El músico de seis años que consiguió su propio estudio

Acualquiera que tenga hijos aprendiendo un instrumento le sonará la historia: el retoño tratando de acertar con las notas y los padres, mientras tanto, aguantando estoicamente en aras del arte, la educación, la belleza... (y disimulando alguna vez el dolor de cabeza). Todo sin contar con la preocupación por las relaciones con el vecindario. Más de uno recordará la polvareda que se levantó cuando hace unos años se impuso una multa de 800 euros a un niño que tocaba el trombón a media tarde en l’Arrabassada.

Nada que no sepan ya Yolanda y Alfonso, padres de Aleix Rodríguez (seis años), vecinos de Perafort. La madre comenta que desde que tenía año y medio el niño solo se entretiene tocando algún instrumento. En el garaje de su casa, donde nos encontramos, hay una pared llena de fotos suyas. Desde casi bebé se le ve sentado al piano, tocando un timbal, en brazos del batería de Txarango... «Debemos de ser los únicos padres que hemos comprado una consola y se la hemos dado sin que la pida para ver si se interesa por otra cosa, pero no lo hemos conseguido», dice ella.

El niño va al conservatorio y toma clases particulares en otros dos centros. Está tomando clases de saxo, gralla, piano y batería (su instrumento favorito).

No obstante, mientras hablamos con sus padres el niño se sienta y toca un poco el cajón; vuelve con una trompeta...

La crisis del confinamiento

Lo que marcó un antes y un después fue el confinamiento, cuando todas las clases de música comenzaron a ser virtuales y además el niño necesitaba un tiempo para practicar mientras el resto de la familia también estaba en casa.

Pese a su edad, sus padres cuentan que «trabaja mucho, se lo toma muy en serio y en todos los exámenes sale bien», señalan.

Aquellos días, cuando el niño tocaba el saxo casi no se podía hablar por el ruido. Hasta el perro de la familia «se volvía loco». La mayor preocupación, no obstante, eran los vecinos. «Aunque han tenido mucha paciencia y procurábamos respetar de no tocar por la mañana cuando iban de noche», explican. Yolanda, la madre, también trabaja a turnos y el niño tenía muy asumido que si ella dormía no podía tocar.

Pero Alfonso cuenta que el momento culminante fue un día que fue a comprar el pan al horno del pueblo y descubrió como, a unas manzanas de su casa, todavía se escuchaba la batería de Aleix.

Así fue como decidieron instalarle un estudio de ensayo insonorizado en un extremo del garaje. «Me pareció una burrada (les costó unos 12.000 euros), no somos ricos, y pensé que con eso podría comprarme un coche, pero ahora creo que fue la mejor inversión», explica Yolanda. Antes habían probado de insonorizar las paredes de la buhardilla pero el ruido todavía se colaba.

Ahora, nada más levantarse, el niño pide bajar al estudio, mientras su padre teletrabaja en un ordenador justo al lado. «Ahora toca tranquilo; antes siempre nos estaba preguntando si ya eran la ocho de la tarde para parar».

Están pendientes, eso sí, de hacer paseos y planear otras actividades para sacarlo de allí y que juegue con otros niños, aunque no siempre le interesa. Cuentan que una vez se fueron de camping y, a propósito, no se llevaron ningún instrumento. El niño, cómo no, terminó tocando con el cubo de la fregona.

Los vecinos también le han dicho que el cubículo ha supuesto un cambio del día a la noche. Tiene triple cámara y aire acondicionado, y puede desmontarse y volverse a montar si se trasladan de casa.

La familia está dispuesta a enseñar el cubículo a quien quiera. De hecho, hace unos días vino un músico italiano a probarlo.

Cuando ve que nos vamos, Aleix coge el saxo y se va derecho al cubículo. En Santa Tecla participará junto a un grupo con la gralla.