«Debemos avanzar hacia currículums más abiertos»

Ángel Belzunegui. El sociólogo da propuestas para la modernización y mejora de la universidad española en gestión y metodología docente

28 julio 2019 10:50 | Actualizado a 11 julio 2021 17:12
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Acaba de regresar de Chile, donde ha pasado varios días en la Universidad de Playa Ancha como profesor invitado. Su colaboración con otros centros le otorga perspectiva para valorar nuestra realidad universitaria. «La URV, aunque es pequeña y relativamente joven, tiene un alto nivel de producción científica y un enorme potencial de investigación. En general se trabaja muy bien y los resultados están ahí. Su tamaño permite una gran cercanía con los vicerrectores, algo imposible en las universidades grandes, y numerosos estudios demuestran que su impacto en el territorio ha sido decisivo». 

Aun así, Ángel Belzunegui defiende la necesidad de que las universidades españolas introduzcan cambios sustanciales a nivel de gestión y metodología docente. «Hacemos las clases como las hacía Fray Luis de León. Sólo ha cambiado el proyector y la conexión a internet. Además, no podemos suponer que los chavales de dieciocho años tienen clarísimo lo que quieren estudiar. Por eso debemos avanzar hacia currículums más abiertos para fidelizarlos, porque el abandono académico supone un gasto de tiempo y dinero muy serio. ¿Usted quiere hacer algo de sociales pero no lo tiene claro? Aquí tiene ochenta asignaturas con sus ochenta profesores para que usted elija lo que quiera durante los dos primeros años. Y después, con una buena orientación, ya decidirá entre varios itinerarios. Esto lo están haciendo ya en la UPF y muchas universidades americanas con un éxito enorme».

Sin embargo, este planteamiento choca contra un modelo consolidado. «Para esto necesitas profesores que puedan ser escogidos por los alumnos, y eso da mucho miedo. El modelo actual es defensivo, caduco, reactivo, basado en un espacio de confort que no cambia». Pero no todo es negativo. «Las cosas han mejorado con la acreditación de los profesores, que son evaluados de forma continua con criterios meritocráticos para posibles promociones. Sin embargo, el programa Serra Húnter, implantado en las universidades catalanas para captar talento externo, no ha funcionado. El 90% de las plazas se cubren con candidatos de la casa por la fuerza de los departamentos, que son el gran problema de la universidad española. Son reinos de taifas que controlan quién entra a la función docente e investigadora, dirigidos por los propios profesores. Yo soy  partidario de crear facultades amplias, dirigidas por gerentes de carrera. Y que conste que el sistema universitario catalán es el mejor de España».

El año que viene se cumple el décimo aniversario de la Càtedra d’Inclusió Social que él mismo dirige. «Fue una apuesta novedosa en su día, porque entonces todos hablaban de responsabilidad social corporativa en clave medioambiental. Nosotros conseguimos crear un espacio académico con el objetivo de hacer una universidad más inclusiva, gracias al impulso del vicerrector Santi Castellà y el respaldo de todos los rectores desde Francesc Xavier Grau». La cátedra comenzó su andadura trabajando temas de diversidad funcional gracias a la financiación de la Fundación ONCE. «Desde entonces hemos colaborado con muchas instituciones y entidades, creando y transfiriendo conocimiento. Por ejemplo, hace años que elaboramos los informes de pobreza de toda Catalunya para la Generalitat. Asesoramos al Departament de Treball, Afers Socials i Famílies, y contestamos a preguntas parlamentarias a nivel técnico».

 Preguntado por el clima social derivado del conflicto político que vive Catalunya, Ángel Belzunegui se reconoce pesimista. «La fractura social es evidente, aunque no se materialice en violencia física. El otro día Antoni Puigverd anunció que dejaba TV3 porque el procés le había supuesto un coste personal muy fuerte a nivel familiar y de amistades. Yo también lo he experimentado. Acabas callándote lo que piensas porque quieres salvar unas relaciones que se van deteriorando poco a poco. Esto es fractura social». El ámbito universitario tampoco se ha librado de esta tendencia. «Hace años aquí se hablaba abiertamente de política. Hoy, al margen de ciertos lugares comunes, el debate político ha desaparecido entre el profesorado». Tampoco ve muy clara la luz al final del túnel. «Ahora estamos delimitando las trincheras en las que la gente se tiene que situar, y se ha trasladado el conflicto al plano sentimental. Esto es muy peligroso y va a más. Veo desánimo en todas partes: en unos, porque no han culminado la república, y en otros, porque se sienten abandonados por el Estado. Es una bomba de relojería. Si queremos frenar esta dinámica habría que avanzar en diferentes frentes: debemos desjudicializar la actividad política, debemos respetar el marco jurídico, debemos pensar un objetivo común a corto plazo, y debemos desideologizar las instituciones públicas… No puede ser que vayas a cualquier departamento y esté lleno de lazos amarillos. Y es terrible que la mitad de la población no se sienta hoy representada por sus instituciones. Deberíamos ir dando este tipo de pasos para reencontrarnos y recuperar un diálogo sensato».

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