Roger Andreu ya sabe que el carné de conducir tendrá que esperar. También empezar a amueblar su piso, comprado por su padre en Torreforta. «Apenas podré hacer nada, me he quedado con 2.000 euros», dice, apesadumbrado y enfadado.
Él es uno de los 300.000 accionistas del Banco Popular que han perdido toda su inversión. En concreto, 9.023 euros pertenecientes a un total de 12.800 acciones. A pesar de contar sólo con 18 años, Roger había acumulado una notable cantidad de dinero: «Ahí se incluyen las pagas familiares que me daban, regalos, dinero que me habían ido ingresando desde que nací... y también lo que había ganado yo como árbitro durante dos temporadas. Eran mis ahorros».
Pese a su juventud, Roger tiene espíritu de inversor. «Me gusta todo este mundo de la bolsa, la inversión. Sé que tiene riesgos, y lo he podido comprobar, pero me gusta desde pequeño, y quiero seguir en él». Su padre le aconseja y le asesora, pero es el joven Roger quien, con su dinero, acaba decidiendo. A finales de 2016 compró 2.800 acciones.
Compró una semana antes
El grueso, 10.000, las adquirió a finales del mes de mayo, en concreto el día 30, por un valor de 6.547 euros que también ha acabado perdiendo. «Las compré hace muy poco porque pensaba que iba a haber una fusión, podrían subir de valor y ganar algo de dinero», cuenta Roger.
En concreto, se hizo con esas acciones con un ánimo especulador y sólo una semana antes de la compra del Popular por parte del Santander que ha acabado afectando a más de 300.000 accionistas en toda España. «Intenté avanzarme para poder hacer algo de negocio pero me ha salido mal», se queja. Precisamente en el Banco Santander compró acciones y la operación surtió efecto. Invirtió alrededor de 1.000 euros y acabó ganando 600 en unos meses.
Roger asume ahora su error pero también denuncia opacidad dentro del propio banco en los últimos días y el hecho de que los accionistas se queden ahora sin su dinero. «La situación es injusta. Es verdad que cuando compras acciones te sometes a ese riesgo, pero nos han dejado caer a todos, a accionistas minoritarios, a trabajadores que intentaban sacar algo de rendimiento a sus ahorros. Han vendido la entidad por un triste euro», concede él, que ahora quiere ir a por todas a la hora de reclamar su dinero.
Busca organizaciones de usuarios en las que pueda articular su demanda. A pesar del mal trago, no cejará en su empeño de seguir invirtiendo: «Me gusta esto mucho y continuaré, aunque ahora tengo que ahorrar».