El barrio judío cae en el olvido

El recinto monumental se encuentra en un estado constante de degradación, convirtiéndose en punto de encuentro de los gatos

16 octubre 2020 18:50 | Actualizado a 17 octubre 2020 07:55
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El mejor cobijo para gatos y palomas. En esto se ha convertido el barrio judío de Tarragona, también conocido como call. Nadie se preocupa por este rincón histórico, ubicado en el corazón de la Part Alta, y delimitado por las calles de Santa Anna y de la Portella. Se trata del vestigio judío más importante de la ciudad, con Ca la Garsa como monumento estrella. Tras más de dos años apuntalado con una especie de andamio, el conjunto histórico ha caído definitivamente en el olvido. Para todos, tanto para la administración como para la ciudadanía.

Prueba de ello es el testimonio de Antonio Suárez, vecino de la Part Alta desde hace cinco años y que, cada día, saca a pasear a su perro tres veces por las inmediaciones de Ca la Garsa. «No tengo ni idea de lo que es. Parece como una antigua iglesia. Quizás de la época romana, como casi todo lo que hay en Tarragona», responde este vecino a la pregunta de «¿qué es Ca la Garsa?». No lo sabe. Y tampoco lo tiene fácil para informarse. Solo hay una placa y apenas se puede leer. Otra víctima del vandalismo tarraconense.

Nos remontamos al siglo XII, cuando empezó a configurarse el barrio judío de Tarragona. Según el profesor Andreu Lascorz –uno de los hebraístas más prestigiosos del país–, la antigua Tàrraco fue probablemente una de las más importantes puertas de entrada de judíos en la Península Ibérica. En el año 1492, la comunidad fue expulsada de la ciudad, como del resto de la corona.

Actualmente, existen pocos vestigios de esa época en Tarragona. Solo se conoce la estructura externa y, desde hace algunos años, se empezaron a hacer las primeras actuaciones –de baja intensidad, todo hay que decirlo– en Ca la Garsa. Se trata del único monumento judío conservado actualmente en la ciudad. Este inmueble, ubicado en la Plaça dels Àngels, tiene su historia particular. A partir del siglo XV, se empezó a construirse encima de él. A principios del 2000, un promotor decidió comprarlo para levantar un bloque de pisos. El Ayuntamiento se puso por el medio y acabó expropiando el inmueble. Desde entonces, el conjunto de arcos diafragmáticos que formaron parte de este edificio medieval está protegido y forma parte del extenso patrimonio de la ciudad.

En un primer momento, se excavaron los restos arqueológicos y se restauró conservando siempre la estructura original. Pero pasados casi quince años de la expropiación, todavía no ha habido equipo de gobierno capacitado para dignificar este espacio.

Dar valor al recinto

Actualmente, el recinto monumental se encuentra en un estado de constante degradación. El lugar se ha convertido en una casa para los gatos, y las palomas campan a sus anchas en el andamio que apuntala Ca la Garsa. «Es necesario un proyecto integral que permita dignificar la judería, interpretarla y ponerla en valor como una parte importante de la historia de Tarragona, ciudad donde vivió esta comunidad», opina Andreu Lascorz quien, a parte de ser profesor y licenciado en Filologia Hebrea, es el presidente de la Associacó de Relacions Culturals Catalunya-Israel.

Mientras no haya proyecto, la previsión es que la judería siga en las mismas condiciones. «Está infravalorada. Tenemos frente a nuestros ojos una posibilidad que a muchos les gustaría. Después de recuperar Ca la Garsa, era necesario preguntarse ¿y ahora qué hacemos? Pero no lo hicimos», comenta Lascorz, quien lleva más de veinte años enseñando y explicando este recinto monumental a personas de todo el mundo. «Deberíamos conseguir ponerlo en valor, como un elemento turístico que genere recursos», añade el profesor. Y es que, hasta el lugar, han venido personalidades importantes, como por ejemplo embajadores de Israel.

En esta misma línea se muestra el historiador tarraconense Paco Tovar. Lleva años mostrando el patrimonio histórico de la ciudad a turistas, y también a los mismos tarraconenses. «No es normal que una ciudad como Tarragona tenga esto en este estado, pero por desgracia nos acostumbramos a cosas que no deberían ser», explica Tovar, mientras contempla Ca la Garsa. Este historiador destaca que en el lugar solo se puede ver una placa conmemorativa en honor a los judíos expulsados –se instaló en el 2010–, y otra de informativa llena de grafitis.

Tovar asegura que esta parte de la ciudad es poco conocida por los turistas. «Lo comentamos por encima y, si vemos que a alguien le interesa mucho, nos acercamos hasta aquí», explica el historiador, quien propone que «a pesar de no tener un patrimonio judío como el de Girona, quizás merecería la pena hacer un trabajo de recopilación y darle un empujón».

Por su parte, el profesor Lascorz apuesta por crear un centro de interpretación de las culturas mediterráneas en Ca la Garsa, «abierto a todo el mundo, con la voluntad de crecer, reflexionar y difundir mensajes de convivencia». Lascorz asegura que la idea es embrionaria, pero recuerda que hace años se hizo un concurso de ideas en este sentido. «Pero después de una crisis llega la otra, y la judería sigue igual que el primer día», apunta.

«Me da vergüenza»

Otros de los principales afectados por la situación de abandono de este punto de la ciudad son los restauradores del entorno. El Diari ha hablado con Bertomeu, propietario del Palau del Baró. «Me parece inconcebible tener parte del patrimonio en este estado. Está muy sucio y, a primera hora de la mañana, huele fatal», explica Bertomeu, quien añade que «hay gente que viene a comer o a cenar y me pregunta sobre el monumento. Me da hasta vergüenza explicarlo». El Diari ha preguntado al Ayuntamiento sobre las intenciones para el futuro de este conjunto monumental y no se ha pronunciado al respecto.

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