El Camp de Tarragona, sin proyecto, liderazgo ni unidad

El ninguneo de Madrid y Barcelona en materia de infraestructuras pone de manifiesto la falta de un proyecto conjunto para el territorio, en el que se impliquen y cooperen las principales ciudades

18 febrero 2018 10:30 | Actualizado a 20 febrero 2018 13:20
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«No sonamos como un coro, sonamos como cuando los alumnos de parvulario salen al patio». Con estas palabras, el alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, se sumaba a las voces que han lamentado que la falta de una visión conjunta está hipotecando el Camp de Tarragona. Esta misma semana veíamos una nueva prueba.

El Gobierno de Madrid hará del aeropuerto de Girona la cuarta pista de El Prat. Una decisión que ha provocado un tsunami en la Plaça del Mercadal, con consecuencias sobre el conjunto de la economía de las comarcas del sur de Catalunya. 

Con una población de unos 623.202 habitantes y, a pesar de ser uno de los principales polos industriales y turísticos del conjunto del Estado, el Camp de Tarragona muestra síntomas de estancamiento. Uno de los grandes proyectos que se vendió como la perla del turismo del sur de Europa, como es el Hard Rock Entertainment World, está en stand by. Con una tasa de paro del 15,9%, Tarragona es desde 2013 la demarcación catalana con el porcentaje más elevado. El nivel salarial también es inferior y la industria química está pasando por un momento clave de reconversión, mientras sufre la falta de infraestructuras y uno de los precios de la electricidad más caros de Europa. Todo esto hace que «el capital humano que se crea difícilmente encuentra una realización», alertaba un profesor de la Facultat d’Economia de la URV, quien ponía su atención en la descapitalización humana en que puede derivar. 

«Estamos perdiendo competitividad». Es el diagnóstico que hace Josep Oliveras, catedrático de la Facultat de Geografia de la URV, quien lo atribuye a la «falta de visión conjunta» de los principales núcleos de población. «Nos están perjudicando las actitudes cerradas y que los políticos sigan pensando que son alcaldes de municipios aislados», describe.

Sin un mapa conjunto

En el campo de las infraestructuras es donde se ha visto de forma más flagrante. A pesar de que hay instrumentos de planificación como el Pla Territorial del Camp de Tarragona, cada ciudad ha tratado sus intereses de forma independiente con Madrid y Barcelona. No ha sido hasta los últimos años cuando las plataformas en defensa del transporte público han intentado dibujar un mapa conjunto, con una coherencia territorial, y se han encontrado con que los alcaldes abandonaban el coro en reiteradas ocasiones.

Con todo, la N-340 sigue siendo una de las vías con más siniestralidad de España, la A-27 está bloqueada en Valls después de más de diez años del inicio de los trabajos y en materia ferroviaria este año se inaugurará el desdoblamiento de la línea Vandellòs-La Secuita, cuyas obras empezaron hace veinte años. «Madrid y Barcelona se están aprovechando de que no tenemos los deberes como territorio», dice Oliveras. Sitúa el problema en que «los municipios son estructuras propias del siglo XIX» y, en cambio, no se ha hecho nada para avanzar hacia la «intermunicipalidad».

El discurso sobre la segunda área metropolitana de Catalunya empezó hace treinta años, y tan solo se ha avanzado para mancomunar la gestión de los residuos, el agua y el sistema de transporte. La Autoritat Urbanística conjunta se abortó porque los alcaldes se mostraron celosos de ceder poder. El Pacte de la Boella tuvo su momento de éxito para impulsar el aeropuerto de Reus y el Consorci del Camp de Tarragona quedó en agua de borrajas. Más allá de estos casos, no se ha avanzado ni en la creación de un área metropolitana del taxi ni en la implantación de autobuses lanzadera para mejorar las comunicaciones con la estación del AVE Camp de Tarragona.

Para Oliveras, la solución está clara: «O lo lidera la Diputació de Tarragona o avanzamos hacia la creación de una área metropolitana administrativa». Y el primer caso ya lo descarta. «Es incompatible. Su ámbito de actuación es el conjunto de la provincia», dice. Este geógrafo opina que el organismo debería limitarse al ámbito central de este Camp de Tarragona. «No pude ser muy amplia, ya que deben incluirse tan solo los municipios de más de 1.000 habitantes, con densidades continuas». 

Para ello tendría que pedirlo el territorio, que éste se pusiera de acuerdo para crear un reglamento, estableciendo una rotación de alcaldes en la presidencia, y que el Parlament de Catalunya diera luz verde, de acuerdo como hace cada vez que se crea un nuevo municipio o una nueva comarca.

Por su estructura repartida en el territorio, la URV ha ejercido este papel de engranaje supramunicipal. Ahora incluso ha creado la Càtedra Universitat i Regió del Coneixement, que dirige Francesc Xavier Grau, quien fue el rector de esta institución en el periodo de 2006 a 2014. Grau no cree que el problema sea la falta de «liderazgo» sino de «un sistema de gobernanza». «Necesitamos poder tomar decisiones, como hacen la mayor parte de las regiones europeas, que tienen competencias y responsabilidades en materia de planificación y desarrollo», argumenta Grau.

La URV ha ejercido un papel central en la vertebración de este territorio

Bajo el punto del vista del exrector no se trata de crear un nuevo organismo, sino de que Catalunya «reformule sus competencias», en materia de política regional interna, para permitir que la zona meridional pueda resolver aspectos como «la toma de decisiones» y así «explotar sus potencialidades». Esta estructura de regiones del conocimiento ya están funcionando en algunos países europeos, como Finlandia y Dinamarca, y son las que deben permitir romper la visión centralista.

No un Messi, partido a partido

A través de la cátedra, Grau está concretando estas propuestas. Aunque, para avanzar en esta línea, no tan solo falta que la Generalitat esté dispuesta a modificar su política de ordenación territorial, sino que todos los municipios también se lo crean. Y, en este sentido, el actual rector de la URV, Josep Anton Ferré, apunta que es necesario que «podamos prosperar en la conciencia de tomar decisiones de forma conjunta». El máximo representante de la institución universitaria comprueba como a diario sus estudiantes padecen los problemas de movilidad interna del territorio para llegar a los campus. El apeadero de Bellissens, comunicar la estación del AVE y un transporte en autobús eficiente son las prioridades que marca. Ferré denuncia la ausencia de «un proyecto conjunto que vaya más allá de periodos electorales concretos». «Tenemos páginas sueltas con lo que queremos ser, pero falta ponerlas en orden y religarlas para tener el libro», añade.

Para el rector de la URV sería tan sencillo como que «cada uno de los alcaldes fuera capaz de invertir un 10% de su tiempo en solucionar problemas que afectan al conjunto». En este sentido, afirma que no se trata de una cuestión de liderazgo. «Más que un Messi, lo que nos falta es un buen equipo que piense en el partido a partido», concluye.

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