El aire que se respira en el cole, a examen

Investigación. Alumnos del Sant Pau se han dedicado, con el apoyo de la URV, a analizar los compuestos químicos en su escuela

22 junio 2019 15:20 | Actualizado a 27 junio 2019 18:17
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En un aula de 4º de ESO del Col·legi Sant Pau se disparaban los niveles de etanol (un tipo de alcohol) y de fragancias entre las 18 y las 21 horas. ¿Cómo lo sabían? Pues porque un grupo de alumnos, con la asesoría de la URV y el Centre Tecnològic de Catalunya, se colocó una máquina que medía, de manera continua, 53 compuestos químicos. Al final consiguieron deducir que lo que sucedía a esas horas en que ya no había alumnos tenía que ver con los productos que se usaban para limpiar.

Este es uno de los resultados que consiguieron sacar en claro con la puesta en marcha de un estudio en el que se dedicaron a medir la calidad del aire tanto en el interior de la escuela (aulas, talleres y laboratorios), como en el patio y otras zonas exteriores. En la investigación participaron de manera voluntaria 17 estudiantes de primero de bachillerato que se dedicaron a colocar los medidores que les suministraron en la URV y, posteriormente, a analizar los resultados en sus laboratorios. Ana Llatse, una de las participantes, explicaba que había sido «una gran oportunidad contar con equipos profesionales que no tenemos en la escuela». Apuntaba, incluso, que con la investigación habían descubierto un ámbito al que a algunos les gustaría dedicarse en el futuro.

Los efectos del tráfico se notan 

El estudio también sirvió para descubrir que en el laboratorio había más concentración de algunos compuestos químicos y se pudo ver, incluso, compuestos que desprendía algún material escolar, como los rotuladores. En lo que se refiere a los exteriores, Unai Reisser, otro alumno, explicaba que era evidente el impacto del tráfico rodado. Algunos compuestos subían justo a las horas de entrada y salida de la escuela, cuando los padres esperan, con el motor en marcha, la llegada de sus hijos y también hay autobuses esperando para recoger a los niños. 

La parte tranquilizadora, no obstante, radica en que en todos los casos los compuestos encontrados no aparecen en cantidades que puedan comprometer la salud. Los adolescentes también han elaborado una serie de recomendaciones para el centro, como un armario para el laboratorio de química o mejorar la ventilación. «Con cosas sencillas podemos mejorar, como contar con un alumno que abra las ventanas cada dos horas», concluía Llatse.

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