El músico que compone con juguetes

Iván ‘Telefunken’ (Valls, 42 años) toca con Pascal Comelade, Pau Riba o Albert Pla. Actúa con ellos por todo el mundo. Le saca musicalidad a sartenes, regaderas o sonajeros. También es actor. Y no tiene tele
 

14 enero 2018 20:16 | Actualizado a 15 enero 2018 10:46
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Alguien capaz de componer una canción que se llame La vida nos sonríe aunque le falten varios dientes debe tener una sensibilidad ‘sui generis’. La mirada de Iván Martínez –Iván ‘Telefunken’ en el ecosistema musical– denota una  visión del mundo a caballo entre el humor y el epatarse como un niño con los misterios y lo absurdo de la cotidianidad.  

Le extrae la música a objetos tan variopintos como ollas, sartenes o sonajeros. ¿Qué tienen los juguetes que no tengan los instrumentos convencionales? «Son pequeños, ligeros, baratos… ¡Son perfectos, esconden mil sonidos y parecen inocentes, pero podrían ser armas de guerra discretas!», cuenta Iván. Nunca estudió música pero aquellos trastos eran perfectos para jugar con los amigos. «Hacíamos música sin tener ni idea. Como mínimo sonaba llena de colores y soniditos curiosos». Y añade Iván: «Sigo sin saber nada de solfeo pero ya me he montado sistemas para pedir a instrumentos convencionales que hagan sonar más o menos lo que quiero». 

Una gira con el grupo The Limiñanas le llevará en breve por países de todo el mundo

La historia de Iván va ligada irremediablemente a la vida de la banda Don Simón y Telefunken, nacida en 2001 en Tarragona. «El grupo surgió exclusivamente por el placer de construir música y vivir aventuras juntos. ¡Y nos lo pasamos bomba!», exclama Iván. 

La formación, con cuatro discos publicados, logró fama en circuitos alternativos, merced a atrezzos imposibles, escenografías oníricas y canciones mínimas, sencillas, de títulos imbatibles como 'Música de vanguardería', 'Orquesta congelada dentro de un iceberg' o 'Recuerdos intrauterinos bajo el mar'. Algunos críticos definieron la propuesta como «la unión de los sonidos más extraños de la música experimental con las alegres cancioncillas de los programas Disney del sábado por la mañana». 

Los sonidos alucinantes

Iván arroja luz sobre ese universo que bulle en su cabeza y luego lleva a los escenarios: «Nuestra vida está llena de sonidos maravillosos, a poco que te fijes empiezas a percibir miles de alucinantes soniditos, melodías, ritmos. Los bosques, mares, ciudades, tazas de café rompiéndose, risas, aspiradoras… todos creando sinfonías llenas de seducción y misterio. Si a eso le sumas los millones de canciones con que nos bombardean por teles, radios, hilos musicales… Crecemos sumergidos en un océano de sonido y música». 

El músico vallense desprende un halo entre el surrealismo y la ilusión infantil, la aspiración de vuelta a la infancia. Pero a pesar de los ukeleles a topos, de las guitarras extravagantes, de las maracas de juguete o de las regaderas convertidas en instrumentos de viento, Iván ha logrado vivir de esto. «Soy un ‘pobresional’ de la música desde hace más de una década. Malvivo bien. El mundo se cae a trocitos y mi sector no es ajeno a esos cataclismos».

Iván vive en el alambre y le sale bien. «Hay finales de mes apocalípticos donde tienes que empezar a hacer alguna dieta (geniales para la depuración del organismo) y otros momentos donde por ejemplo puedes permitirte tranquilamente comprar anacardos, arándanos, pistachos y otras delicias de la alimentación (Una de mis ideas de lujo es tener el armario de la cocina repleto de frascos de cristal llenos de frutos secos)».

El compositor de Valls ha conseguido reputación, no sólo con sus composiciones propias, sino también como músico de banda y de estudio de reputados artistas. Se le puede ver en los proyectos de Pascal Comelade, Pau Riba o Albert Pla. «Hace dos años que actúo con el grupo de Perpiñán The Limiñanas. Este mes sacamos disco y tenemos actuaciones cada semana hasta agosto», agrega.   

La formación gala, que recorrerá toda Francia sobre los escenarios, actuará en lugares como Estambul, Isla Reunión, Holanda, Inglaterra, Bélgica o Australia. «Somos como una familia, nos juntamos a mitad de semana y nos vamos de conciertos. Ni bebemos alcohol antes de tocar, pero entro en trance en las actuaciones. El poder del rock and roll me tiene encantado», dice Iván.

Quizás su cara les suene de la gran pantalla. A Iván se le pudo ver con orejas de Mickey Mouse y enfundado en una especie de traje de oso en el film Murieron por encima de sus posibilidades (2015), dirigido por Isaki Lacuesta y compartiendo reparto con Carmen Machi, Luis Tosar o Emma Suárez. «Yo no soy actor y sin darme cuenta un día estaba desayunando y haciendo bromas con José Sacristán a punto de rodar una escena juntos», recuerda. «Intento disimular pero vivo en estado de constante sorpresa de las maravillosas situaciones en las que puede meterte la vida. Por ahora la micro porción de universo que conozco, pese a sus horrores ¡me encanta». Quizás el germen de esa pulsión interpretativa hay que buscarlo en el pasado: «Estuve varias temporadas en PortAventura haciendo de osito panda, Pantera Rosa, Popeye, Brutus, Betty Boop y otros muñequitos. Aprendí cómo hacer flipar al público». 

Iván, que vive sin tele desde hace 20 años («lo veo como un sistema de control de masas más y me da verdadero terror»), prepara material para actuar en solitario y con Don Simón y Telefunken editará en unos meses un disco grabado con el poeta Enric Casasses, otro de esos compañeros de viajes en su vida colorista y surreal. 

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