Cuando el alcalde de Tarragona fue a la cárcel

Pere Lloret proclamó en la ciudad el Estado catalán, lo que le llevó a prisión. Los hechos del seis de octubre de 1934 son un precedente del conflicto entre el Estado y Catalunya

24 septiembre 2017 16:33 | Actualizado a 24 septiembre 2017 16:45
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Es el ejemplo clásico del enfrentamiento entre instituciones, uno de esos choques de trenes históricos, casi como el actual. En pleno conflicto entre el Govern y el Estado por el 1-O, con la Generalitat denunciando la suspensión de facto de la autonomía, y una retahíla de inspecciones, registros, querellas, requerimientos de la justicia y detenciones, conviene recordar un precedente. 

Quizás la muestra más representativo de encontronazo político entre administraciones corresponde a los hechos de octubre de 1934. Hay otro paralelismo actual con la realidad de hace 83 años: los alcaldes perseguidos. Es bien sabido lo que sucedió aquel 6 de octubre en Barcelona: la proclamación del Estado catalán por parte del presidente Lluís Companys, hoy icono del independentismo, que luego tuvo que exiliarse, fue capturado en Francia y trasladado a España, donde fue torturado, sometido a un consejo de guerra y finalmente fusilado en el castillo de Montjuïc. 

¿Pero qué pasó en Tarragona durante los denominados hechos de octubre? En la capital tarraconense, una serie de personas se concentraron ante la comisaría de la Generalitat, donde se izó una estelada, siguiendo la proclamación del Estado Catalán que Lluís Companys había hecho antes desde el balcón del Palau de la Generalitat, en Barcelona. 

La consigna de la Generalitat
Hay un personaje clave en el relato: Pere Lloret, que pasó a la historia como el alcalde republicano de Tarragona. Así lo narra Jordi Piqué, historiador y jefe del servicio de archivo y documentación municipal de Tarragona, en un trabajo sobre el político tarraconense: «Desde el balcón del Ayuntamiento de Tarragona Pere Lloret, siguiendo la consigna, proclamará el Estado Catalán dentro del Estado Federal español». 

Aquella determinación, sin embargo, estuvo envuelta en matices, como destaca su nieto, que habla así de la actitud que tuvo su abuelo aquel día: «Cuando Lluís Companys, durante el 6 de octubre del 34, proclamó el Estado catalán, el abuelo se negó a secundar el pronunciamiento porque lo veía una auténtica locura. Se rebeló contra una decisión que no consideraba correcta, pero respetaba demasiado el poder legítimo y decidió entregarse para evitar cualquier altercado». 

En esa situación tensa y llena de vértigo sigue narrando su nieto lo que hizo Pere Lloret: «Cogió el teléfono y llamó al gobernador militar, un buen amigo suyo, para que le detuviera, un gesto que sus conciudadanos supieron valorar en su justa manera». 

‘Aspiraba a la autonomía’
Pere Lloret, abogado y político –también fue presidente de la Diputació de Tarragona, diputado en el Parlament o presidente de la Cambra de Comerç– fue definiendo un perfil ideológicamente matizado. Escribe Jordi Piqué: «Lloret aspiraba a conseguir la autonomía, pero al mismo tiempo defendía un estado federal. En todo caso, no le podemos atribuir el calificativo de independentista o separatista, epítetos con los que fue acusado desde el centralismo español. Según sus propias palabras escritas, lo que quería era ‘restaurar nuestra personalidad con todos los atributos de la soberanía compatibles con la unidad del Estado español’».

Era un ambiente de excepción. Eran numerosos los ciudadanos de Tarragona que se agrupaban ante los aparatos de radio para poder escuchar la proclama de la Generalitat. Seguir los pasos de Companys comportó para Lloret aquel mes de octubre un desenlace inevitable. «A consecuencia de estos hechos, Lloret es detenido y encarcelado en el barco-prisión Manuel Arnús, junto con otros alcaldes y concejales y más de 900 republicanos de las comarcas tarraconenses. Además, es cesado como alcalde por orden de la Comandancia Militar de Tarragona», escribe Jordi Piqué. 

La represión de los cargos militares comportó la clausura de las entidades políticas y la detención de las autoridades civiles. El Ayuntamiento de Tarragona fue destituido y Lloret –que luego sería alcalde en otra etapa– terminó entre rejas en la prisión improvisada que fue el citado navío Manuel Arnús, en el puerto

Pero aquella insurrección de octubre no tuvo sólo a Tarragona como escenario convulso. Si ahora más de 140 alcaldes de la provincia se encuentran en el punto de mira de la Fiscalía por haber mostrado su colaboración con el referéndum del 1-O, también en aquel momento hubo centenares de cargos electos de todos los niveles que fueron enviados a los barcos-prisión. 

Otro paralelismo: también hubo protestas y un estallido ciudadano en la calle. Varios movimientos de apoyo a la Generalitat provocaron la intervención de las fuerzas del orden la noche del sábado 6 al domingo 7 de octubre. El ejército asedió el Ayuntamiento y el Gobierno Civil, que se rindieron a primera hora del día. 

Pere Lloret se acabó exiliando a Francia en 1939 (fue uno de los responsables de la residencia de Montpellier, centro de acogida de intelectuales y políticos catalanes) y regresó en 1945, aprovechando el indulto del régimen franquista. A los 68 años fijó su domicilio en Barcelona, donde siguió con su labor profesional. Murió en 1967 a los 90 años. 

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