Diez años de lucha en nombre de Clara

Fin de ciclo. Paco y Núria son los padres de la joven tarraconense fallecida en el Love Parade. La justicia alemana les ha dado la espalda

09 noviembre 2020 05:20 | Actualizado a 09 noviembre 2020 05:26
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«El amor no acaba nunca». Esta es la frase que preside el memorial-homenaje de las 21 víctimas del fatídico Love Parade de 2010. Es allí donde Paco Zapater y Núria Caminal se pasan horas y horas recordando a su hija Clara. La joven, de 22 años, fallecía en aquel festival de música electrónica, celebrado el 24 de julio de hace justo ahora diez años en Duisburgo. Tras un largo y duro viacrucis de lucha para esclarecer los hechos, el pasado 4 de mayo la justicia alemana cerraba el caso Love Parade sin sentencia ni culpables. Todo este proceso judicial se explica, con pelos y señales, en un documental de aproximadamente hora y media, en el que los padres de Clara juegan un papel muy importante.

El de 2010 fue el último Love Parade, un festival, masivo y multitudinario, con cientos de dj’s y de carrozas que desfilaban hasta altas horas de la madrugada. Pero aquel año la fiesta acabó en tragedia. Las dos entradas habilitadas en el recinto confluían en un túnel que había que recorrer para llegar a la rampa que daba acceso a la gran explanada en la que se celebraba la fiesta. En algunos tramos del recorrido, la anchura no era la reglamentaria, lo que provocó un gran atasco con la consiguiente avalancha, acabando con 21 personas fallecidas y más de 600 heridos.

Ahora, un documental titulado El caso Love Parade recuerda la tragedia y explica los detalles de un macrojuicio que duró dos años y medio, pero nunca terminó. El audiovisual ya ha sido emitido en Alemania y en Francia, y se ha presentado hace unos días en In-Edit, el Festival Internacional de Cine Documental Musical celebrado en Barcelona.

Unas semanas antes de comenzar el juicio, la productora del documental propuso a los padres de Clara participar en el audiovisual. «Nosotros queríamos hacer escuchar nuestra voz, fuese como fuese. Vimos que el documental era un medio para poder explicar nuestra postura», explica Paco Zapater, el padre de Clara, quien añade que «por nada del mundo queríamos dar una sensación de pena, todo lo contrario. Era importante que se nos viera reivindicativos». Y es que las familias de los fallecidos se olieron desde el primer momento que el juicio no acabaría bien.

Han sido casi tres años de grabaciones, en diferentes escenarios como Duisburgo, donde tuvo lugar la tragedia, en Düsseldorf, donde se llevó a cabo el juicio, e incluso Tarragona, la ciudad natal de Clara. Los padres de la joven recuerdan como una cameraman les acompañaba en sus viajes en avión hasta Alemania. Y es que cabe destacar que, a lo largo de estos diez años, Paco y Núria han viajado una treintena de veces hasta el país donde su hija falleció.

El juicio empezó en diciembre de 2017, siete años después de los hechos. Lo cierto es que las expectativas no eran muy esperanzadoras para los padres de las víctimas, ya que, según su punto de vista, el fiscal dejaba fuera del banquillo de los acusados a los tres principales responsables de la tragedia: el alcalde de Duisburgo, el organizador del evento y el jefe de la policía. Los padres de Clara siempre se quejaron de la lentitud del juicio y alertaban del peligro de que acabara prescribiendo. «En Alemania hay una ley que dice que si en diez años no hay sentencia en un proceso penal, el caso prescribe», explica Zapater. Tal como se olían, no hubo nada que hacer. Después de dos años y medio y de 184 sesiones de juicio, el pasado 4 de mayo el magistrado daba por terminado el juicio. El motivo era la llegada del coronavirus y, según el juez, la perdida de interés por parte de la sociedad alemana. Ni sentencia, ni culpables, ni bálsamo para el dolor. «Nos molestaron las maneras. Lo hicieron cuando estábamos todos encerrados, sin posibilidad de estar presentes», explica Zapater. Según Caminal, la madre de Clara, «no hubo nunca voluntad para esclarecer los hechos. Encontrar responsables significaría que las cosas se hicieron mal, que el festival estaba mal organizado. Y esto, los alemanas, jamás lo aceptarán».

Demanda a Estrasburgo

Pero la lucha continua para estos padres. «Siento que Clara me empuja a seguir adelante. Ella tenía un sentido de la justicia muy desarrollado y vería incomprensible esta situación», explica Caminal. La vía Alemana está agotada, pero la familia de la joven está dispuesta a llegar hasta el final. En pocos días, presentarán demanda al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. «Este tribunal solo puede dictar una sentencia simbólica o moral, por ejemplo, puede dictaminar que Alemania ha vulnerado nuestros derechos al no ofrecernos un juicio equitativo», explica Zapater, quien conoce de cerca este ámbito teniendo en cuenta su faceta de abogado.

El principio del calvario

Para entender la historia de Paco y Núria, es necesario ir al origen de todo. Clara tenía 22 años y estudiaba psicología en la Universitat Autónoma de Barcelona. Era una chica vital, con fuerza, todo le hacía ilusión, dice su madre. Entre sus proyectos de futuro se encontraba realizar un Erasmus. Y como todo lo que se proponía, lo consiguió. Se mudó a la ciudad alemana de Münster para cursar el último año de carrera. Una semana antes de volver a su casa, ella, junto a una treintena de amigos, decidieron despedirse acudiendo a la fiesta de la Love Parade. «Nosotros no lo sabíamos, porque decidieron ir al festival el día antes y, para ese entonces no había WhatsApp», recuerda su madre.

Al día siguiente de los hechos, cuando Paco y Núria vieron por televisión las imágenes de la tragedia se dijeron: «Menos mal que Clara no ha ido». Nada más lejos de la realidad. Empezaba entonces el calvario. Paco recuerda como, sobre la una del mediodía, recibía una llamada del cónsul español en Düsseldorf. «Me dijo que mi hija había fallecido. Sentí un dolor equivalente a como si me clavaran una hacha en el pecho y me partieran el corazón en dos. Lo recuerdo como si fuera ahora. Nuestra única esperanza era que se hubieran equivocado y que no fuera nuestra hija», explica emocionado Zapater. Las horas posteriores fueron terribles. El matrimonio cogió el primer avión y se dirigió al cementerio de Duisburgo para identificar el cadáver. «Pensábamos volver con Clara viva, pero no fue así. Trajimos en un avión el cuerpo de nuestra hija muerta», relata Zapater.

Clara, como el resto de víctimas, falleció asfixiada entre la avalancha. Sus padres tienen la teoría de que murió por bajita. «Si hubiera tenido la caja torácica más arriba, quizás hubiese sobrevivido», comentan. Unos meses más tarde, Paco y Núria pudieron hacerse con la cámara de fotos de Clara. La encontraron en el lugar. «Minutos antes de que todo ocurriera, se la veía feliz, abrazando a sus amigos. Es como si también nos estuviera abrazando a nosotros», dice Paco.

Núria y Paco no faltan nunca a la cita del aniversario de la tragedia. «Pese a que nos rompe el corazón ir allí, hay una especie de imán que nos atrae. Nos consuela pensar que fueron las últimas imágenes que Clara vio con sus ojos. Nos imaginamos que esas escaleras son las que subió ella hasta llegar al cielo», explica su madre, quien añade que «también es una manera de encontrarnos con el resto de padres que han vivido la misma situación».

Con el fin del juicio y el aniversario de los diez años de la tragedia, Núria y Paco reconocen cerrar un ciclo. La familia de Clara lleva años armonizando el dolor con la cotidianidad del día a día. Llevan años viviendo en la ahora famosa nueva normalidad. Pero de fuerza y energía van sobrados para encontrar la justicia que la vida de su hija Clara merece.

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