El ‘Club de los Valientes’ lucha contra el acoso

El poder de la comunidad. El Institut Escola Mediterrani se vale de la ayuda entre compañeros para aprender más y mejor

06 febrero 2020 09:10 | Actualizado a 10 febrero 2020 12:55
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Mateo y Labid tienen 11 años y pertenecen al ‘Club de los Valientes’ del Institut Escola Mediterrani de Campclar. Se lo han ganado con gestos concretos como, por ejemplo, previniendo una pelea, o defendiendo a un compañero del acoso de otro y avisando a los profesores.

El que hace un gesto de este tipo se gana el brazalete de los valientes. La directora del centro, Cristina Lara, explica que esta es una forma de quitar protagonismo al que lo hace mal, premiar al que se atreve a dejar de ser público pasivo, y ponerse del lado de la víctima.

Los niños explican que, mientras organizan las normas del club, están reflexionando sobre las «amistades transformadoras» y las «amistades tóxicas». Un buen amigo, dicen, «es el que se divierte contigo, el que te da buenos consejos, el que te ayuda a que no hagas cosas malas...»

Esta es una de las prácticas de aprendizaje y convivencia que lleva adelante el centro y que le hicieron ganador del premio Josep Vives Ciurana del Institut Municipal d’Educació de Tarragona, IMET, en la categoría de «cultura de la paz, convivencia, mediación y prevención del acoso». Ya tienen en su poder, entre otros galardones, el prestigioso Baldiri Reixac.

Un método contrastado

El ‘Club de los Valientes’ es apenas una parte de lo que supone funcionar como una ‘Comunidad de aprendizaje’. Se trata de una metodología que ha sido desarrollada por más de 100 investigadores de 14 países europeos junto a profesores de diferentes niveles. La efectividad de todas las experiencias está comprobada científicamente con datos.

La mejor manera de entenderlo es viendo cómo se organizan las clases. Todos los alumnos, desde P-3 hasta 3º de ESO, hacen matemáticas y catalán entre las 9 y las 11 de la mañana. Lo peculiar es que se reúnen en pequeños grupos heterogéneos siempre acompañados de un adulto, bien sea un maestro, un padre o madre (las familias están muy presentes) u otro voluntario.

Cada grupo debe resolver una actividad guiado por el adulto pero, sobre todo, con la colaboración de los compañeros. «Aquí todos nos ayudamos», apunta con naturalidad Sami, de 9 años.

Esta colaboración entre iguales, explica Cristina, ha demostrado que acelera el aprendizaje y mejora el rendimiento académico.

También es frecuente, en otras horas agrupar a alumnos de distintos cursos para que colaboren entre ellos.

Y es que, lo de mirar por el grupo está en el ADN del centro. Los alumnos de 3º de ESO, por ejemplo, trabajan como voluntarios en la biblioteca, después de clase, y ayudan a compañeros más pequeños a hacer deberes o estudiar.

Contar con el barrio

Pero esta filosofía va mucho más allá. Las comunidades de aprendizaje buscan que las escuelas sean el ‘nodo’ del barrio. Aquí tienen muy claro que si quieren buenos resultados hay que trabajar con la familia y el barrio. Así, mientras los niños están en clase, hay madres y padres aprendiendo castellano, catalán (muchos son de origen gitano o marroquí), preparándose para sacarse el graduado escolar, en tertulias literarias... Y también colaboran como voluntarios.

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