La Platja del Miracle vista desde arriba simulaba ayer una auténtica alfombra humana para presenciar la tercera noche del Concurs Internacional de Focs Artificials.
Desde el Balcó del Mediterrani la masa humana no era menos densa. Se mezclaban abuelos previsores con familias con niños pequeños buscando sitio a última hora y turistas, muchos turistas, a juzgar por los numerosos acentos que se escuchaban y que no siempre eran fáciles de identificar.
La Pirotecnia del Mediterráneo, que traía 640 kilos de material para disparar, no defraudó y contó, además, con cierta ventaja porque anoche, por fin, corrió algo de viento que se llevó parte del humo de las explosiones.
Los 18 minutos de espectáculo estuvieron llenos de momentos que arrancaron más de un «¡Oh!» del público, independientemente, esta vez, de los idiomas.
Una traca apoteósica
Pero si algo tuvo para recordar el despliegue de anoche fue una traca final apoteósica que retumbó con fuerza haciendo que los espectadores contuvieran la respiración por unos segundos.
Esta era la segunda visita de la empresa valenciana, la más joven de las que participan este año en el certamen. La empresa fue fundada en 2015 por Antonio García Juan, quien en base a su experiencia en distintos talleres pirotécnicos, comenzó dedicándose a los fuegos primero como afición y luego como negocio.
Cuenta García que les apetecía mucho venir al concurso de Tarragona por segundo año consecutivo «porque la vez pasada nos quedamos a las puertas».
Efectivamente, el año pasado los valencianos quedaron en el segundo lugar y fueron los mejores de la península, con lo que se hicieron merecedores del Premi Especial Festa Major de Granollers, Trofeu Blancs i Blaus que les adjudicaba la realización de los espectáculos pirotécnicos de las fiestas de Granollers.
La empresa ya se había hecho con el primer premio del Festival de Fuegos Artificiales de El Ejido y del Premio Concurso de Mascletaes Nocturnes de Burjassot en 2017. Han participado, además en el Concurso Internacional de San Sebastián.
Muy berraco
García, que desde ayer muy temprano se afanaba en el montaje junto a su equipo definía su diseño como «muy valenciano, dinámico y con mucho ritmo»... Definitivamente sabía de qué hablaba.
Al final, cuando volvieron las luces, regresaron los acentos: un chico anunciando en inglés que quería paella, una niña llorando en italiano y otro grupo, con toda probabilidad colombianos, que sentenciaban: «Esto es una berraquera» (berraquera: cosa extraordinaria o magnífica según el Diccionario de americanismos).