contempla la ley es donarlos para la investigación científica. Aquí el ‘pero’ es que en realidad no hay estudios que los requieran.

Si los embriones no se entregan en adopción ni se donan y las clínicas pueden demostrar que han intentado contactar sin éxito con la pareja dos años, pueden destinarlos al fin que les parezca, adopción o donación, «pero eso suscita muchas dudas desde el punto de vista ético», reconoce Feliu.

La situación genera, además, un gasto económico. Ballesteros habla de una gestión complicada.  Personal, conservación, sistema de alarmas, seguros… 

Es por eso, apunta el director de la SEF, que han planteado a Sanidad cambiar la ley para que los embriones se puedan destruir a los 5 años, «un plazo que nos parece razonable», defiende.
 

No obstante, mientras llega la solución legal que reclaman, Ballesteros hace un llamado a la calma; la tendencia es a conservar cada vez menos embriones porque las técnicas avanzan y porque se dejan evolucionar más días, lo que hace que sólo sobrevivan los más viables.

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