El exilio del adefesio

Historia. ¿Algún conductor se ha fijado en el ‘monumento’ que se yergue en el acceso a la autovía desde la Avenida Catalunya?

04 julio 2021 06:50 | Actualizado a 04 julio 2021 07:47
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Corre el año 1997. Tarragona aspira a que la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) la declare Patrimonio de la Humanidad gracias a sus restos romanos. Lo conseguiría tres años después. Las malas lenguas dicen que hay que, aparte de merecerse la declaración, ‘pagar’ un peaje. El peaje llega, si hacemos caso a la rumorología pelancayes, en forma de ‘monumento’. Por llamarlo así. Se trata de cinco figuras que representa al ser humano y que su autor, el artista israelí David Sussana, bautizó como ‘Adam’.

El conjunto se instaló en un primer momento a la entrada del Passeig Arqueològic, justo al lado del Portal del Roser. Lo inauguró el 21 de septiembre de 1997 el entonces director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, dentro de los múltiples actos por las fiestas de Santa Tecla.

La relación de Sussana, nacido en 1946 y fallecido en 2014, con la Unesco venía de lejos. Representó, se explica en una biografía en la web, a la Asociación de Pintores y Escultores de Israel en las conferencias de arte de la Unesco en Stuttgart (Alemania) de 1979 y Helsinki (Finlandia) de 1983.

Más allá de la calidad artística del monumento, que muy pocos tarraconenses defendieron en su día, la polémica vino por su ubicación. La ironía popular rebautizó el conjunto como ‘Los ninots’.

A (casi) nadie le gustó el contraste entre el monumento romano y ese pequeño adefesio. El entonces delegado territorial de Cultura de la Generalitat, Joan Tortajada, aseguró que la Comissió Territorial del Patrimoni Cultural de la Generalitat no había dado permiso para instalarlo en ese lugar. «El monumento está bien, pero sería mejor su ubicación en otro lugar. En Tarragona hay mucho sitios donde podría ponerse», explicó al ‘Diari’ el 7 de enero del año 2000.

Más contundente fue el presidente de la Reial Societat Arqueològica Tarraconense, Rafael Gabriel: «Más pronto o más tarde tiene que desaparecer de este lugar porque parece un monumento a las ‘llufes’, que es lo que los niños ponen en la espalda de las personas en el día de los inocentes. Es difícil hacer un juicio de valor del arte contemporáneo, si bien en este caso queda claro que se da de bofetadas con el acceso al Passeig Arqueològic».

Sí que hizo un juicio de valor el pintor Josep Maria Rosselló: «Personalmente no es una pieza que me guste. Es pretenciosa y de una altura desmesurada».

La polémica siguió. Pero, como casi todo en esa ciudad, la decisión del traslado se tomó ‘con la calma’. Con mucha calma. En marzo de 2002, el Ayuntamiento se comprometió ante la Comissió d’Entitats a retirar el engendro. Pero nada. Pasaron dos años más y en 2004 el Museu d’Història lo desmontó y trasladó a un almacén para «restaurarlo». Allí crió polvo hasta que fue trasladado en 2006 a su actual ubicación: una pequeña isleta que separa el acceso a la autovía desde la Avenida Catalunya y la entrada a la misma calle desde la vía rápida.

Ahora allí pasa desapercibido o quizá algún conductor se pregunta qué es «esa cosa». El ‘Adam’ se suma así a los monumentos que despertaron la polémica en su día por diversos motivos, alguno de los cuales fueron cambiados de ubicación.

La estatua que recuerda el heroísmo de los tarraconenses que soportaron el asedio de las tropas francesas en 1811, conocido popularmente como ‘Els despullats’, nos parece hoy algo absolutamente normal y es punto de encuentro de ‘kedadas’ o actos sociales, culturales o políticos. Pero en su día suscitó el escándalo.

El escultor Julio Antonio (Móra d’Ebre, 1889-Madrid, 1919) la acabó de esculpir en la capital española en 1922 y se expuso en el ahora extinto Museo de Arte Moderno de la capital española. Para los sectores más reaccionarios de Tarragona era inadmisible ver figuras desnudas. El cardenal Vidal i Barraquer nombró una comisión de teólogos que dictaminó que la obra era «inmoral». La escultura se instaló en el vestíbulo del Ayuntamiento el 25 de abril de 1923, entre las críticas de los sectores religiosos que veían la obra como «una estatua de bronce sin valor artístico» y el lugar «de fácil acceso a los menores de edad».

Una vez proclamada la II República, se trasladó a la Rambla y fue inaugurada el 24 de septiembre de 1931. Tras la Guerra Civil, las autoridades franquistas la mantuvieron en el mismo lugar, pero tradujeron al castellano la dedicatoria «als herois de 1811».

Pero el monumento que más ha cambiado de lugar es el que esculpió Antoni Subirachs dedicado al «Mil·lenari de Catalunya». Primero fue ubicado frente a la Capçalera del Circ, luego se trasladó al Parc de la Ciutat y ahora está en una rotonda de la Via Augusta. También fue pasto de duros comentarios ciudadanos. Critica que algo queda. O se traslada.

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