El abuelo de Heidi en el pleno de Tarragona

Crónica // Pleno telemático. El alcalde estuvo borde, Podemos se colgó la medallita y Junts per Tarragona y la CUP soltaron mítines indepes

04 abril 2020 11:30 | Actualizado a 04 abril 2020 11:53
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El primer pleno telemático de la historia del Ayuntamiento demostró que el confinamiento no le sienta nada bien al alcalde, Pau Ricomà. Se mostró como el abuelo de Heidi: gruñón, huraño, antipaticote, aunque en el fondo (o en la superficie) sea buena persona. Ni siquiera dejó hablar, por mucho cariño que le tenga, a su nietecita de consistorio: Carla Aguilar.

Ricomà cortó bruscamente a algún concejal de la oposición, abroncó a su antecesor, Josep Fèlix Ballesteros, y riñó a los ediles del PSC cuando se liaron a la hora de votar (¿tan difícil era apretar el botón correspondiente?). A la socialista Begoña Floria se le ‘escapó’ un sonoro «¡qué desagradable!». Cosas del directo. O del manejo de redes de Bego. Querido Pau, ni una crítica a tu gestión (no es el momento), pero un poco más de calma. ¿Vale?

El concejal de Serveis Econòmics, Serveis Centrals i Personal (Hacienda), Jordi Fortuny, se mostró de lo más campechano. Y perdón por la alusión juancarlista en referencia a un político de ERC. Estaba en su casa, correcto, pero ejercía de edil en un pleno. Se repantingó en la silla, estiró los brazos... Solo le faltó poner los pies en la mesa, con pantuflas y una cervecita. Todo lo contrario que el secretario municipal, Joan Anton Font, con traje y corbata. Elegante.

Que cada concejal/a permaneciera en casa permitió descubrir la nutrida biblioteca que tienen Begoña Floria, Laia Estrada (CUP) y Xavier Puig (ERC). Seguro que otros ediles también son libroadictos pero no se vio. El fondo más tristón, el de los populares José Luis Martín y Elisa Vedrina: una pared blanca. Al menos la gaviota sobre fondo azul le hubiese dado vida.

Quizá fuera casualidad (o no) pero si los concejales/as se conectaron desde una habitación, el alcalde lo hizo desde el salón. Como para demostrar que su despacho virtual era el más grande. El portavoz de Junts per Tarragona, Dídac Nadal, también montó el ordenador en el salón, pero en un rinconcillo.

La cara del concejal socialista y entrenador del CBT Berni Álvarez fue un poema más de una vez. El deportista se debió aburrir tanto (no me extraña) que pareció dormirse.

No faltaron ni las cansinas apelaciones a la herencia recibida (Xavier Puig) ni las recriminaciones de «hacéis lo que nosotros hacíamos cuando estábamos en el gobierno» (José Luis Martín y Sandra Ramos, del PSC).

El concejal podemita Hernán Pinedo se transmutó en el Magic Andreu y se colgó medallita tras medallita por su «excelente» gestión. Únicamente le faltó autoimponerse el Premio Nobel de la Paz o pedir que le nombraran Ministro del Autobombo.

Estrada y Nadal fustigaron con sendos mítines independentistas a sus compañeros/as de consistorio, al público que les oyó y a los periodistas frikis que seguimos el pleno. Nadal fue una especie de Quim Torra pelacanyes. Dídac, por favor, que tienes más categoría que tu Amado Líder.

Rubén Viñuales, de Ciudadanos, por contra, prometió que «no haremos críticas ni sangre. Seremos leales a Pau Ricomà (ERC), Quim Torra (Junts per Cat) y Pedro Sánchez (PSOE). La ciudadanía nos reclama altura de miras. Debemos estar unidos y no me refiero a la unidad de España. Esa me da igual. Las críticas deben ser para mejorar, no para dañar». ¡Olé! Cómo se nota que ya no está Albert Rivera.

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