El marrón de ser alcalde en un pueblo pequeño

«Si entrara gente joven no me volvería a presentar», dice un edil. Hallar relevo político en el interior es casi misión imposible

09 enero 2019 19:00 | Actualizado a 10 enero 2019 09:43
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Rosendo Roig, que lleva 12 años de alcalde en Vallclara, es instalador. «Soy autónomo y, aunque es difícil combinármelo con el ayuntamiento, tengo más libertad que alguien que trabaje en una fábrica», admite. Rosendo reconoce el desgaste del cargo, a las puertas de unas nuevas elecciones que restarán concejales por la despoblación y que, por tanto, comportarán más trabajo. «Si hubiese gente joven que se pusiera al frente, yo lo dejaba, pero es muy complicado encontrar relevo», reconoce. 

Roig expone una realidad latente en el interior de la provincia: las alcaldías de núcleos pequeños son una especie de marrón que pocos quieren asumir por el sacrificio que conlleva. De ahí que armar una lista electoral sea también una misión casi imposible, como indica Francisco Blanch, alcalde de La Fatarella: «Cuesta encontrar un relevo. La política municipal implica muchas horas de dedicación, mucho trabajo». 

Las tareas a las que se enfrenta un edil son muy variadas y van más allá de las puertas del ayuntamiento. Jordi Ramos, trabajador en una empresa de rotulación en Tarragona, lleva desde la distancias las riendas de Conesa. «No me había planteado iniciar una etapa así pero se marchó la alcaldesa y si no me quedaba yo intervenía una junta gestora. Preferí quedarme», cuenta. 
Pegados al móvil

Jordi se pasa buena parte de la semana pegado al móvil. «No me supone un gran quebradero de cabeza, sobre todo porque hay un gran equipo detrás. A veces toman una decisión y después me llaman para comunicármelo y, de esa manera, se agilizan las cosas». A partir de las seis de la tarde, cuando sale de trabajar, empieza su labor como edil: enviar correos electrónicos, hacer llamadas y, en definitiva, dar salida a las gestiones pendientes, que van desde firmar para optar a una subvención o supervisar el empadronamiento.  

La ayuda electrónica

A veces le toca comer pendiente del teléfono y le dan las tantas de la noche pendiente de un determinado quehacer. «Estoy siempre en contacto con la secretaria o con la persona que lleva el mantenimiento. La firma electrónica también ha facilitado las cosas y evita que me tenga que desplazar. Lo importante es que entre todos nos llevemos bien y tengamos confianza. Yo les digo a los trabajadores: ‘Si vosotros funcionáis, el ayuntamiento va para adelante’», cuenta el máximo responsable municipal. 

Este pequeño municipio de la Conca de Barberà ha visto reducida su población hasta los 103 habitantes, pero consigue salvar el número de concejales a elegir en mayo, que serán cinco.  A largo plazo, el gran quebradero de cabeza para estas poblaciones es el envejecimiento. «Muchos se van a trabajar a Valls o a Montblanc y se desplazan desde aquí, pero eso tiene un coste. Aquí, lógicamente, no pueden trabajar. Haría falta potenciar actividad económica en los pueblos, a través de un asesoramiento, por ejemplo, para que la gente se quedara aquí», explica Rosendo Roig desde Vallclara. 

«El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha hecho una visita a la Terra Alta y se ha puesto encima de la mesa el tema de la despoblación. Nos estamos quedando sin gente. Hay que incentivar el trabajo en el ámbito rural. Habría que mejorar las comunicaciones y cuestiones como la fibra óptica», asume Francisco Blanch, en La Fatarella. 

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