El matemático romántico que cambió la banca por las clases

Francesc Gassó es un soñador. El trabajo para el sector financiero le creó un dilema moral. «Si no estás de acuerdo con sus políticas te replanteas cosas», dice. Renunció a un sueldo más alto y ahora es profesor en el Martí i Franquès

24 noviembre 2018 08:43 | Actualizado a 01 diciembre 2018 18:06
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Francesc Gassó (Tarragona, 42 años) ha querido cambiar de aires y darle un vuelco drástico a su profesión. La raíz es la misma, su licenciatura en Matemáticas, pero no así la aplicación laboral: de la seguridad informática y la criptografía –unas áreas a la práctica casi siempre enfocadas a dar un servicio a la banca–, a dar clases en Secundaria, a fomentar vocaciones en el Institut Martí i Franques. «Acabé la carrera en 1998 y entré directamente en la empresa privada. En ese momento me apetecía probar. Hoy en día estos perfiles son todavía más reclamados. He estado mucho tiempo pero ahora quería cambiar», admite. 

Su caso ilustra a la perfección el dilema que atañe a los licenciados y que lleva a muchos a renunciar a la docencia para adentrarse en la tecnología de empresas, unas compañías que andan desesperadas en busca de profesionales que manejen megadatos y hagan predicciones. «No se busca tanto la habilidad con las matemáticas en sí, sino a gente con capacidad para superar problemas no planteados antes. La carrera te prepara para intentar buscar soluciones y, en ese sentido, te habilita más que otros estudios que también utilizan las matemáticas. Sólo la física emplea tanto la ciencia a través de demostraciones». 

«Sería necesario que los estudios de Matemáticas se plantearan cuestiones humanistas»

Francesc Gassó
Profesor de Matemáticas

¿Qué hacía exactamente Francesc como empleado de empresa privada? Básicamente, manejarse entre cifrados, «que es el arte de esconder un mensaje», como define la criptografía, la técnica en expansión que no deja de nutrirse de matemáticos a rebufo de la digitalización y las transacciones electrónicas tanto en el mundo de las finanzas como en el del comercio, por ejemplo. Así, la situación parecía ideal. Tenía un buen sueldo y estaba lejos de la precariedad y el desgaste que siempre se le supone a toda labor docente, más aún en épocas de estrecheces de la administración pública. 

Pero con el tiempo surgieron los inconvenientes. «Si te gustan mucho las matemáticas, en la empresa privada haces pocas en realidad. Lo que ocurre es que te utilizan porque estás entrenado y sirves para otras aplicaciones», reconoce. Luego vino algo mucho más complicado: los escrúpulos, la encrucijada ética, el planteamiento casi moral de lo que estaba haciendo. «Un defecto de los estudios de matemáticas es que no se plantean ningún dilema humanista y sería necesario que lo hiciera. Hay una parte de trato laboral que no es tan bonita. Además, durante la mayor parte de estos años al final he acabado trabajando, aunque fuera indirectamente, para la banca. Si no estás de acuerdo con sus políticas, o con las prácticas que han hecho estos años con cuestiones como las hipotecas o las cláusulas suelo, te replanteas las cosas». Fue entonces cuando decidió dar carpetazo a su andadura como matemático en el sector privado (también acabó trabajando para departamentos de la Generalitat o para el Cesicat, el Centre de Seguretat de la Informació de Catalunya, con sede en Reus) y optar desde el pasado curso a una plaza como profesor de instituto, en un giro romántico, de soñador empecinado, de apasionado de las ‘mates’.

«La sociedad ha decidido pagar mejor a quien hace tarjetas de crédito que a un educador. Esto tendrá sus repercusiones»
Francesc Gassó
Profesor de Matemáticas

Francesc va incluso más allá en su posicionamiento. «Es una suma de factores. Al final, la sociedad ha decidido pagar más a quien hace tarjetas de crédito en una entidad financiera que a un educador. Se está valorando más a alguien que está trabajando en el sector bancario que a un profesor. Eso tiene sus repercusiones», admite él, que renunció a un salario más alto para poder dar clases. 

«Ahora estoy contento. Es lo que tengo ganas de hacer en este momento», confiesa, al tiempo en que desmitifica los sueldos elevados que puede cobrar un matemático que trabaja en cuestiones relacionadas con la tecnología: «Yo cobraba más antes, pero también es verdad que en estas empresas acaban ganando más los que tienen cargos de gestión, y no tanto los técnicos que están detrás y que muchas veces son la base del trabajo que se está haciendo». 

El reproche social
«Hay gente que presume de no saber de números»
Francesc Gassó reconoce la mala prensa que tienen las matemáticas, sobre todo entre la comunidad estudiantil. Tras eso se esconde, en parte, cierta laxitud social en el aprendizaje de las ciencias: «Veo que hay gente que presume de no saber de números, por ejemplo. Eso no sucede con las letras. No saber cuál es la capital de un país está mal visto, pero no conocer las matemáticas más básicas, no. Es algo que se tolera más». Gassó es testigo de cómo las matemáticas se le atragantan a muchos: «A veces hay un problema de base, como es la comprensión lectora. Muchos alumnos sufren con eso y a partir de ahí todo es más complicado». El profesor tarraconense reivindica la difusión del conocimiento buscando la parte de aplicación práctica. «Se están haciendo cambios curriculares en la ESO. Intentamos enseñar por competencias. Creo que incluso la parte de las matemáticas a la que más cuesta verle la utilidad sirve para preparar la mente de cara al futuro. Se trata de entrenar para que la persona pueda dar un servicio luego como matemático», argumenta Francesc, que culmina: «Socialmente, las matemáticas tienen aún el lastre de asignatura difícil. Intentamos cambiar esa percepción, pero cuesta. Navegamos un poco a contracorriente de la sociedad». 

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