En el laboratorio de las 243.000 PCR: «Esto nos ha preparado para más epidemias»

El 75% de analíticas en la provincia pasan por esta unidad de biología del Joan XXIII. Los hitos en un año: récord de 4.500 PCR al día, turnos de noche y avance científico. El 90% de casos son de la cepa británica

02 mayo 2021 10:30 | Actualizado a 02 mayo 2021 12:16
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De hacer 75 PCR al día, enfocadas a otras enfermedades, a llegar a 4.500 en los picos de las olas, 60 veces más, aunque ahora la actividad ronda las 1.500 diarias, volcadas sobre todo cuando hay que abordar brotes, como el reciente en la Terra Alta. «Habrá un antes y un después de todo esto», resume la doctora Teresa Sans, directora clínica del laboratorio del Joan XXIII, que da servicio a las regiones sanitarias del Camp de Tarragona y las Terres de l’Ebre.

Por estas instalaciones junto al hospital tarraconense pasa el 75% de las PCR que ha realizado Salut en la provincia en los vertiginosos 13 meses de pandemia. Solo algunas de las pruebas diagnósticas que se realizan en entornos hospitalarios algo más alejados no se hacen aquí, en este laboratorio que trabaja las 24 horas, día y noche, que ha necesitado duplicar el personal e incrementar la tecnología para dar abasto. «Ahora estamos algo más tranquilos pero ha sido un proceso duro y estresante, nada fácil. Hemos trabajado todos a una. El sentimiento de comunidad ha sido básico y hemos sobrevivido por el esfuerzo y la participación de todos, cada uno haciendo su trabajo, con un nivel de resistencia extraordinario», añade Sans.

El bagaje sobrecoge: 243.000 PCR hechas en un año. La Covid-19 ocupa ahora el 25% del volumen de actividad pero ha habido crestas del 50 y hasta el 70%. El ritmo de adaptación ha sido frenético y sin tregua, obligando a un aprendizaje sobre la marcha y a la adquisición de maquinaria diversa para aligerar los procesos. La última incorporación es un robot de preanalítica, que se añade a toda la innovación acumulada en estos meses, entre ella, analizadores Panther de gran capacidad para la determinación del SARS-CoV-2, algunos que permiten una carga continua de muestras para obtener un flujo de trabajo dinámico. Pero también han llegado dos cabinas de bioseguridad, un congelador de -80ºC para almacenar muestras, otro de -20ºC para guardar reactivos, dos termocicladores a tiempo real o un extractor de ácidos nucleidos.

Capacidad de adaptación

También se ha duplicado el número de profesionales del área que se dedica a la Covid-19. «Hubo que ampliar el servicio y formar a más personal», explica la facultativa Cristina Gutiérrez, responsable de la sección de biología molecular del laboratorio.

La pandemia, a pesar del drama, también ha traído un progreso científico impensable hace solo un tiempo. «El balance es positivo. La capacidad de adaptación ha sido alta. Muchos procesos manuales han pasado a ser automáticos y eso comporta una mejora en seguridad. Estábamos muy infradotados en personal, con una situación precaria. No estábamos dotados de aparatos. La filosofía era tener laboratorios muy grandes en Barcelona y depender de ellos pero la pandemia nos ha mostrado que en las comarcas también necesitamos equipamientos, también tenemos que poder dar respuesta», cuenta Teresa Sans. «Todos hemos estado a la altura, hemos hecho un esfuerzo durante meses y meses para intentar dar el mejor servicio», añade Yolanda Luceño, coordinadora técnica del servicio.

La epidemia no solo les exige celeridad para dar resultados de PCR al ciudadano sospechoso de contagio en un plazo máximo de 24 horas. Infecciones, seguimiento de los pacientes en UCI, cultivos microbiológicos o enfermos en general necesitan constantemente analíticas para calibrar su estado de salud, unos exámenes que también pasan por aquí, donde la rueda funciona a destajo como un engranaje preciso: los transportistas recogen las muestras de los CAP de las áreas básicas de salud donde la ciudadanía se ha hecho la PCR y llegan allí para ser sometidas a la ya popular y conocida reacción de la polimerasa. «La PCR es el acrónimo de Polimerase Chain Reaction. Es una técnica que tiene como finalidad conseguir un número muy elevado de copias de ADN del patógeno objeto de estudio para detectarlo. Técnicamente, se somete la muestra a una serie de ciclos de tiempo y temperatura que conseguirá abrir las cadenas de ADN, acoplar los reactivos que acotan la región a amplificar y proceder a hacer copia», cuenta Cristina Gutiérrez.

De ahí aparece el ansiado diagnóstico de positivo o negativo, hecho por los técnicos pero interpretado por los médicos, que validan los resultados y, a través del circuito informático, se suben al sistema hospitalario. Se trata, en esencia, de una técnica compleja y delicada, pero quizás el mecanismo esencial para haber combatido y gestionado la pandemia.

Más allá del suministro de aparataje y la tecnología, el legado que va a dejar el virus en entornos científicos y sanitarios como este tiene más que ver con la inteligencia y la técnica adquirida. «El coronavirus no desaparecerá, pero la pandemia remitirá y es posible que estos robots tengan que ser devueltos. Sin embargo, hemos ganado el conocimiento, la forma de saber llevar a cabo cualquier técnica. Esta pandemia nos cogió por sorpresa pero ahora sabemos que este laboratorio quedará equipado sobre todo de conocimiento científico, preparado para abordar futuras pandemias que puedan venir», relata Sans, que pone un ejemplo: «Un proceso que antes te podía costar tres o cuatro días, con las técnicas de biología molecular los resultados son mucho más ágiles e inmediatos. Eso no sirve solo para la Covid-19, sino para el diagnóstico de enfermedades en general. De este potenciamiento del diagnóstico molecular se puede beneficiar toda la población».

El laboratorio continúa trabajando y percibiendo, antes que nadie, la evolución del SARS-CoV-2, en función del número de las ya cotidianas muestras nasofaríngeas que llegan en esta cuarta ola más suave. «Vemos en las últimas semanas que hay más positivos, pero es un incremento moderado, al menos por ahora», tranquiliza Sans.

Aquí también se ve que el patógeno original de Wuhan que saltó al mundo desde China en diciembre de 2019 apenas circula; lo hace, en realidad, la variante británica. El 90% de los positivos que se registran en la provincia son de ese linaje más contagioso. El laboratorio imparte ahora la formación para realizar la secuenciación, otra muestra más de ese adelanto investigador en el que se prospera, y que servirá para calibrar mejor el peso que tienen las nuevas cepas y la evolución del SARS-CoV-2 hacia eventuales mutaciones.

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