El conjunto monumental de Centcelles en Constantí

Patrimonio. Entre los vestigios de época romana que aguarda el Camp de Tarragona, la villa de Centcelles es uno de los más imponentes

15 agosto 2020 09:30 | Actualizado a 15 agosto 2020 11:38
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En mi primera infancia ya me sentía atraído por lugares, ruinas o elementos que me parecían más o menos antiguos. Aún recuerdo el disgusto que le provoqué a mi abuelo paterno (el padrí Joan) cuando, en compañía de una niña de una masía vecina, empecé a descalzar una curiosa y para mí misteriosa piedra, clavada verticalmente en el suelo muy cerca de un camino y que resultó ser simplemente la piedra «de la partió», la que señalaba el límite entre dos fincas agrícolas de Riudoms. Muchos domingos iba al cine para ver películas ‘de romanos’, que eran mis preferidas, y guardo un especial recuerdo de Ben-Hur, con la espectacular reconstrucción de un circo romano.

Mis padres me llevaron a Reus cuando tenía seis años. Además de continuar mis estudios, aquí pude leer muchos libros y revistas de temática histórica y visitar repetidamente el Museo Municipal, situado en la entonces llamada plaza de los Mártires. Me entretenía mirando con interés las vitrinas en que se exponían materiales prehistóricos y también ibéricos, romanos e incluso medievales y modernos, que desde 1984 se conservan en el Museo instalado en el antiguo Banco de España, en el arrabal de Santa Anna, y que ahora puedo observar cotidianamente a causa de mi trabajo.

Pude ver algunas veces en persona al gran médico y prehistoriador Salvador Vilaseca, en actos de inauguración de exposiciones en las salas del museo de la actual plaza de la Llibertat, a finales de los años sesenta y primeros setenta. Él es, sin duda, una de las principales figuras de referencia en la arqueología catalana e hispánica.

Cuando visitábamos a mis familiares residentes en Tarragona, aprovechaba la ocasión para conocer in situ los múltiples vestigios monumentales de Tárraco. Aún yo muy pequeño, mi madre me llevaba a ver las murallas, el foro de la ciudad o la necrópolis paleocristiana.

Más tarde, cuando empecé la carrera en la antigua delegación tarraconense de la Universidad de Barcelona, esas visitas se multiplicaron y en años sucesivos pude participar en excavaciones realizadas en varios puntos de la ciudad y también en el antiguo ager Tarraconensis, un territorio especialmente fértil en restos romanos.

Uno de mis ‘rincones’ favoritos fue y sigue siendo la villa de Centcelles, situada en el actual término municipal de Constantí pero que durante mucho tiempo fue un término independiente. Se ha sugerido que su nombre tiene relación con el gran número de habitaciones (cent cel·les) arruinadas que en época medieval aún eran bien visibles alrededor del edificio principal.

El historiador Lluís Pons d’Icart ya consideró en 1572 que «sin duda es obra de los Romanos», pero no fue hasta 1877 que se empezó a descubrir que la cúpula estaba interiormente cubierta de mosaicos y pinturas, y no sería hasta la intervención del Instituto Arqueológico Alemán que se pondrían de nuevo a la vista, a partir de 1959, las extraordinarias escenas allí representadas.

Centcelles forma parte, con todo merecimiento, del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad el año 2000. Es una visita ineludible: os fascinará.

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