Dolors Saumell: «Una biblioteca debe llegar a las personas»

La directora de la institución pública de la ciudad defiende una labor cercana al ciudadano cuya finalidad sea, entre otras, impulsar la cultura gratuita y accesible a todo el mundo

22 enero 2021 14:30 | Actualizado a 23 enero 2021 09:44
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Dolors Saumell Calaf es licenciada en Geografía e Historia, diplomada en Biblioteconomía y desde 2010 directora de la Biblioteca Pública de Tarragona, aunque forma parte de su equipo desde 1988. Son treinta años de transformación social en los que la institución se ha abierto a la ciudadanía y se ha hecho eco de sus necesidades. Una trayectoria que el Ayuntamiento reconoció el año pasado, otorgándole el mérito cultural. No obstante, Saumell lo defiende como el resultado del trabajo de todo un equipo.

¿Qué ha ocurrido en estas tres décadas?
En este tiempo las bibliotecas se han abierto mucho, son factores de cohesión social. No solo sirven para acceder a la cultura, que ya es suficientemente importante, sino que de alguna forma son agentes igualadores. En Tarragona a finales de los 80, Roser Lozano, la anterior directora, fue la que impulsó el cambio de concepto y de modelo de biblioteca, en el que el punto central son las colecciones, los libros que se pueden consultar, hojear o decidir si se toman prestados. Y en este sentido, los espacios son importantes. El hecho de acompañar unas actividades que han ido creciendo poco a poco, consolidándose.

«La de Tarragona la queremos más grande porque el espacio es para todos. Y ahora, con la pandemia, es un hándicap por el aforo»

¿Talleres y clubs de lectura?
Sí, el fomento a la lectura. Estos últimos años ha crecido mucho la oferta de clubs de lectura. En la sección infantil casi ha habido una revolución, en el sentido de que se ha incrementado y se ha diversificado mucho la atención a las familias, a los niños y los colegios. Se está trabajando también en el Pla d’Entorn a nivel de ofrecer recursos. Siempre procuramos sumar. Que la biblioteca sea un lugar donde poder expresarse, donde poder participar. 

Esto se ha visto truncado con la Covid-19.
Sí, mucho. Aunque no del todo. Cuando llegó la pandemia, casi 20.000 personas pasaban por la biblioteca presencialmente cada mes. En octubre pasado fueron 10.000, en función de las restricciones. Este edificio es pequeño y esto es un hándicap por el aforo. Tenemos 2.700 metros cuadrados útiles. Las bibliotecas con las que se puede comparar, como Lleida, Girona o algunas de Barcelona cuentan con 6, 7 y 8.000 metros. Lógicamente, aquí tenemos un equipamiento menos cómodo para el ciudadano. 

Este es un tema que se arrastra. ¿cómo se gestiona el fondo a nivel de espacio?
Tenemos unos depósitos que son insuficientes. Estamos enviando documentos a uno centralizado y también a otras bibliotecas. Además, está toda la parte local. Es una biblioteca patrimonial importante y, aunque hay políticas de digitalización para que se tenga un mejor acceso, al mismo tiempo se conserva el original. Disponemos, por ejemplo, de más de 200 incunables.

¿De qué época?
De la primera imprenta, de finales del siglo XV. El origen de la biblioteca es del siglo XIX, de 1846. En aquella época, las desamortizaciones eclesiásticas provocaron que los fondos de monasterios y conventos se reunieran en un punto. Pero antes de la desamortización de 1837 ya se habían destruido fondos bibliográficos. Hubo las guerras carlistas y también revueltas. En Tarragona, además, el problema añadido del asedio, de la guerra del francés. De todo esto y de conflictos posteriores, como la Guerra Civil, conservamos unos 30.000 libros que se han salvado. Y además, aplicamos una acción de divulgación de calidad.

¿Cómo interviene la futura biblioteca de Sant Pere i Sant Pau?
Es importante que se reconozca la potencialidad de una biblioteca en un lugar como Sant Pere i Sant Pau. Todas las de Catalunya obedecen a un plan de bibliotecas, a una red. El mapa de lectura pública determina dónde deben instalarse, en función de determinados parámetros, teniendo en cuenta la población y el territorio. Pero a partir de aquí, son importantes los profesionales. Sin ellos, poca cosa serían las bibliotecas. Los bibliotecarios tenemos la función y el deber de preservar pero, sobre todo, de dinamizar las colecciones, de garantizar el acceso, de hacer prescripción y de gestionar con los recursos de que disponemos. 

¿Qué le interesó de la biblioteconomía?
Estudié Geografia e Historia y obtuve una beca en la biblioteca. Fue cuando descubrí que me gustaba. Desde fuera, no. Pero desde dentro tienes una visión totalmente diferente. Es muy importante hacer el trabajo lo mejor posible porque el impacto de una biblioteca debe ser llegar a la gente. Tenemos que mirar de llegar a las personas. Impulsar la cultura gratuita y accesible, que todo el mundo, a través de la biblioteca, tenga oportunidades de formarse, de disfrutar de la lectura y de crecer personalmente. Por eso es tan importante cuidarlas. Es uno de los pocos lugares donde la gente puede ir y llevarse material, para ofrecer un servicio igualitario. Por eso entramos también en las entidades y las escuelas.

«Los abuelos no pueden pasar aquí la mañana como hacían antes y esto es un problema. Hay que recuperar la socialización presencial»

¿Qué ocurre ahora con las personas mayores que no se pueden conectar a eBiblio y otros colectivos?
Los abuelos vienen, pero no pueden pasar la mañana como hacían antes y esto es un problema. Esta socialización presencial de la biblioteca la tendrá que recuperar en cuando se pueda. Mientras, mantenemos el préstamo a domicilio para las personas que no pueden salir o, que si son de riesgo, prefieren no hacerlo. En cuanto a clubs de lectura y talleres virtuales es evidente que hay una serie de personas que quedan fuera porque no tienen acceso a las tecnologías. Pero por otra parte, nos ha sorprendido gratamente la cantidad de usuarios que se han ido incorporando.

¿La opción virtual se mantendrá en un futuro?
Seguramente, porque damos otra accesibilidad que no se estaba dando. Algunos clubs virtuales los organizamos en colaboración con la Escola de Lletres, el Institut Ramon Muntaner, los que son de Patrimoni, también los talleres de escritura los continuamos de forma virtual y los hemos ampliado con los de poesía. Se procura diversificar para llegar a más sensibilidades. A pesar de todo, debemos fomentar la presencialidad, que la gente se encuentre. Cada vez más tenemos que tener momentos para todos.

El edificio es del Estado y ustedes dependen de la Generalitat. ¿Esto qué supone?
Todas las antiguas bibliotecas provinciales dependemos del Estado. Pero no lo notamos porque quien gestiona es la Generalitat. El Estado está, puede adquirir libros y encargarse de según qué obras en el edificio. Pero con quien nos relacionamos es con el Departament de Cultura, con el Servei de Biblioteques. Y luego también estamos en la ciudad. Los ciudadanos son los tarraconenses.

«El origen de la biblioteca es del siglo XIX, de 1846. En aquella época, las desamortizaciones eclesiásticas provocaron que los fondos de monasterios y conventos se reunieran en un punto»

Ha sido la ciudad la que la ha premiado.
Es un galardón a una trayectoria de la biblioteca y de un equipo. Si hay un premio como el Pin i Soler, hacemos un club de lectura y organizamos un encuentro con Albert Pijuan. Olga Xirinacs es la escritora de cabecera. Hemos hecho también ciclos de relatos, rutas, trabajamos con la Hemeroteca Municipal y con el Museu del Port. Este año continuaremos con los cuentos del Serrallo, con el Museu Nacional Arqueològic y con otros muchos. Hay todo un equipo de profesionales que hacen posible que esto sea así. Una sola persona no tiene sentido.

Un deseo para este 2021.
Bibliotecas en la ciudad, que sean buenas.

¿Más grandes?
Esta sí, la queremos más grande, más cómoda. Como las demás porque el espacio es para todos, ya sea Sant Pere i Sant Pau o Torreforta. Somos conscientes de que Tarragona tiene mucho trabajo por hacer en materia de bibliotecas.

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